Convergència i Unió ha ganado administrativamente las elecciones catalanes; Artur Mas y el núcleo duro convergente las ha perdido políticamente. El dato es suficientemente sabido: CiU pierde doce diputados en un contexto que estaba caracterizado por unas sensaciones que iban en dirección contraria. Y pierde algo más: el fracaso de las expectativas que ellos mismos fabricaron alambicadamente.
Artur Mas había reclamado con insistencia una “mayoría excepcional. Ningún asesor le advirtió de dos cosas: la deriva inquietante que puede tener lo excepcional y, caso de no alcanzarse, el riesgo que corría ese llamamiento.
El candidato convergente, que será el próximo presidente de la Generalitat, erró la leer las consecuencias de la gran manifestación del 11 de Setiembre. Sólo vio la densa espuma de aquella movilización. No sólo él: analistas y politólogos deformaron aquella realidad en sus propias mentes y sacaron conclusiones forzadas. Pero Mas hace política, no es un tertuliano de los medios afines al Gobierno de Cataluña. Por otra parte, Mas también erró al interpretar la huelga general del 14 de Noviembre: afirmó con todo desparpajo que, en cierta medida, era un respaldo a su planteamiento de Estado propio catalán. Un inciso: seguro que alguien se lo refutó, pero todavía no he visto quién le llevó la contraria en eso.
Artur Mas pensaba que su (sobrevenido) planteamiento soberanista tenía la densidad suficiente para sofocar el malestar social contra su política de duros recortes y exageró la idea de que no sólo de pan vive el hombre. Lo que le llevó a no captar el carácter y la amplitud del proceso de movilizaciones que condujo al 14 de Noviembre y a la capilaridad y espesor de la huelga general. En resumidas cuentas, creyó que la cuestión social era un perifollo frente a la potencia del soberanismo.
Ahora bien, comoquiera que CiU ha ganado las elecciones administrativamente, vale la pena hacer las siguientes observaciones. Puede hacer con Esquerra Republicana de Catalunya (que acostumbra a ser chica para todo) un tándem desigual para repensar el proceso soberanista que ya no será andante con moto, sino probablemente allegro ma non troppo. Y puede tener las manos libres para seguir con su política de ajustes de la mano del Partido Popular, de quien ha vuelto a decir “que no pactará”. (Recuérdese que hace años aseguró frente a notario que no pactaría, desdiciéndose a la primera de cambio).
Los socialistas salvan algunos muebles, pero han perdido toda la batería de cocina. Ahora corren el peligro de agarrarse a la piadosa idea de que su notable caída es menor que la pronosticada por las expectativas, pero esta postura sociologista les pondría a la altura de la misma gilipollescencia que afirman los convergentes: que han ganado, aunque no se han cumplido las expectativas. El via crucis preelectoral de los socialistas ha acabado, ahora empieza otro itinerario no menos áspero para recuperar la batería de cocina y los muebles perdidos.
Dos pespuntes finales: ERC es, bien se ha visto, la ganadora política de estos comicios, ella sabrá si hace un menjunje entre su soberanismo y lo que entiende por políticas sociales o qué; Iniciativa per Catalunya, que ha dado una batalla digna por los derechos sociales y contra el neoliberalismo de Artur Mas (siendo premiada modestamente por ello) tendrá que devanarse los sesos para encontrar las llaves que abran la puerta de la asunción del malestar social y la representación política a la altura de tantos esfuerzos, que todavía no tienen suficiente premio.
Apostilla. ¿Pensaría anoche Artur Mas la frase que se le atribuye a Pirro: “otra victoria como ésta y estamos perdidos”?