Tres son los enemigos de la sanidad pública: las privatizaciones, los recortes y la corrupción de los intereses privados en el sector a costa de lo público. Esa malísima trinidad representa (parodiando a Richard Sennet) la corrosión del carácter de la sanidad pública. Por lo general no se trata de tres “momentos” separados sino de una convergencia, más o menos simultánea, de factores que ya se han convertido en un epifenómeno que tiene tres comunidades como obscena referencia: Madrid, Valencia y Cataluña. Digamos que la sanidad a ese “panal de rica miel dos mil moscas acudieron”, tal como pareció intuir don Félix María de Samaniego.
El último ejemplo es la quiebra del Instituto de Alta Tecnología, una fundación creada para construir y gestionar un centro pionero de diagnóstico por imagen en el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona. [Digo yo, ¿no habría que hacer un listado de todas esas fundaciones, auténticos patios de Monipodio, que se han convertido en un pantano de inmundicia?]. El Instituto tenía que ser un modelo de excelencia y de colaboración entre los sectores públicos y privados. Pero había una zorra, puesta adrede, para vigilar (léase, devorar) las gallinitas. En resumidas cuentas, la cosa ha terminado en un fraude caballuno de dineros públicos en la sanidad catalana.
No hace falta ser, ni siquiera un becario en corruptelas, para saber cómo se hizo. El Instituto, formado por tres hospitales de la Generalitat (del Mar, Clínic i Vall d´Hebrón) y un holding privado, CRC Corporació Sanitária, acabó cediendo el control a esta CRC. Total, CRC obtiene del resto de los miembros de la Fundacióncuantiosos recursos que, a su vez, desvía a sus empresas filiales. Voces generalmente bien informadas sostienen que el agujero pasa de los 5,3 millones de euros. Pero, como es sabido por otras experiencias, las primeras estimaciones suelen ocultar (aunque por poco tiempo) una consistente trama rizomática de más, mucho más dinero. Por ejemplo, la trama del Palau de la Música se estimaba en sus inicios en cuatro cuartos y la de Urdangarín, alcanzando al final unas proporciones que superan los dos ojos de la cara. Aquí terminará pasando, cuando se limpie la pocilga, tres cuartos de lo mismo.
Me pregunto retóricamente: ¿qué consejerías de la Generalitat de Catalunya estaban en el ajo? ¿y cuáles faltaron a estar in vigilando? Más todavía, ¿cuándo se jodió el Perú, Zavalita, digo, en qué momento empezó la zahúrda? Más, más todavía: ¿qué próceres, que truhanes, con nombres y apellidos, están metidos hasta el cuello en esa operación? No hace falta decir que, tangencialmente con ellos, están políticos de cierto fuste, cuyos nombres irán saliendo para vergüenza de las instituciones, aunque no para ellos. Ya se sabe: la mancha de la mora con la del parné se quita. ¿Tendrán ya apalabrado el indulto correspondiente? Hoy por ti, mañana por mí.