Guiseppe Verdi era de los nuestros. Así lo demuestra su compromiso militante con las clases populares y los trabajadores de su país antes, durante y después de la unificación de Italia. Durante este año se celebrará el bicentenario del maestro.
Ciertamente, estos tiempos no son buenos para la lírica. Pero precisamente por ello el recuerdo al compromiso sociopolítico del gran compositor italiano merece una especial atención, que fue la expresión de la unidad de su pueblo. Su música era otra forma más de combate contra el opresor habsbúrgico. Ahí están para recordarlo los coros de Nabucco, Aida y Ernani. O la demoledora crítica de la nobleza en Rigoletto. O la reflexión del poder en su soberbio Don Carlo. Y algo más. Verdi financió la casa de retiro para aquellos músicos, ya ancianos y sin recursos. Por todo ello, cuando murió en Milán, los sindicatos convocaron a los trabajadores italianos que, en tren y en barco, acudieron por centenares de miles al entierro. Al paso del cortejo fúnebre cantaron el Va pensiero.
Pues bien, precisamente porque no corren buenos tiempos para la lírica, el sindicalismo confederal debería recordar a uno de los suyos durante este año del bicentenario. Algo deberán hacer las comisiones de cultura. Preferentemente de manera unitaria.