Comoquiera que no encuentro mi diccionario de sinónimos no tengo más remedio que calificar a Miguel Ángel Fernández Ordóñez como un sinvergüenza. Soy consciente que, de esa manera, resulto aproximadamente bondadoso, pero tendré que esperar, hasta que localice dicho diccionario, para darle una calificación más pertinente.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez (a partir de ahora MAFO para estar en sintonía con los recortes que él preconizaba) tiene su cota de responsabilidad en la crisis que atraviesa nuestro país. Quien quiera entrar en los vericuetos más substanciosos de la sinvergonzonería de este sujeto (cuando recupere el diccionario le diré algo más apropiado) no tiene más que echarle una atenta mirada a Los inspectores acusan al Banco de España de alterar sus conclusiones. Pues bien, les alerto de lo engañoso que resultaría leer ese artículo en diagonal.
Siguiendo la costumbre indolentemente pija de leer endiagonal llegaría usted a la conclusión que el tal MAFO no estuvo lo suficientemente al tanto o que se descuidó a la hora de estar in vigilando. Cierto, también faltó, y muy gravemente, a ello. Ocupado como estaba con sus filípicas en otros menesteres, no quiso tener tiempo para cubrir la principal responsabilidad del Banco de España; obsesionado como estaba por predicar sus principios-mantra en todos los foros habidos y por haber, no quiso preocuparse de sus tareas básicas. Pero –lean el informe despaciosamente-- nuestro sinvergonzón (¿dónde está mi diccionario de sinónimos?) organizó, a sabiendas y queriendas, buena parte de la arquitectura de supervisión y control. Esto es, el fomento de procesos irregulares en los procesos de supervisión de las instituciones financieras, el debilitamiento de la función de los inspectores de la institución, cuyos informes eran, con frecuencia, maquillados.
Por supuesto, nada de ello exculpa a los gestores de Caja Madrid (Bankia después) y todo un rosario de entidades. Sin embargo, la responsabilidad de MAFO es indiscutible por acción y omisión. Me pregunto: ¿no habrá nadie que lleve a los tribunales a este sinvergüenza?
Por lo demás, hay gente interesada en que esto tenga todos los visos del final de la obra de don Jacinto Benavente, Los intereses creados, comedia sobre los conflictos de un pícaro con la política, cuando Crispín sabe que habrá tierra suficiente para tapar ese putiferio.
Recuerdo aquel funcionario de prisiones que llamó a un cofrade, el gran Ángel Rozas, para decirle que “en el penal no entraba madera, a petición de los presos”. Nuestro Ángel puso los ojos como acentos circunflejos y le dijo: “¿De qué madera me habla usted?”. El chusquero le responde: “Usted ha pedido unas tablas”. Ángel: “Pero, oiga, son tablas de logaritmos”. El chusquero: “Que no entran tablas ni de logarrimos ni de pino”.
[Ángel Rozas fue miembro fundador de CC.OO. de Cataluña y uno de sus dirigentes más queridos y carismáticos].