Nota editorial. Damos a conocer las primeras páginas del importante estudio que han hecho los historiadores José Fernando Mota y Javier Tébar sobre un acontecimiento (que ya verá el curioso lector) acaecido en la Barcelona del año 1943: aquella Barcelona de espías, falangistas, policías, militares y estraperlistas.
Hablan los autores.
El verano ha atravesado ese umbral que, en un instante, convierte todo en recuerdo. La gente pasea por Argentona, a unos treinta kilómetros de distancia de la ciudad de Barcelona. Es una pequeña localidad de no más de tres mil almas en la comarca de El Maresme, esa estrecha faja de tierra entre la sierra litoral y el mar Mediterráneo. Uno de los asentamientos más alejados de su núcleo urbano, el del Cros, está de fiesta patronal desde el día de San Miguel. Suenan ritmos musicales, una pequeña orquesta ensaya su actuación para la verbena del barrio. Cuando cae el atardecer todavía se escucha la algarabía en las casas que bordean la carretera secundaria que parte de la general de Vilassar de Mar y Mataró, la misma que lleva a La Jonquera, en la frontera con Francia. La oscuridad ya ha cubierto el paraje. Un paisano ve pasar un coche que zigzaguea por el firme. Otro vecino que va a pie por aquella misma carretera, de regreso a su casa, queda un momento cegado por los faros de un turismo de color negro. Las luces del vehículo se proyectan débilmente por la pista que une Vilassar y Argentona, pero, antes de llegar a la altura de la Font Boba, el coche se para de golpe y los faros del Ford se apagan. El reloj de su espejo retrovisor marca más de las dos y media de la madrugada. El hombre que está sentado a la derecha del conductor desciende del vehículo. Después, le sigue un segundo individuo, vestido con gabardina y sombrero, situado momentos antes en la parte trasera del automóvil. Ambos apremian a otro, sentado también en los asientos traseros, para que descienda mientras le hacen alguna advertencia. El último en apearse es un hombre robusto, viste pantalón y americana de tonos claros y en cuanto pone los pies en tierra intenta huir. Uno de los dos hombres trata de detenerlo, le golpea en la cabeza con una pistola sin lograr tirarlo al suelo. Por el contrario, con la propia inercia del forcejeo el que huye aprovecha para lanzarse por un terraplén de más de dos metros de desnivel situado al lado de la carretera. Echa a correr en dirección al lugar donde todavía se vislumbran luces de verbena. Inicia una huida desesperada. Los dos individuos que antes le rodeaban salen en su persecución. La víctima de la agresión intenta saltar un muro de piedra con alambre de espino que rodea el camino, se engancha y se rasga la ropa. Le dan alcance y lo golpean, aunque consigue zafarse de nuevo y pasar al otro lado del seto. Los perseguidores rodean el muro. Finalmente, a los pocos metros de iniciar su carrera, el huido es alcanzando en un camino particular, en el paraje conocido como Barranco del Cros. El tipo de la gabardina forcejea con él y vuelve a golpearle. Llega también el segundo individuo, de pelo corto ensortijado y complexión más fuerte que el primero, y logra tumbar en el suelo al que busca huir. Lo inmoviliza, echa mano del arma que oculta en su sobaco izquierdo y con la culata de la pistola le golpea en la cabeza una y otra vez. La víctima enmudece después de un primer grito de dolor, finalmente se desvanece… Lo dan por muerto. Se oyen voces y ladridos, y se encienden luces en una finca cercana al camino, provocando el nerviosismo de los dos agresores que, durante un momento, observan a la víctima. Alarmado, el hombre más fornido indica a su acompañante que desista de arrastrar el cuerpo hacia el vehículo. Deciden abandonarlo. Suben el terraplén y salen corriendo en dirección al coche. La operación ha durado algunos minutos. Mientras tanto, su otro acompañante, el tercer hombre, ha arrancado de nuevo el automóvil. Al mismo tiempo que maniobra con el volante, el conductor les pregunta qué es lo que ha pasado y se le contesta que el asunto es de máxima reserva, que son órdenes superiores. Una vez en marcha se produce un silencio y ante la nueva mirada del conductor, el que se sienta a su derecha, un tipo con cara de boxeador, resoplando todavía por el esfuerzo, le dice con tono lacónico: «Un gran servicio por España y Alemania». Se dan a la fuga, desapareciendo en la oscuridad tras la curva del camino. Sobre la pista que conduce a una finca particular próxima, la víctima yace de bruces en la tierra, malherido pero todavía con vida. Sufre una abundante hemorragia en la cabeza. A su lado queda en el suelo un sombrero de fieltro y a corta distancia de sus pies un cargador de pistola. La música de la verbena hace rato que ha dejado paso al sonido de los grillos. No deben de ser más de las tres de la madrugada del viernes 1 de octubre de 1943, Día del Caudillo.
Prólogo
La escena con la que se inicia este relato tendrá un protagonismo central en las páginas que siguen. Se trata de una reconstrucción, a partir de fuentes históricas, de los hechos de carácter criminal que tuvieron lugar aquella madrugada del primero de octubre de 1943. Confesamos que en nuestra idea original llegamos a plantearnos, en algún momento, concretar el esquema de una novela negra sobre la época de la posguerra española.
La lectura de los voluminosos legajos de un sumario judicial de cerca de dos mil páginas, con una pieza separada, nos llevó a pensar en esa posibilidad. Nos pareció que aquella información reunía todos los ingredientes que requiere un libro de este género. Pero con posterioridad, en un determinado punto de la investigación, consideramos que lo que se nos presentaba era tan ‘increíble’ –por lo menos para nosotros– o bien que contenía tal densidad de lo ‘real’ que no nos parecía aconsejable tratar de hacer ficción de unos hechos como aquellos con los que nos íbamos encontrando. De manera que la posibilidad que barajamos en un principio quedó descartada. Además, y justo es reconocerlo, de la ficción somos simples lectores.
No estamos seguros, por otro lado, que el ‘hecho real’ proporcione un valor añadido a la ‘ficción’, a pesar de que en la actualidad algunos fenómenos editoriales parecen apuntar lo contrario. Hoy existe un boom de productos literarios sobre el pasado, de gran consumo entre los lectores, a menudo trufados de ficciones sustentadas en la ucronía y el anacronismo, dos figuras que los historiadores tienen que combatir a partes iguales.
Además, no es necesario insistir, por ya sabido, en que la historia y la novela persiguen ‘objetivos’ y ‘verdades’ distintas. Y aunque podamos convenir que la historia es retórica –para los neo-escépticos lo sería, porque defienden que todo es ficción–, también debe decirse que existe más de una retórica y aquella basada en las pruebas, para nosotros, es la propia de los historiadores. Desde luego, hemos pretendido aproximarnos a la veracidad de los hechos contados –aunque no siempre resulte nada fácil establecerla– sin presentar, ni mucho menos, una supuesta verdad absoluta. A partir de escoger entre los diferentes relatos posibles, nos contentamos con habernos acercado a una interpretación verosímil de lo ocurrido.
A aquel luctuoso suceso ocurrido en el inicio del otoño de 1943 dedicaría Josep Maria Huertas Clavería alguna de sus investigaciones. El veterano periodista e historiador, fallecido ya hace unos años, volvería sobre el tema de forma reiterada durante su carrera profesional tratando de sustanciar las escabrosas circunstancias que lo rodearon. Lo hizo a través de la crónica periodística o bien del relato histórico. Para ello utilizó el sumario judicial 32.237/43 conservado en el Tribunal Militar Territorial Tercero de Barcelona, el mismo que ha servido de base para nuestra investigación. De buen principio, queremos reconocer que la inspiración para el título de este libro se la debemos a uno de los artículos que el propio Huertas publicó en la prensa escrita catalana hace ya más de una década. Otros dos periodistas barceloneses se aproximaron en algún momento a este mismo asunto desde ángulos diferentes. Lo hizo de forma breve, en unas memorias personales, el también fallecido Manuel Tarín-Iglesias y, años después, lo examinó de forma más precisa y detallada su hijo, Santiago Tarín, dentro de su crónica en rosa y negro sobre la ciudad de Barcelona a lo largo del siglo xx.
En nuestro caso, después de las primeras consultas del sumario judicial comenzamos a explorar otros archivos, a rastrear en monografías y libros de diferente temática: memorias, biografías, historias de la Repúblicay de la Guerra, sobre la frontera, los passeurs y las redes de evasión, la Guerrilla, la Dictadurafranquista, los servicios secretos y Falange. En el curso de nuestra investigación también tratamos de localizar a testigos de los hechos, pero ya ninguno de los protagonistas directos de los acontecimientos está vivo. Logramos, sin embargo, ponernos en contacto con algunos de sus familiares para recabar informaciones, pero la mayoría optaron por el silencio. Sólo el hijo de uno de los principales protagonistas de este episodio colaboró al principio de nuestra investigación, para incorporarse más tarde a ese mismo mutismo.
Es cierto que la mayor parte, aunque no exclusivamente, del material sobre el que trabajamos son documentos judiciales. Y esto también requiere un comentario inicial. Las intrincadas y ambiguas relaciones entre el juez y el historiador han sido ya apuntadas hace tiempo, entre otros por el historiador italiano Carlo Ginzburg, subrayando las implicaciones metodológicas de una serie de elementos comunes a las dos profesiones, como son el reunir y analizar indicios, pruebas y testimonios. Somos conscientes del riesgo que entraña el uso que hemos hecho del sumario, por cuanto, en su paso de lo oral a lo escrito, las transcripciones de las declaraciones de los testigos y de los imputados en el caso son ya interpretación y, por consiguiente, condicionan las interpretaciones sucesivas. A pesar de ello, a partir del material que hemos obtenido de nuestras consultas, hemos optado por reconstruir desde un punto de vista histórico un acontecimiento de la naturaleza del crimen cometido, que con posterioridad sería objeto de juicio ante los tribunales militares franquistas.
Tal vez convenga insistir en que el conjunto de nuestras narraciones está construido, en gran medida, a partir de fuentes primarias. Incluso en aquellas escenas o pasajes donde se emplea algo cercano a la técnica puntillista para describir contextos, acciones, ideas y personajes. Para facilitar la lectura del texto no hemos incorporado notas bibliográficas a pie de página.
En el apartado dedicado a las fuentes y la bibliografía se hace un elaborado comentario de todas ellas. Aunque para ampliar algunas informaciones sí hacemos uso de unas pocas notas al final del texto.
En las pesquisas de cualquier investigación policial, tal y como se ilustra en las novelas o en las películas de este género, se plantean tres cuestiones fundamentales para descubrir la causa de un crimen y de su de autoría: el medio (¿qué es lo que se utiliza?), la oportunidad (¿cuándo, en qué momento?) y el móvil (la razón por la cual se lleva a cabo). Alcanzar a responderlas y no ir más allá, harían de este libro cualquier cosa menos un libro de historia. Por esta razón, junto a aquellos interrogantes, presentes de manera reiterada a lo largo de nuestro relato, las preguntas que guían nuestra investigación son otras, son del tipo: ¿qué pasó aquella noche? ¿quién fue la víctima? ¿qué vida tuvo? ¿quiénes fueron sus asesinos? ¿cuál su pasado? ¿quién o quiénes ordenaron el crimen cometido? ¿por qué? ¿qué naturaleza tuvieron las consecuencias de aquel hecho? ¿cómo reaccionaron ante él las autoridades franquistas? Algunas de las respuestas a estas preguntas –muy condicionadas por la disponibilidad y el acceso a las fuentes que hoy se conservan– deberán considerarse en algunas ocasiones como meras conjeturas.
Para ser honestos con el hipotético lector de este libro debemos puntualizar que el asunto del que nos hemos ocupado es un episodio oscuro y poco conocido. A lo sumo habrá merecido unas líneas o una nota a pie de página dentro de algunos pocos estudios especializados. A pesar de ello, un asesinato y las circunstancias que lo rodearon han terminado constituyendo el punto de partida de nuestra investigación, si bien no cabe descartar que nuestro recorrido indagatorio nos haya conducido en cierto modo, tal vez de una extraña forma, al mismo punto inicial.
La elección de los hechos no es casual, aunque en un primer momento a los ojos del lector pueda parecerlo. Un examen detallado del caso nos ha permitido advertir múltiples hilos de una trama de acontecimientos que irán desvelando las causas y las consecuencias políticas que en la Barcelonade posguerra llegaría a tener aquel crimen. Hemos ensayado un ejercicio de microhistoria, invirtiendo la lente del ‘telescopio’, para analizar un área muy concreta del pasado. La tentativa de relacionar los diferentes fragmentos localizados que conectan un suceso concreto con la evolución general de sociedad española, nos ha permitido formular algunas conclusiones provisionales sobre determinados fenómenos que se manifestaron en la política de aquellos años.
Todas y cada una de las historias personales que analizamos (las ideas, las amistades, los contactos, los lugares que se frecuentan, etcétera) nos ayudan a retratar una ciudad ocupada desde 1939 por el ejército franquista y los diferentes cuerpos represivos que actúan en ella. Obligándonos, a su vez, a preguntarnos sobre quiénes los forman, de dónde proceden, qué persiguen, qué relaciones mantienen. Se está en plena Segunda Guerra Mundial. Es un momento histórico durante el cual la Dictadura franquista continua dando pasos, no sin ambigüedad, hacia un cambio en su política exterior, con la declaración de neutralidad ante la evolución del conflicto mundial que está arrasando Europa. La muerte del ‘espía con bragas’ sucede pocas semanas antes de las fechas en las que Barcelona es escogida por los Aliados y el Eje como escenario de un canje de prisioneros de guerra, a finales del mes de octubre de 1943. Se trataba del primero de los tres (en Barcelona, en Irún y de nuevo en Barcelona) que tendrían lugar en España en poco más de siete meses. En la Españafranquista actúan espías de los diferentes países en conflicto, de ahí que a lo largo del relato desfilen agentes nazis, espías de los servicios secretos aliados, militares y policías españoles dedicados a tareas de información y contrainformación.
En definitiva, un mundo oscuro sobre el que también hemos tratado de arrojar algo de luz. Pero lo que más nos ha interesado ha sido profundizar en las circunstancias que rodearon aquel crimen para ofrecer al lector una parte de la historia de la Barcelona de posguerra, la de los ‘vencedores’. Aunque cabría añadir que a lo largo del relato también abunda la paradójica figura de aquel que fue o bien se sintió ‘derrotado’ dentro del propio grupo victorioso. Por último, si bien esta no es la historia de un crimen o no se reduce sólo a ella, adelantamos que en cuanto a estructura, orden y forma de las ideas e interpretaciones que presentamos, los hechos sucedidos entre la noche del 30 de septiembre y el 1 de octubre de 1943 constituirán una suerte de único tema. El solo ‘tiempo’ que da forma a su manera de ‘componerse’. Por esta razón, el acontecimiento escogido será presentado a partir de varias voces y, por lo tanto, desde diferentes perspectivas.