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Àngels Martínez i Castells. El Espítiru Santo no juega limpio, o Habemus Papam cómplice de Videla
Àngels Martínez i Castells.

gaviota-en-fumarolaEl Espíritu Santo no parece jugar nada limpio con los más desfavorecidos. Cuando se trataba de echar una mano para acabar con las economías llamadas del “socialismo real” inspiró la elección de Karol Józef Wojtyła,  el papa polaco que jugó fuerte al lado de Thatcher y Regan para iniciaren Europa (y en el mundo)  la gran contrarevolución de las desigualdades. En estos momentos -muy diferentes- en que la esperanza de los humildes de cambio y liberación  parece encontrar un punto de apoyo en América Latina, la paloma (quizás encarnada ayer en gaviota carroñera que se posó largo tiempo en la chimenea vaticana por la que saldría poco después la “fumata” anunciadora) voló a favor de Bergoglio como  Papa, un jesuita argentino sobre quien el destacado periodista irlandés  Hugh O’Shaughnessy,  se pregunta si fue cómplice en la guerra sucia en su país en tiempos de la dictadura.

En su artículo, Hugh O’Shaughnessy recuerda que el dimisionado Benedicto XVI  pronunció el día de Nochebuena un mensaje sobre cómo Dios da otra oportunidad a las “ovejas perdidas en el desierto”, y equipara a dichos bóvidos descarriados a quienes formaban la élite de la Iglesia argentina en tiempos de Videla. Unas ovejas que comulgaron y apoyaron la brutal dictadura militar que tomó el poder en ese país en 1976 y se mantuvo con crueles prácticas durante años. No sólo es culpable de miles de asesinados de disidentes, y de la  venta de sus hijos huérfanos al mejor postor, sino que también asesinó por lo menos a dos obispos y a muchos sacerdotes que se mantuvieron a favor del pueblo argentino. Sin embargo, incluso la ejecución de otros hombres peóximos a la Iglesia, consiguió que temblara el apoyo de los clérigos, incluidos los representantes de la Santa Sede, hacia el criminal dirigente y dictador,  el General Jorge Rafael Videla y sus secuaces. (…)

Ningún miembro de alto rango de la jerarquía de la Iglesia argentina ha expresado pesar ni pedido perdón por la colaboración de la iglesia con los crímenes de la dictadora. La extensión de la complicidad de la iglesia en los hechos oscuros de la dictadura los desvela de manera excelente Horacio Verbitsky, uno de los periodistas más destacados de  Argentina, en su libro El Silencio, donde recuerda cómo la armada argentina, en connivencia con Jorge Bergoglio que fue posteriormente arzobispo de Buenos Aires y ahora Papa,  escondió de una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a los los presos políticos de la dictadura. Y Bergoglio los ocultó nada menos que en su casa de vacaciones, en una isla llamada El Silencio, en  Río de la Plata. Lo más vergonzoso para la iglesia argentina es que con este pasado, el nombre Bergoglio haya podido  avanzar en la votación pontificia. ¿Qué escándalo no puede llegar a producirse si el primer papa elegido  del continente americano pudiera considerarse cómplice de asesinato y de detención ilegal?

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