Nota editorial. El blog hermano En campo abierto publica unas interesantes reflexiones sobre los resultados de las recientes elecciones italianas.
Angelo D´Orsi
¿Y ahora? Me muevo en un escenario que no me agrada, entre la fastidiosa borrachera de los vencedores, las grotescas justificaciones de los perdedores, el silencio embarazoso del que pronosticaba otro resultado, y, personalmente, trato de hacer el luto, como uno más entre aquellos que votaban sabiendo que de cualquier forma iban a ser derrotados, más allá de los resultados concretos obtenidos por las listas que ellos habían apoyado. Derrotado, dado que ninguno de los contendientes expresaba mi pensamiento, y, sobre todo, porque aquel al que me sentía más próximo había elegido procedimientos y métodos típicos de una “vieja política” (no transparente, no democrática, de cúpulas dirigentes, y a pesar de todo vencida en las urnas) en la construcción del proyecto y en la configuración de las candidaturas. Como no ejerzo de político profesional, aunque sí lo estudio, en vez de quejarme, o de alegrarme, o de justificar, intento razonar sobre las causas de lo que es sin lugar a dudas una derrota quizá histórica de la izquierda, o al menos de lo que hasta ahora hemos llamado “izquierda”. Y la conclusión de esta reflexión es para mí devastadora. Me siento solo, como nunca lo he estado. Y sin embargo, las posibilidades de ver una luz existen, al menos en el plano de la simple lógica. Con un esfuerzo que no es indiferente trato de iluminar esta nebulosa situación postelectoral. Pido ayuda al “Secretario florentino”, al gran Nicolás, recordando que “El Príncipe” —la obra maestra de la teoría política de todos los tiempos— fue escrito por él exactamente hace medio milenio, a partir de la experiencia política directa y basándose en el conocimiento de la historia, las dos fuentes del pensamiento de Maquiavelo, ayuda indispensable todavía para reflexionar sobre el universo político. Y que me perdone Marx por el hábito de las once tesis.
Primera tesis: no se derrota al adversario directo ignorándolo o usando contra él el florete.