Homenaje a Pietro Ingrao que ayer cumplió 98 años: toda una vida dedicada a la emancipación de los trabajadores. Por muchos años, maestro.
Mi viejo amigo Francisco Prado Alberdi ha escuchado por la radio lo siguiente: «Si los asqueados se van de la política acabarán quedando sólo los asquerosos». Lo que siempre fue una gran verdad y, en los tiempos que corren, todavía lo es más. Pues bien, esa máxima sugiere, como mínimo, dos reflexiones: una, a las fuerzas políticas de izquierda; otra a los movimientos sociales.
Pero antes de abordar esas dos reflexiones séame permitido una premisa. Si quedan sólo los asquerosos parece claro que la derrota de los asqueados puede ser de grandes proporciones. No será sólo una derrota política sino una hecatombe contra las libertades y las condiciones de vida y de trabajo del conjunto de los asqueados y de quienes se enfrentan a los asquerosos. Una derrota sin paliativos, cuya responsabilidad estaría también en quienes han tirado la toalla. Que el cansancio y el asqueo sean justificables no impediría esa responsabilidad. Porque significaría caer en la trampa que han organizado las derechas económicas y políticas: que de la organización explícita del asqueo se pase al desentendimiento de la política que, como hipótesis, pueda cambiar las cosas. Así pues, la pelota está en el tejado de los asqueados; es decir, en el nuestro.
Primera reflexión. Las fuerzas políticas de izquierda tienen un gran desafío en que el grosor de los asqueados no desemboque en un definitivo abandono de la política. La consecuencia de ello sería, sin ningún género de dudas, que su representación caería en picado. Se me dirá, con razón, que es un argumento solamente «consecuencialista». Pero quizá sea más escuchado que otros razonamientos que podrían ser considerados como pura moralina.
Segunda reflexión. No se trata de que los movimientos sociales intervengan en la política de manera mimética a cómo lo hacen los partidos. Deben seguir siendo independientesen su programa e instrumentos, pero no indiferentes al cuadro político-institucional que puede crearse, que es necesario crear para la consecución de sus objetivos inmediatos y los de largo recorrido.
Dicho lo cual –ciertamente con pobre palabras-- me atrevo a indicar la existencia de una analogía entre la política y los movimientos: el objeto de su acción colectiva no es ellos mismos, sino la gente de carne y hueso. Algo parecido nos lo dijo un griego famoso de tiempos antiguos: el objetivo de la medicina no son los médicos sino la salud del común de los mortales. Sacar las conclusiones debidas de este aforismo podría ayudar a una nueva relación entre unos y otros; una nueva relación entre diversos donde no existe ni subalternidad ni ventrílocuos camuflados.
Radio Parapanda. Este blog se adhiere al Apoyo Nacional para Ada Colau