La política de bajo vientre del ministro Wert recibió ayer una rotunda desautorización en las calles y plazas españolas. Más todavía, pocas horas después del conflicto el ministerio declaraba que posponía la aprobación del anteproyecto de ley previsto para el Consejo de ministros de hoy, viernes. Cierto, no es la retirada del proyecto. Pero ello no impide, más bien autoriza a hablar de primer éxito de la convocatoria. Sin echar las campanas al vuelo, pero conscientes de que la altanería de este Wert, especialista en ensalzar sus propios desaguisados, ha sufrido un buen golpe en la cruz de sus pantalones.
La movilización fue un ejemplo de cómo se teje una amplia alianza social, que fue capaz de anudar todos los sectores de la enseñanza –desde las escuelas infantiles hasta las universidades— por primera vez en la historia. Unidad social de masas entre estudiantes y profesores, familias y amigos de las enseñanzas públicas. Ayer, parece claro, el pulso lo perdió Wert, vale decir el gobierno que, sólo a última hora, organizó el regarte táctico de retrasar la aprobación de la ley. Lo que da un respiro para seguir la contestación multitudinaria y transformar esta victoria parcial en la derrota del gobierno.
Observo que, en los últimos tiempos, se está produciendo una serie de movimientos, así en el gobierno como en el partido que le apoya, cuyo alcance no estoy todavía en condiciones de desarrollar. Me refiero a la aparición de desacuerdos sonados tanto en la ley del aborto como en este texto de Wert. Sin duda es otra expresión del nivel de la presión de masas y de la propia soledad parlamentaria del Partido popular. Ya veremos en qué queda todo ello.
Por último: debemos decir, sin ningún tipo de tapujos, que el desarrollo de la convocatoria tuvo unas características desiguales: de un lado, las manifestaciones oceánicas de calle y, de otro, una participación en los centros que no estuvo a la misma altura. Este es un elemento que se viene repitiendo en las últimas convocatorias y al que –dispensen mi intromisión afectuosa— no se le ha dado la suficiente importancia. Es más, no se ha prestado atención alguna. En reportajes televisivos y crónicas radiofónicas hemos oído a no pocos enseñantes decir que «estando en contra de la ley no harían huelga»; y, a continuación, estas mismas personas nutrir con su presencia las manifestaciones de calle. Lo que debería plantear, de cara a la continuidad necesaria de esta presión sostenida, qué táctica es la más conveniente.