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José Luis López Bulla LA ECONOMIA IMAGINARIA, EL MUNDO FICTICIO DE LAS FINANZAS.
José Luis López Bulla

Pongamos que un productor de trigo vende la futura cosecha del año próximo a un intermediario. Con ello, ambos se aseguran sobre las hipotéticas variaciones de precio del mercado supeditadas al estado del tiempo en diversas partes del mundo, pero ambos asumen también un riesgo si sucede lo contrario de lo que prevén. Para evitarlo, ambos se garantizan un margen de maniobra con sus respectivas aseguradoras. Y ambos acuerdan con sus respectivos bancos los créditos necesarios para la producción y para su compra llegado el momento. En ambos casos la garantía es el trigo, que por ahora aun es inexistente.

Ambos bancos crean productos de inversión en donde colocan los mencionados créditos y los venden a inversores internacionales. Estos a su vez temiendo ciertos movimientos bursátiles firman swaps que les fijan el precio a un nivel que consideran más seguro.
Todo esto ocurre mientras las acciones de las empresas afectadas, productora, intermediaria, aseguradoras, bancos, inversores, etc. cotizan en el mercado en función de sus resultados y (¡ay!) de ciertas expectativas sobre las monedas en que se realizan las operaciones, sobre la evolución futura de los mercados, entre ellos los del trigo, y varias hipótesis de gran diversidad.

Lo cierto es que el trigo está por plantar, por crecer y por recolectar. Y mientras se han realizado docenas de anotaciones contables en el debe y en el haber que sumadas dan una cifra inmensamente mayor que el valor teórico del trigo inexistente.

El asunto puede terminar con una buena cosecha en la zona de nuestro productor y mala en otras, con lo cual la jugada sale muy bien para casi todos. O puede ser al revés, una mala cosecha aquí y buena allá. Con lo que se tiene garantizado un flujo de pérdidas a través del mundo y una ristra de impagados que la sigue. También puede ocurrir que haya exceso de trigo en todas partes, con un precio a la baja para todos. O al revés, poco trigo en todas partes, insuficiencia en el mercado y alza de precios a niveles imprevisibles.

El hecho es que sobre la base de una hipótesis hemos montado un enorme tinglado financiero que se nos escapa de las manos por el simple hecho de si llueve o no, aquí o allá.

Cambien ustedes el trigo por cualquier otro bien necesario y pueden llegar a lo mismo. Incluso pueden inventar algo completamente inútil y tener una concatenación de hechos parecida, aunque con mayor garantía de final amargo para muchos.

Podemos deducir que la creación de productos financieros alejados de la realidad productiva o consumidora real nos impulsa a un mundo en donde el dinero anotado, no el de curso legal, se crea y de destruye en grandes cantidades por razones que poco pueden tener que ver con la última causa de todo, en el ejemplo, el trigo.

Es como en el caso de nuestra crisis doméstica, el asunto de las preferentes, de algunos derivados vinculados a las hipotecas y otras cosas casi innombrables. Se creó un monstruo inmobiliario basado en la ficción de que la demanda nunca aflojaría y que los precios en el mercado seguirían subiendo siempre manteniendo un alza permanente. Se trasladaban deudas o promesas de pago de bancos a inversores, a clientes, se firmaban hipotecas imposibles sobre ingresos familiares inventados, se construyeron complejos de viviendas y oficinas en donde no había ni demanda, ni agua, ni actividad económica que se vendían como rosquillas en los mercados financieros con flujos de deudores y acreedores creyentes en que dios existe y está conmigo.

Cuando el caldero revienta por la presión solo se salvan aquellos que salieron de el antes del estallido, los demás terminan pringados o pringándose entre ellos.

La historia de las finanzas está llena de ejemplos de casos parecidos o no, pero todos basados en el ansia de lucro fácil, rápido e incesante.

Mientras tanto, la economía real, la que produce y consume bienes y servicios realmente utilizados por la ciudadanía puede languidecer falta de recursos financieros.

Incluso se ha llegado disponer de unos capitales móviles, es decir centrados en las inversiones a cortísimo plazo e intrínsicamente financieras, que superan en mucho el valor real de las economías mundiales. De hecho tenemos capitales dando vueltas sin recalar en ningún sitio útil para la humanidad y cada vez más grandes.

De hecho, un huevo ya no es un huevo. Probablemente sea un apunte contable que aparece en rojo o en azul en dos mil empresas mundiales que se ganan la vida con ligereza mental y rápidos codazos financieros apoyados sobre la delicada cáscara del huevo.

Así vamos. No se alarmen, ni acumulen trigo.

Lluís Casas pensando como especular con el aire envasado al vacío.

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