“SEARCHING FOR SUGAR MAN” (1)
Aunque algunos críticos de cine hayan confundido a John Ford con Dios (con letra mayúscula) y a pesar de mi pasión cinéfila, debo reconocer que una película no te cambia la vida, al menos para los que son puros espectadores. Aunque dicho eso, afirmo que una película si puede cambiarte una tarde y probablemente una semana.
Tampoco es que un film pueda cambiar el mundo, el ejemplo más claro es “El acorazado Potemkin”, filmado después de la revolución de Octubre o Noviembre, como ustedes quieran, y no antes.
De hecho, cuando me siento algo melancólico me pongo en el ordenador “The quiet man”, “El hombre tranquilo” aquí para nosotros, de Dios como ustedes saben. Y cuando la melancolía es substituida por algún otro trastorno no traumatológico busco inmediatamente “The Searchers”, “Centauros del desierto” para los residentes en esta parcela. Película también provinente de Dios, como habrán adivinado, y en caso de que no lo supieran.
En ambas situaciones, el asunto rehabilitador funciona bastante bien y la Irlandade Inisfree o el Monument Valley americano transfieren al espectador la fuerza, el buen humor o la adrenalina necesarias para continuar el camino a la perdición.
Todo esto viene a cuento por que hoy lunes, aprovechando las substanciosas rebajas de los Verdi de Barcelona, hemos pasado la tarde viendo con evidente placer la película que encabeza el artículo (director Malik Bendjelloul). Si ustedes no han tenido ocasión aún de verla o simplemente no estaban al caso, hagan lo que yo y vayan. Les garantizo que el gasto, si se lo pueden permitir, vale la pena.
Se trata de un documental escarizado de dirección y producción sueca sobre el extraño caso del cantante americano-mexicano Sixto Rodríguez, ignorado en su patria y aclamado en Sudáfrica. El hombre ha estado recientemente en Barcelona en la Primavera Sound, lo que da confirmación a su existencia y realidad. No voy a relatarles el excelente guión y sus giros vitales, todo y que no se trata de un film de suspense, pero algo hay que dejar a la sorpresa en la sala oscura.
No solo se trata de música, de la rebelión americana de los setenta, de los rozamientos por calentura en la Sudáfrica del apartheid. Se trata de la dignidad humana, de un sentido de clase no exactamente marxista, pero casi y de la relatividad de las cosas mundanas para quien lo importante no está fuera sino dentro de uno mismo.
Lluís Casas y yo.
PD. Por si acaso, ya ven que no confío mucho en ustedes, aquí va el resumen que Film Affinity ha hecho:
A finales de los años 60, un misterioso músico fue descubierto en un bar de Detroit por dos productores que quedaron prendados de sus melodías conmovedoras y de sus letras proféticas. Grabaron dos discos que ellos creían que situarían al artista como uno de los más grandes de su generación. Sin embargo, el éxito nunca llegó. De hecho, el cantante desapareció en la oscuridad en medio de rumores sobre su horripilante suicidio encima del escenario. Mientras la figura del artista se perdía en el olvido, uno de sus vinilos llegó a la Sudáfricadel Apartheid, multiplicándose por todo el país en grabaciones piratas, y durante las dos siguientes décadas Rodríguez se fue convirtiendo en un fenómeno, en un icono de la libertad y el "anti-establishment". Mucho tiempo después, dos fans sudafricanos se empeñaron en averiguar qué pasó realmente con su héroe. Su investigación los condujo a una historia aún más extraordinaria sobre el mito del artista conocido como "Rodríguez". Esta es una película sobre la esperanza, la inspiración y el poder de la música. (FILMAFFINITY)