Nota editorial. Enviado por nuestro corresponsal en la reciente manifestación sindical en Roma.
Escribe: Sandro Bulla
Hacía tiempo que no se veía una manifestación sindical de estas características y proporciones en Roma. Sábado, día 22, un océano de trabajadores de todas las profesiones y categorías, con o sin empleo, jóvenes y jubilados desfilan unitariamente siguiendo la convocatoria del sindicalismo confederal: CGIL, CSIL y UIL.
Hacía diez años que el sindicalismo italiano no sólo estaba dividido sino confrontado entre sí. Ni siquiera el berlusconismo les había procurado una redimensión de sus relaciones. Todo ello se había traducido en que la parábola sindical estaba en su punto más bajo. Hasta que llegó un momento en que la cuerda se tensó de tal manera que la cosa estaba a punto de llegar a un punto de no retorno. Por fin se impuso el buen sentido común: no pocas voces, desde distintas geografías sindicales llamaron a la cordura. Y empezó una vereda unitaria: primero fue la firma de un acuerdo, que este blog publicó en su día, REPRESENTACIÓN Y REPRESENTATIVIDAD SINDICAL EN ITALIA; después los trabajos preparatorios para la convoctaria de la manifestación romana. Colectivamente se dijo «hágase la manifestación, y la manifestación se hizo». Y Roma se vistió de Barcelona (aunque hubo otros que dijeron que de Madrid) con el color de la unidad de acción.
El lema de la manifestación fue «lavoro é democrazia»: trabajo es democracia. Es decir, una relación que expresa algo muy fuerte. Para explicarlo ahí está el discurso de Susana Camusso, la primera dirigente de la CGIL. Antes de empezar la manifestación la saludamos y el joven Simón Muntaner le dijo desparpajadamente: «Compañera, que esto dure». Y la Camusso nos respondió: «Sí. Después quedamos para tomar un neroni».