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José Luis López Bulla GIBRALTAR ESPAÑOL
José Luis López Bulla
Mariano Rajoy, El Empecinado Chico, acosado por los cuatro puntos cardinales revisita un problema añejo: Gibraltar. Se trata de una serpiente de verano que intenta tapar su último fracaso en el Parlamento. Vuelve, pues, un intento de «mirada clara y firme, y la frente levantada» de aquellas viejas montañas nevadas de la España oficialmente azul.

Recuerdo, cuando era niño chico, que me indignaba que aquel peñasco estuviera en manos de los ingleses. Era algo que no entendía porque algunas mujeres santaferinas se ganaban la vida haciendo estraperlo (léase hoy contrabando) acarreando desde Gibraltar medias de seda, pastillas Roter contra los dolores de estómago, currucos de tabaco Jorge Russo y otras cosas que no vienen a cuento. No lo entendía. Y, sobre todo, me indignaba: no hay que subestimar los berrinches de un chavea de diez años. Así es que busqué explicaciones de gente informada. Don José Viera, reputado maestro nacional, me dijo: «No vale la pena que te metas en eso, Pepe Luis, son gabinas de cochero». Mi padre adoptivo fue más taxativo: «Bah, eso son pollas en vinagre». Pero ninguna de las dos me sacaba del apuro: es la cabezonería de los niños.

Hasta que alguien me sacó del apuro: el único falangista del pueblo, un mozuelo de treinta años que siempre iba vestido de falangista –camisa azul, pantalones cortos, boina de carlista--  fue sorprendido pintando en una pared (blanca como el Picacho del Veleta) un letrerillo que decía “Gibraltar español”. ¿Será guarro el tío? Y encima lo ha pintado en la pared de Josefica La Consecuencias, prima segunda de mi padre, que se ganaba la vida muy precariamente. O sea, el falangista no hacía sus necesidades pictóricas en la casa de los ricos. Y fui pensando que aquello, al margen de los ingleses, era algo más que pollas en vinagre.

Más adelante el servicio de propaganda del régimen indujo a un joven cantante, aquel relamido José Luis y su guitarra a grabar un disco, Gibraltar, que no paraba de sonar en la emisora falangista de Granada. Dejo constancia que en ninguno de los guateques que asistí sonó aquello: la razón principal era que donde estuviera Renato Carosone, aquel pintamonas no tenía cabida; y también porque ya sabíamos algo más de las cosas de la vida.

A estas alturas, Mariano El Empecinado Chico y el clan de los Genoveses desempolvan el pasado. Pero no es descartable que también algún humorista añada algo, si aparece la vieja pintada, recordando la humorada de aquellos viejos tiempos. Quien puso «Gibraltar Español» puede encontrarse con la reedición de aquel, no menos famoso, Gibraltar 1 – Español 0. Atención, todo el pueblo supo quien fue el que transformó aquella consigna en un resultado deportivo.    




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