Nota del blog. Esta segunda entrega es la continuación de El golpe de Estado de los bancos y los gobiernos. La publicación original está en la revista http://www.sbilanciamoci.info/. Traducción de JLLB.
Luciano Gallino En el sistema político han contribuido a la crisis, desde los años ochenta hasta nuestros días, cuando elaboraron a través de los Parlamentos los fundamentos legales y un buen número de miembros de los gobiernos norteamericanos y de la Unión Europea; también dirigentes de organizaciones intergubernentales, como por ejemplo de la Comisión Europea. Y jefes de Estado, entre los que destacan Bill Clinton y, en su día, François Miterrand.
A todo ese largo elenco le siguen dirigentes de partidos políticos y parlamentarios que han apoyado las directivas de la Unión Europea, votando unas leyes como remedios seguros contra la crisis, mientras que en realidad la estaban agravando. Si las estructuras eran el escenario y la trama que necesitaban los actores económicos y políticos para asegurar que el drama tuviese lugar, los propios actores tenían necesidad de ayudantes con el fin de identificar mejor, legitimar, alimentar y seguir paso a paso –durante años y decenios— las líneas de acción que condujeron a la crisis.
A dicho juego se prestaron de manera directa los traders, moviendo trillones (en dólares y euros), en transacciones financieras diarias que multiplicaban por millardos el dinero que ganaban en cada transacción con el apoyo del high frequency trading, capaz de concretar por vía informática decenas de miles de operaciones por segundo, llevándose los bancos substanciosos beneficios; los expertos en la confección de títulos estructurados, cuyo origen eran millares de hipotecas de origen incierto; los bufetes de abogados que construyeron el ropaje jurídico de los títulos: sociedades creadas por los bancos para situar fuera de los balances los créditos que les han sido concedidos y, así, poder conceder otros.
Mientras, en papeles indirectos, ha habido una multitud de consejeros económicos, de jefes de gobierno y jefes de Estado; los economistas que han inventado y propuesto a las entidades financieras, enseñando en las universidades y escuelas de administración empresarial las teorías del riesgo, de los mercados de capitales, las funciones del dinero o de la moneda más idónea para orientar las acciones de los dirigentes financieros o conferirles apariencia científica. A ellos se han añadido intelectuales que han elaborado el corpus ideológico, formado en gran parte en las doctrinas neoliberales, orientado a demostrar la superioridad, no sólo técnica, sino incluso moral del Homo oeconomicus en todos los sectores de la vida social.
A causa de los defectos estructurales del sistema financiero, conexos a los del sistema productivo, que el personal político y económico ha contribuido a crear y agravar –en el segundo caso por la clara incapacidad de afrontar la situación, sobre todo en el tema del empleo-- la crisis que se inició en 2007 ha devastado la existencia de un inmenso número de personas en los países desarrollados. Sea cual fuere el indicador que se utilice esa dramática situación se refiere a millones de personas. Millones de personas que ha perdido su trabajo y ahora intentan recuperarlo: a finales de 2011, sobre 36 países, solamente 6 registraban una tasa de empleo igual o más alto que en 2007. En el resto había disminuido, y la OIT estima que difícilmente volverá a niveles anteriores a la crisis antes de finales del 2016 o más allá: esta es una previsión que en 2013 parece como demasiado optimista. Si sumamos los desempleados que buscan activamente empleo a los que lo buscan (después de muchos intentos sin conseguirlo), se trata de 50 millones de personas que, poco más o menos, están a medias entre los Estados Unidos y la Unión Europea. Se corresponden con la clase obrera y las capas medias. La OITha estimado que en 2012 el 40 por ciento de los desempleados estuviera sin ocupación más de un año. En la Unión Europea (la de los 27), Eurostat estimaba que en febrero de 2013 los desempleados eran más de 26 millones; en el año 2000 eran menos de 20 millones. En la misma fecha, en Italia y Portugal el desempleo juvenil (de 15 a 24 años) rozaba el 40 por ciento; en España y Gracia superaba el 55 por ciento.
Añádase a todo ello que el retroceso de la tasa de desempleo, la cantidad de ocupación que todavía tenemos esconde el empeoramiento de la calidad de está última. De hecho, casi todos los países desarrollados han reducido en los ultimos años los dispositivos de protección del trabajo por tiempo indefinido; por ello, los jóvenes (e incluso los menos jóvenes) han encontrado trabajo aceptando contratos de breve duración, pagados de manera miserable: son los que caracterizan el universo del empleo precario. Desde hace tiempo, el 80 por ciento de las nuevas contrataciones tiene esa característica de contratos.
(Mañana continúa)