Aunque la victoria de los vecinos del barrio burgalés de Gamonal es momentánea, podemos sacar algunas conclusiones provisionales. No me extenderé en el relato de lo que ha sucedido porque quien lea este ejercicio de redacción tiene cumplida y suficiente información.
Partimos de un hecho incontrovertible: Gamonal ha derrotado de momento al alcalde de Burgos. Sin embargo, hilando fino deberíamos considerar que esta victoria vecinal va lejos del recinto donde se han librado tan importantes movilizaciones. Apuntan a un duro revés de los comportamientos y prácticas termidorianas de esa forma de gobernar que afirma testarudamente que la presión popular no hará cambiar lo que ya se ha decidido en el Palacio. Este es un latiguillo (algo más que autoritario) que frecuentemente utilizan cacofónicamente no sólo el Partido Popular sino demasiados líderes europeos. Por otra parte, puede ser que estas movilizaciones sean un anticipo contra la vergonzosa ley de seguridad ciudadana. O, lo que es lo mismo: la ciudadanía no parece amedrentarse.
Vale la pena señalar que la presión vecinal que ha negado la alcaldada ha propuesto, simultáneamente, una alternativa: lo prioritario ahora mismo es cubrir las deficiencias en infraestructuras sociales del barrio. Ha sido, pues, una lucha propositiva que, por lo general, está en la mejor línea de los enfoques de los movimientos vecinales. Esto es lo que ha desnudado al alcalde burgalés.
La mayoría de los analistas coinciden en su miopía cuando afirman el carácter «espontáneo» de estas acciones colectivas. El error de este enfoque (que sospechosamente se repite en muchas ocasiones) estriba en considerar que sólo las movilizaciones de los sujetos tradicionalmente organizados son las únicas que tienen pies y cabeza, esto es, líderes capaces de mediar y negociar. Ahora bien, en Gamonal se ha dado algo que desmiente rotundamente esa (interesada) afirmación: la asociación de vecinos de la barriada ha sido el agente principal de la protesta, momentáneamente victoriosa, que se ha basado en una consistente unidad social de masas; ese agente se ha enfrentado a un proyecto municipal y a la forma autoritaria de querer llevarlo a cabo.
Por lo demás, la experiencia de Gamonal ofrece otras enseñanzas de no menor calado: que es posible en este marco de extremada dureza gubernamental conseguir victorias, aunque sean parciales. Un incompleto elenco de ello está en las recientes experiencias de la sanidad madrileña, que no son moco de pavo. El problema, sin embargo, que sigue pendiente es: ¿qué implicación tienen esos movimientos de masas en un cambio institucional de relaciones de fuerza en nuestro país y cómo se traduce el evidente malestar en un nuevo cuadro político en España?
Tiempo al tiempo, y nosotros en ese tiempo.