Nuestros lectores ya conocen el «Piano del lavoro» que ha elaborado la CGIL, el documento más ambicioso desde hace más de cincuenta años del sindicalismo italiano: Crear trabajo para dar futuro y desarrollo al país. Desde luego, la gravedad de la crisis económica exigía una respuesta fuerte y nuestras amistades italianas han hecho un esfuerzo considerable. En las líneas que siguen –a riesgo incluso de pecar de entrometido e impertinente-- me propongo dar algunos puntos de vista, recuperando algunos aspectos de mi intervención en un encuentro informal celebrado en Barcelona, comiendo con el compañero y amigo Gaetano Sateriale, reputado dirigente de la CGIL. Fueuna reunión de viejos amigos organizada por Quim González, que ofició de maestro de ceremonias.
1.-- El Piano del Lavoro, ya se ha dicho, tiene una ambición a la altura de los problemas gravísimos de la crisis. Más todavía, representa de verdad y no retóricamente poner en el centro de la acción sindical un desafío que se orienta a la vida económica y política de Italia. Precisamente por ello –dije en aquel encuentro y lo reitero aquí-- que una estrategia de este calibre podría tener muchísimas dificultades ya que es obra exclusiva de la CGIL, esto es, en su elaboración no han participado los otros dos grandes sindicatos, la CSILy la UIL. Asílas cosas, me parece oportuno que alguien conteste a lo siguiente: en todo lo atinente a la propuesta, ¿estos dos sindicatos serían colaboradores obligados, sujetos indiferentes o meros bomberos?
Por otra parte, no es cuestión menor que el plan –de marcadísimo tinte neokeynesiano-- va en dirección contraria a las políticas neoliberales que vienen de Bruselas y, presumiblemente, de las políticas prevalentes del gobierno Letta y, ¿quién sabe?, de los planteamientos del futurible Matteo Renzi, que hasta la presente no se ha destacado por su relación con los sindicatos. Más todavía, no está claro qué fuerzas parlamentarias lo mirarán con suficiente simpatía. Sería una novedad que el Partito democratico le diera apoyo o, al menos, no le pusiera la proa.
Pero, de entrada, cabe suponer también que el resto de los sindicatos no tenga por dicha propuesta una simpatía (o, por lo menos, una interferencia) a las gigantescas medidas propuestas por el sindicato de Susanna Camusso.
2.— En el «Piano del lavoro» aparece sólo de manera oblicua la negociación colectiva. O, lo que es lo mismo: una relación insuficiente del conjunto de sus medidas con la «condición del centro de trabajo», lo que antaño referíamos como «condición de fábrica», especialmente cuando el «Piano» insiste, con razón, en el necesario camino de la innovación tecnológica. Si esto es así, ¿cómo se compatibiliza la negociación colectiva y, especialmente la política salarial, con la potente ambición de las medidas que se proponen? Y, en ese sentido, ¿a través de qué mecanismo real, no abstractamente desiderativo, se vincula la acción concreta en el centro de trabajo con el Plan? Entre paréntesis, tengo para mí que esta (en mi opinión) separación entre negociación colectiva y Piano del lavoro podría comportar (repito, «podría») una desubicación de las federaciones con relación al Piano. Sería el ojal desabrochado de Goethe: «Si no encuentras el primer ojal, ya no conseguirás abotonarte bien el abrigo». Toda una filosofía doméstica que nunca fue valorada como se merece.
No es baladí lo que estoy planteando: yo viví, desde lejos, los avatares de la política del EUR, enero de 1978, (que, en todo caso, tenía la ventaja de ser unitaria). A posteriori, no pocos dirigentes sindicales de la CGIL (Trentin entre ellos) afirmaron que una de las limitaciones del Eur fue la escasa relación de aquel planteamiento general con la «condición de fábrica». Una de las observaciones críticas de Trentin fue: «que la opción del Eur […] no estuvo relacionada con los temas de la fábrica, de su transformación, de la organización del trabajo […] que hubiera podido dar cuerpo y piernas a la lucha por la ocupación» (Il coraggio dell´utopia, entrevistado por Bruno Ugolini, Rizzoli, 1994). Naturalmente, las dos situaciones (1978 y 2014) son diversas. Y puede ser que los sindicalistas de la CGIL hayan sacado de antaño jugosas enseñanzas de aquel abrigo del EUR, que no estuvo bien abotonado.
3.-- No menos ambiciosa es la propuesta fiscal. Es un texto que pone patas arriba la cuestión fiscal. No era para menos. En todo casa, me permito otra impertinencia: en un momento dado se hecha mano a la famosa leyenda de «quien contamina, paga», posiblemente sacado del viejo archivo de los años setenta y ochenta. Me permito sugerir que se trata, además, de un pernicioso resarcimiento que debería ser eliminado del texto en aras a otra formulación más feliz. Se trata de no contaminar. Digo yo.
4.-- Entiendo que los amigos de la CGIL están todavía a tiempo de reorientar el texto para que CSIL y UIL puedan coparticipar en una propuesta definitiva. No es cosa de poca monta que todo el sindicalismo confederal italiano asuma unitariamente la imprescindible tarea de crear empleo, especialmente cuando las cosas, ahora, parece que van mejor en las relaciones sindicales. Llamadme gruñón entrometido, pero uno de los nuestros nos enseñó a todos que «ninguna diferencia, por grande que sea, puede justificar y hacer que se ignoren las consecuencias de la división para los trabajadores y el país». Lo dijo Luciano Lama en su magnífico libro Cari compagni (Ediesse, 1966). Ahí está el detalle: en las consecuencias de la división, que no serían otras en este caso que la propuesta de la CGIL fuera papel mojado. Alguien tenía que decíroslo.
Radio Parapanda. El lector más exigente puede leer el texto íntegro del «Piano del lavoro» en su versión original aquí: Testo integrale.