El empuje del movimiento por el derecho a decidir de Cataluña, que no es otra cosa que el derecho a la autodeterminación de las naciones, ha provocado mucha desorientación y reacciones muy diversas en las izquierdas españolas, pero también en las catalanas. Tratemos de sacar el agua clara de lo que mucha buena gente vive como un embrollo que aparentemente no va con ella.
Comencemos recordando que desde 2010 y la Sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, no ha parado de ampliarse un movimiento soberanista de carácter masivo, organizado territorialmente, y que tuvo en la manifestación de 11S de 2012 y la Vía Catalana del 11S de 2013, organizadaspor la Assemblea Nacional Catalana (ANC) sus expresiones más multitudinarias. El gobierno de Catalunya, en manos del nacionalismo conservador de CiU, con el apoyo de una amplia mayoría del Parlament (CiU, ERC, ICV-EUiA y CUP), ha recogido el guante de este movimiento planteando una consulta para el 9 de noviembre de 2014. La pregunta, caso de llegar a realizarse, sería doble: si se está de acuerdo en que Catalunya sea un estado y, en su caso, si se está de acuerdo en que sea independiente. Una aplastante mayoría de la población y la sociedad civil de Catalunya está a favor de la consulta, una amplia mayoría de la población catalana votaría sí a la primera pregunta y ya es mayoría la que también votaría sí a la segunda.
El estado español, con el acuerdo de los dos grandes partidos dinásticos PP y PSOE, se ha cerrado a la celebración de la consulta y a hacer posible un diálogo sobre el futuro político de Catalunya desde el acuerdo. Han anunciado que, y están dispuestos a ello, prohibirán la celebración de la consulta. Es, por tanto, poco probable que la consulta se llegue a realizar. En la hoja de ruta del President Mas está celebrar unas elecciones autonómicas en lugar de la consulta si esta es, como todo indica que ocurrirá, impedida. Esto le permitiría intentar sacar provecho, aunque ERC apunta como la próxima opción mayoritaria en el escenario electoral.
Hay dos aproximaciones que enturbian la cuestión y sitúan mal el debate.
1- La aproximación identitaria y la aproximación antinacionalista. Según esta aproximación desde lo sentimental lo que estaría en juego serían los lazos afectivos de millones de personas con orígenes, familias y amigos en el resto del estado. Ante la perspectiva de una votación sobre una ruptura con todo eso, que es parte de ellas mismas, muchas personas reaccionan de una manera obcecada y defensiva. El posicionamiento respecto a las preguntas de la consulta se convierte en el centro del debate. El rechazo al nacionalismo (tanto español como catalán, que se retroalimentarían) y como hace de la cuestión nacional una cortina de humo para desviar la atención de la corrupción, las políticas de austeridad, la destrucción de las políticas de bienestar y las políticas represivas y de recorte de derechos y libertades
Esta aproximación contiene dos elementos a tener en cuenta: a) es cierto que el movimiento se ha intentado usar como cortina de humo desde el gobierno de la Generalitat, aunque lo cierto es que esta estrategia sólo tuvo un éxito muy parcial (1), si se puede llamar éxito a mantenerse en el gobierno a costa de sufrir un importante retroceso electoral en las elecciones anticipadas de 25 de noviembre de 2012. A pesar de la cultura mediática e institucional dominante, el derecho a decidir va, para la mayoría de los catalanes, unido al rechazo a los recortes y a una intuición rupturista. b) cualquier solución a la cuestión planteada, debe tener en cuenta y tratar con delicadeza la complejidad identitaria y los lazos de todo tipo forjados durante muchos siglos de dominación, pero también de lucha, de los pueblos que hoy componen el Reino de España.
2- La aproximación axial. Según esta aproximación aplastantemente dominante en el relato mediático e institucional catalán, habría tres campos de juego o ejes, autónomos, cada uno con sus alianzas y sus lógicas. Esto es el eje nacional, el eje democrático y el eje social. El derecho a decidir (formulado, no lo olvidemos, en la Casa Gran del Catalanisme, la gran operación de CiU para reconectar socialmente y construir una propuesta política alternativa al tripartito) articularía el eje nacional y el democrático. La realización o no de la consulta y su curso político-institucional (ley de consultas, declaración unilateral de independencia, elecciones plebiscitarias) aparecen como preocupaciones centrales.
Esta aproximación acepta el conflicto nacional como asunto autónomo y hace abstracción del contexto histórico, de la crisis política, de la crisis de régimen político en marcha en el Reino de España y en la UE, fruto de la crisis del capitalismo financiarizado y el fin del pacto de clases en Europa. Sólo un dato: el mismo día que el Parlament de Catalunya, espoleado por la manifestación del 11S de 2012, aprovaba una declaración por el derecho a decidir, en Madrid decenas de miles de personas rodeaban el Congreso en un acto de impuganación de un régimen político incapaz de hacer frente a la crisis social y dar soluciones a las demandas democráticas que emergieron con el movimiento 15M.
A mi entender, ambas son formas de abordar el debate que dejan en manos de las élites la dirección política e ideológica del "proceso" soberanista, permitiéndoles usarlo como cortina de humo de su acuerdo fundamental con la gestión neoliberal de la crisi, las políticas de austeridad y empobrecimiento de las mayorías e intentar reconducir como se pueda una situación potencialmente rupturista.
La cuestión que hay sobre la mesa es una crisis de régimen político y si es posible plantear una ruptura democrática con la Segunda Restauración Borbónica que permita la democratización del estado, democratización de la economía y autodeterminación para sus pueblos, así como abrir una perspectiva rupturista a nivel regional en Europa. La alternativa ante el actual descrédito de las instituciones es una reforma que permita la continuidad del dominio oligárquico sobre la vida económica, social, política y cultural, una reforma que permita consolidar y profundizar los retrocesos que nos han impuesto en esta gestión neoliberal de la crisis. El sí se puede o el es lo que hay. No nos dejan otra opción que dar esta batalla. Nada sería más irresponsable que no darla.
El movimiento democrático de todo el estado debe entender que la lucha por el derecho a decidir de los pueblos de España es la misma lucha que la lucha por una democracia política y económica que arrebate a la oligarquía su poder, una misma lucha por la ruptura democrática con el régimen político de la Segunda Restauración Borbónica, un régimen que se sustenta en el no reconocimiento de la plurinacionaidad y en la monarquía borbónica. Un régimen de las oligarquías y subordinado a la tutela de las potencias europeas.
Es por todo ello que hay que profundizar la contradicción y desafío democrático al régimen que supone el derecho a decicidir del pueblo de Catalunya. ¿Cómo? Con un acto de desobediencia civil el 9 de noviembre organizando y celebrando desde las organizaciones de la sociedad civil, pero también desde instituciones desobedientes, la consulta en Catalunya.
Pero también sería necesario visualizar la crisis de régimen y la lucha democrática en el resto de pueblos del estado, para hacer comprender que no hay un conflicto entre España y Catalunya, sino entre un régimen político opresivo y agotado, que se ha desecho de sus aspectos más democráticos y avanzados, y unos pueblos y una ciudadanía que quiere romper con él y abrir procesos constituyentes para autodeterminarse, para decidir sobre sus vidas. Así, el 9 de noviembre debería haber urnas en el resto del estado para una consulta social sobre la necesidad o no de abrir procesos constituyentes que den el protagonismo a la mayoría (2).
Luis Juberías Gutiérrez
Barcelona, 13 de abril de 2014
(1) Tampoco para el nacionalismo español parece que rinda buenos réditos en esta ocasión el soberanismo catalán. Ante una mayoría tan apabullante que afirma la soberanía catalana, el discurso unitarista deviene absolutamente impotente e incapaz de presentar una solución realista.