LOS PREMIOS NOBEL ESPAÑOLES
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Algunos políticos de la derecha más selvática han propuesto que se proceda a un examen de españolidad para dar permiso de residencia a los inmigrantes. Esto es, el conocimiento de las cosas de España debería figurar como un requisito obligatorio. Se sobreentiende que en ese temario deberían entrar desde la receta de los ricos piononos santaferinos, que el maestro confitero Ferino Isla elevó a las cumbres del Parnaso, hasta la longitud del cerebro de Paquirrín Rivera (llamado Kiko por sus amigos, conocidos y saludados), pasando por quién inició la jugada del afamado gol de Zarra contra inglaterra y el nombre del astado que mató a Manolete en la plaza de Linares. Del examen quedarían exentos ciertos temas que sólo interesan a los saltimbanquis y talabarteros de regadío. Por ejemplo, quién inventó las pastillas koky (de mentol penicilina) o las no menos famosas Juanola; tampoco figuraría en el elenco las aventuras y desventuras del beato Bárcenas. Ni por supuesto las vidas y milagros de literatos patrios, más o menos famosos, según los tiempos pasados y presentes. La razón es simple, en estos casos ni siquiera determinados dirigentes políticos serían merecedores de tan significativa distinción.
Dejemos al margen a Esperanza Aguirre que dijo no conocer a doña Sara Mago, pues don José es, como bien se sabe, de nación lusitana. Pero no podemos pasar por alto al heredero de la Aguirre. Este caballero, discurseando sobre la españolidad de los toros, puso en los altares al «único premio Nobel español: Camilo José Cela.
Ni José Echegaray (Nobel de Literatura en 1904), Santiago Ramón y Cajal (Nobel de Medicina en 1906), Jacinto Benavente (Nobel de Literatura en 1922), Juan Ramón Jiménez (Nobel de Literatura en 1956), Severo Ochoa (Nobel de Medicina en 1959) y Vicente Aleixandre (Nobel de Literatura en 1977). Los otros Nobel que precedieron a Cela, no existieron. Nosotros dejamos en lista de espera a Vargas Llosa, pues no sabemos exactamente qué relación administrativa existe entre el autor de El Chivo y su doble nacionalidad a efectos del premio Nobel.
Así las cosas, ¿cómo se puede exigir determinados conocimientos a los inmigrantes cuando políticos con mando en plaza exhiben una garrulería empecinada?

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