Titular notícies
José Luis López Bulla ¿QUÉ SABEMOS DE LA HISTORIA DEL TRABAJO?
José Luis López Bulla


Hay libros que imprescindiblemente deberían ser estudiados a fondo por los sindicalistas y si determinados políticos no me llaman entrometido también deberían hacerlo ellos. Cuando hablo de «estudiar» me refiero a sentarse cómodamente, tomar papel y libreta, leer parsimoniosamente nunca con esa displicente y pija técnica de hacerlo en diagonal.  Para no crear falsas ilusiones diré que se trata de una «historia intelectual del trabajo». Absténgase, pues, quienes consideren el trabajo como algo irrelevante o no ser la gran cuestión de nuestro tiempo. Huyan de ese libro aquellos que están implicados en atender los asuntos de la Torre del Homenaje, al margen de los que están abajo.


Aunque sólo fuera por el estudio del capítulo XVI (de los veintiuno que tiene el libro), Frederick W. Taylor y la organización del trabajo. Taylorismo y trabajo en la Unión Soviética ya valdría la pena azacanearse en su lectura. Tiempo para ello hay precisamente en estos meses de verano. Este capítulo cuenta con dos partes: el primero, que trata de los fundamentos del famoso ingeniero norteamericano; el segundo, de cómo se trasladó el sistema de organización taylorista al país de los soviets en los primeros tiempos de la revolución. Vamos al grano: el libro se titula Homo faber. Historia intelectual del trabajo (1675 – 1945), su autor es el profesor de la Universidad de Valencia Fernando Diez Rodríguez, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente. Está editado por Siglo XXI.


La importancia de este capítulo XVI viene dada porque, como hemos dicho en otras ocasiones, el taylorismo embaucó, cameló y hasta colonizó a las izquierdas sociales y políticas. No sería erróneo decir que todavía el ingeniero sigue poniendo el ajuar a entrambas izquierdas. De modo y manera parece obligado que quienes deseen formular un adecuado proyecto con el debido trayecto estudien calmosamente el libro que encarecidamente recomendamos.


La primera parte del capítulo XVI puede dar pie, entre otras cosas, para que el dirigente político y el sindical establezca la autoritaria relación entre «dirigentes» (el management científico) y «dirigidos» (el conjunto asalariado) que se establece en el centro de trabajo y su traslación a las organizaciones sociales y políticas. Que, entre otras cuestiones, ha agravado la separación entre la política y la ciudadanía.


La segunda parte ha sido para mí una revelación: los duros debates en el grupo dirigente soviético y en el mundo académico en torno a la aceptación o no (y en qué condiciones) del sistema Taylor en un país que, según Lenin, «debe cumplir en toda su amplitud aprender a trabajar». Por supuesto, ese era el objetivo confesado. Pero no pecaremos de maldicentes si añadiéramos que los jefes bolcheviques vieron con claridad que el carácter científico de la casa taylorista venía al dedo con el otro cientifismo: el partido, que discrecionalmente  –y sin contrapoderes de ningún tipo--  establece a qué hora debe salir el sol ya sea por Antequera o Vladivostok. Tanto autoritarismo, sin embargo, no les valió prever a qué hora se les ponía el Sol.   


Apostilla.--  Bien pensado, ¿a tí o a usted qué mal le hace saber una miaja más de estos asuntos? Afirmo que es útil aunque sólo sea para presumir «cuando calienta el sol en la playa?  


Radio Parapanda.   REDEFINIR LA IZQUIERDA A PARTIR DEL TRABAJO y 

http://encampoabierto.wordpress.com/2014/07/13/aprendices-y-catedraticos/#more-3981 (Sobre Fernando Soto escribe Javier Aristu


   

Últimes Notícies