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José Luis López Bulla 2) EL SOCIALISMO LIBERTARIO DE TRENTIN Y FOA
José Luis López Bulla


Nota editorial. Publicamos la segunda parte del capítulo «El socialismo libertario: Trentin y Foa» del libro La sinistra di Bruno Trentin. Recordamos que las anteriores entregas se publican correlativamente en http://theparapanda.blogspot.com



Iginio Ariemma



La reflexión de Foa en los años ochenta…



Al final de su vida Foa volvió con frecuencia a reflexionar sobre la experiencia sindical y, en especial, sobre el socialismo libertario. La Gerusalemmerimandata, este libro espléndido que tanto quería quizá el que más de los suyos, es una investigación historiográfica que tiene como temas de fondo los pilares de su cocepción del socialismo: la subjetividad obrera, su estratificación y sus contradicciones, los institutos democráticos en los centros de trabajo, el autogobierno, la política como resistencia y no sólo como mando. Y, sobre todo, la libertad del trabajo, no como ideología  sino como razón. Mejor dicho: como opción de vida.  Especialmente este libro que, en su mayor parte, está escrito –al menos en la versión definitiva—en los cuatro años de su silencio sobre los acontecimientos políticos y sindicales, le lleva otra vez a la idea de la centralidad obrera, a romper el tabú de las contradicciones principales entre capital y trabajo, a tener del trabajo una concepción más general sobre su estratificación, las diversidades de género y otras.  Años después, sobre la base de las «rupturas endógenas» de entonces, asumirá como fundamentos de la unificación del trabajo y de la búsqueda del nuevo sujeto social, conceptos como la atención a la diferencia, la valoración de las infinitas autonomías de la sociedad, la horizontalidad y circularidad de los procesos y de la organización con respecto a la verticalidad y la jerarquía, el gradualismo como «atenta consideración a los otros  como necesidad de su concurso a la acción». Le dará valor a la democracia representativa. La democracia directa sigue siendo importante, pero como función de respuesta y estimuladora para superar la fractura entre representante y representado y no de integración. Así habló en Passaggi: «No hay, no puede haber un modelo sistemático de democracia directa… El socialismo libertario no ha podido erigirse en sistema».


A partir de ahí algunos han inscrito al Foa más reciente en el casillero del liberalsocialismo. Me parece un poco reduccionista e incluso un tanto singular, porque el socialismo liberal fue una de las matrices de su formación y de su itinerario político. Creo, no obstante, que Andrea Ginzburg tiene razón cuando dice que, de ese modo, «se banaliza su búsqueda», que tiene elementos de originalidad y de individualidad que no pueden reducirse en ese esquema. Me refiero a su investigación tanto en su espléndida vejez como anteriormente.  Por lo demás, basta comparar las opiniones de Vittorio con su gran amigo Bindi, como le llamaban los amigos a Norberto Bobbio. ¿El socialismo libertario es una fórmula mustia? Foa no lo dice, simplemente se refugia en un pasaje muy rápido, pero –a pesar de su optimismo programático— no consigue ver en el siglo XXI el socialismo como perspectiva cercana, como horizonte de nuestra generación y, menos todavía, una inminente transformación de la sociedad fundada en una democracia de base. Queden, pues, la libertad y el trabajo. «Busco la autonomía del trabajo, porque en la vida busco la libertad». Así acaba su obra Il silenzio dei comunisti.



… y la de Trentin



¿Piensa lo mismo Bruno Trentin? Bruno también pone a discusión algunos conceptos como la centralidad de la clase obrera. El sindicato de los derechos y la solidaridad, en puertas de los años noventa cuando fue elegido secretario general de la CGIL,  es la superación del sindicato ideológico y de clase. En el centro coloca la persona-trabajador con su autonomía, individualidad y derechos, que son los caminos para ejercer universalmente la libertad de cada cual, empezando por el trabajo. En este sentido la misma concepción de la democracia tiene una torsión innovadora y, en cierta manera, herética. La democracia es condición y factor del progreso económico y civil; sin embargo, para ser tal debe tener como fundamento la autodeterminación, la autotutela individual y colectiva, organizada. La sociedad civil, organizada y reformada, es la base del buen funcionamiento y de la autonomía de las instituciones, de la soberanía popular. El sindicato es sujeto político, pero es parte integrante de la sociedad civil. En mi opinión, estas diferencias entre Foa y Trentin no se refieren solamente a su diverso papel y colocación. Tomemos las dos últimas obras de Bruno, La ciudad del trabajo(1997) y  Lo primero es la libertad (2004) –de éste decía que era su testamento político. La primera, a pesar de estar escrita doce años después, en muchos aspectos puede compararse a la Gerusalemme rimandata, porque es un intento de buscar una respuesta al fracaso de las grandes luchas de los años sesenta y setenta.


La respuesta es substancialmente idéntica a la de Foa: tanto la derrota de los años veinte como la de los setenta han estado determinadas por la concepción prevalente en el movimiento obrero –comunista y socialdemócrata--  del asalto al Estado, la conquista del poder político, pero no por la transformación de la sociedad, mediante un proceso desde abajo, cultural y subjetivo, que ayudara a los trabajadores a gobernarse ellos mismos. Bruno confiesa que ha llegado gradualmente a esa forma de pensar. Todavía, en los primeros años de la década de los sesenta, creía que para cambiar de modo duradero y radical la organización del trabajo y las condiciones de trabajo en la fábrica no se podía prescindir de la conquista del poder. De hecho, una parte consistente del libro está dedicada a la crítica de algunas tesis de Marx y Gramsci; es como si quisiera liberarse del pasado. El cambio le viene con la experiencia consejista y de la participación de masas, coral, que tuvo lugar por objetivos de gran novedad y calidad. En los dos libros hay una sintonía muy marcada tanto en la consideración de que la revolución es un proceso que transforma y mejora no solo la vida diaria, sino la conciencia de cada cual y de la comunidad de trabajadores como a la hora de concebir la política como la comadrona del autogobierno. Sin embargo, la conclusión es diferente: amarga e incluso más crítica en Vittorio; más abierta a la esperanza en Bruno.  La historia del movimiento de los trabajadores –es su mensaje--  ha estado siempre atravesada por la izquierda libertaria; una historia minoritaria, por eso el socialismo ha sido derrotado.  Si esta izquierda diferente no prevalece hoy, el riesgo –que ya es inminente--  es el de caer «en la segunda revolución pasiva», mucho más grave que la descrita por Gramsci en Americanismo y fordismo, que ha caracterizado los años de entreguerras. Sin embargo, existen las condiciones para pasar del trabajo abstracto al trabajo concreto que valore y libere a la persona-trabajador; y, de ahí, a la superación no sólo del fordismo en crisis, sino del taylorismo. Todo ello exige una profunda renovación de la izquierda sindical y política. 


«¿Qué queda del socialismo?», se pregunta Bruno en La libertad es lo primero.  Y responde: «Cierto, el socialismo ya no es un modelo de sociedad cerrado y conocido, al que tender con la acción política diaria.  Hay que concebirlo como una búsqueda ininterrumpida de la liberación de la persona y su capacidad de auto realización, introduciendo en la sociedad concreta . elementos de socialismo –la igualdad de oportunidades, el welfare de la comunidad, el control de la organización del trabajo, la difusión del conocimiento como instrumento de libertad…-- superando cotidianamente los las contradicciones y los fracasos  del capitalismo y la economía de mercado, haciendo que el perno de la convivencia civil sea la persona y no sólo de las clases (8). 


¿Por qué Trentin era comunista?  ¿En qué medida era un comunista diferente? Estas preguntas se las he oído a Vittorio pocos meses antes de que nos dejase. En Il cavallo e la torre  el tema –iba a decir el problema--  de los comunistas  está muy presente (9) Les dedica un parágrafo muy bello. Los comunistas son objeto de una permanente discusión. Como un espejo. Entran en escena muchos protagonistas: los comunistas de la cárcel, los comunistas del sindicato, menos «auténticos» que los del partido. Y Togliatti, cuya complejidad, con su inteligencia superior es la complejidad del PCI. Su contínuo alter ego es Giancarlo Pajetta, su compañero de pupitre en el instituto turinés Massimo D´Azeglio, que fue expulsado de todos los colegios del reino porque había prestado a dos compañeros de clase El talón de hierro de Jack London (¿lo habéis oido?).  Pajetta es un sectario, aunque a su manera; es el comunista que su idea siempre está mediada por el partido, pero es también el «ejemplo moral» que le pone en una crisis existencial cuando dice que los comunistas no lo influenciaban políticamente, sino que le transmitían «un ánimo moral». Carlo Ginzburg, en un espléndido diálogo, intenta sugerir una respuesta: es el realismo político de los comunistas. Y le achacará incluso una cierta «doblez», análoga a la de los comunistas o a causa de la influencia de éstos. Pero no es eso. Responde Foa: «Lo que he admirado de los comunistas y que me ha animado moralmente era lo que me faltaba, lo que yo advertía que me faltaba, esto es, la fe en una solución global, en un diseño general de la sociedad del futuro,  ligado al sufrimiento y a la esperanza de la vida cotidiana»               


¿Bruno Trentin era de esa manera? ¿Tenía esa fe? Hay dos momentos en Il cavallo e la torre, cuando habla de Bruno, que me siguen haciendo reflexionar. El primero explica la diferencia entre él y Bruno: «Yo prefiero no programar demasiado el futuro –escribe Foa--; prefiero proponer lo que me parece esencial y, después, chaque jour a sa peine, y si algo se estropea ya lo arreglaremos al momento. Bruno, sin embargo, se esforzaba en prever los obstáculos y poner las medidas para superarlos; él veía los obstáculos no como puros impedimentos sino como comportamientos de las personas, cuya participación era necesario pensar con anterioridad» (10).  Esto me impresionó por una razón que comparto: subraya el deseo de proyectualidad como carácter típico de Bruno, que no es abstracta y caprichosa, sino orientada al detalle, a lo concreto de los objetivos y el trayecto, hasta el momento que finaliza con la más amplia participación democrática. Bruno rechaza toda tentación al aventurerismo, incluso intelectual, y al pragmatismo elitista que viene de las teorías sobre la élite de Moscú; Bruno lo veía como cortinas de humo.  En el segundo momento que recuerdo,  Foa hace un gran elogio de Bruno y lo compara con Di Vittorio. «Di Vittorio militaba sinceramente en el Partido comunista, pero lo deseaba a su imagen y semejanza. En esto Trentin era muy parecido». Téngase en cuenta que poco antes había escrito que Di Vittorio tenía una doble militancia, que se traducía en una doble fidelidad: a la clase obrera, los trabajadores y al partido.  Este retrato de Trentin es perspicaz y auténtico. De una parte, la lealtad al Partido comunista que nunca le llevó a romper con la estructura, la forma y las reglas organizativas (desde los Quaderni rossi e Il Manifesto a Statu operaio, a diferencia de Foa),  ni a irse del partido como hicieron otros, Antonio Giolitti, por ejemplo,  con el que estaba en contacto y sintonía durante el año 1956. Pero, al mismo tiempo, siempre rechazó trabajos ejecutivos, incluso de gran relieve, en el grupo dirigente del partido. Por otra parte, quien ha trabajado con él ha conocido su espíritu de búsqueda absolutamente libre, su coherencia y tenacidad para sostener y defender sus ideas, incluso las más heterodoxas, pero también su disponibilidad a escuchar, al diálogo, a la mediación unitaria para favorecer la iniciativa. 


No creo que se pueda decir de Bruno lo que Italo Calvino, que abandonó el partido después de 1956: «Los comunistas éramos esquizofrénicos», refiriéndose a la política substancialmente reformista y a la fidelidad a la URSS. Seguramente Bruno no tenía esa fidelidad y tampoco era estalinista. Pero no hay duda que hay una contradicción entre ser comunista, incluso en el PCI con aquella complejidad y riqueza, y luchar por un socialismo no estatalista y libertario donde la libertad y la democracia de la sociedad civil son más importantes que el poder político.  Una contradicción o –por usar una expresión de Foa--  «una coexistencia de posiciones  diferentes en la misma persona» de difícil y atormentada convivencia.  Pero esta es la diversidad del comunismo de Bruno, su historia que es parte de la historia minoritaria de la izquierda libertaria como la reivindicó orgullosamente en La ciudad del trabajo. Y también es su fascinación, como lo comprendió Foa.  Sobre esto Foa encontraba la originalidad de Bruno, casi un signo de identidad que seguramente le venía de su doble patria: italiano de pura cepa, aunque nacido y formado hasta la madurez en Francia. 


Di Vittorio se pregunta: «¿Qué significa ser a la vez muy italiano y muy francés, como era Bruno?». No dan una respuesta, quería entender. No le basta una respuesta que se refiera al europeísmo naturaliterde Trentin. Foa estaba muy interesado en la experiencia de Bruno en Europa como europarlamentario y, antes, como sindicalista, que frecuentaba con mucha asiduidad las reuniones y encuentros de la Confederación Europea de Sindicatos; que tenía contactos y relaciones muy sólidos en todos los países, comprendido Estados Unidos.  Su europeísmo era diferente, dice en uno de sus últimos coloquios. Particularmente se refiere a la sintonía y amistad entre Trentin y Jacques Délors, a las ideas –frecuentemente maduradas entre ambos--  para hacer un diseño económico y político, pero sobre todo civil de la nueva Europa. La base fundamental de ello era el nexo entre trabajo y conocimiento como en parte sucedió en la conferencia de Lisboa, a la que Bruno colaboró con mucha pasión.  Un diseño que Foa y Trentin consideraban el camino de una nueva izquierda europea. De ella sentían, y se siente, la necesidad.    




Notas


7) V. Foa, M. Mafai, A. Reichlin, Il silenzio dei comunisti, Einaudi, Torino 2002.

8) Bruno Trentin, Lo primero es la libertad. [Hay traducción española en http://baticola.blogspot.com.es/2006/06/la-libertad-la-apuesta-del-conflicto.htmlde José Luis López Bulla]

9) Vittorio Foa, Il cavallo e la torre, cit., p. 226.

10)  Ibidem.




Traducción de José Luis López Bulla 

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