MATTEO RENZI, GERENTE DE ITALIA S.A.
«La relación entre política y trabajo ha sido históricamente un rasgo distintivo de la izquierda. Me es difícil pensar la izquierda y su proyecto fuera de esa relación», afirma Riccardo Terzi en Ridefinire la sinistra a partire del lavoro en Quaderni di Rassegna sindícale, 2000. Un servidor piensa tres cuartos de lo mismo. Pues muy bien, ¿entonces qué pensar del primer dirigente del Partito democratico (italiano) y jefe del gobierno? La cosa viene a cuento por las recientes declaraciones que Matteo Renzi ha hecho en los Estados Unidos. Poca broma: este caballero ha dicho «que quiere hacer en Italia lo que Marchionne ha hecho con la FIAT». Este era un mensaje implícito en Berlusconi, pero no expresamente dicho. Ahora, Renzi lo hace explícito. Hemos pasado, pues, del demagogo oligárquico al presidente del consejo de administración de Italia S.A.
Mi amigo Fausto Bertinotti ha repetido ad nauseam que el Pd ha cambiado radicalmente su código genético. Francamente, no estoy en condiciones de llevarle la contraria; diré, precavidamente, que no sé hasta qué punto tiene, o no, razón. Sin embargo, afirmo sin prevenciones que Renzi está, a mi juicio, fuera de cualquier tipo de izquierda. Estas declaraciones en Norteamérica son la culminación de una serie de planteamientos que ha hecho públicamente desde que decidió competir por la dirección de su partido. Así pues, pocas sorpresas nos depara.
Ustedes, amigos italianos, no tienen esencialmente un problema con Renzi sino con el carácter del Partido democratico. Vamos a ver: las bases de esta organización estaban avisadas de por dónde podían ir los tiros desde que el caballero anunció que iba por todas. Conocían perfectamente el ajuar que llevaba en su arcón. Y, primero, le escatimaron la confianza, aunque con un treinta y tanto por ciento del apoyo frente a Versan; después le dieron, en las segundas primarias, una mayoría muy holgada.
De estas declaraciones se pueden derivar toda una serie de consideraciones. Por ejemplo, un país es ya una empresa; el Gobierno pasa a ser un consejo de Administración; y el conjunto de las instituciones se convierten en franquicias de dicho consejo de administración. Así las cosas, la política ya no está cooptada por la economía sino, dando un paso más, se convierte en un artificio empresarial. Política y empresa, país y empresa son la misma cosa. Y mutatis mutandi los ciudadanos se convierten en algo que no se cómo definir.
Dicho lo cual, el flamante secretario general del PSOE está avisado. Cuando Sánchez afirma que Renzi y Felipe González son sus «referentes», ¿somos impertinentes si le preguntamos si mantiene lo dicho en lo atinente al italiano?

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