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José Luis López Bulla SOBRE LA INTIMIDACIÓN DEMOCRÁTICA y las desigualdades como telón de fondo
José Luis López Bulla



Les recomiendo la lectura íntegra del Informe 2014 de Oxfam Intermon sobre las desigualdades en el mundo. Lo tienen a su disposición en 

http://www.oxfamintermon.org/es?gclid=CNCDmc_U1sECFazItAodemAABQ. Como es suficientemente conocido en dicho documento se afirma que «en España, las 20 personas más ricas poseen tanto como el 30 por ciento más pobre, o sea: 14 millones». Quien desee tener más datos a escala global debe leer a fondo el ya célebre libro de Thomas Piketti El capital en el siglo XXI ya publicado en España. De todo lo anterior el profesor Antón Costas ha sacado esta conclusión: «La desigualdad económica se ha convertido en la enfermedad social de nuestro tiempo» (1).  


Pues bien, aunque no dudo que el dato relativo a España ha conmocionado a las izquierdas españolas, me pregunto: ¿qué conclusiones prácticas –insisto, prácticas--  han sacado en claro? ¿qué acción sociopolítica se disponen a poner en marcha? Más adelante retomaremos la cuestión. Ahora, séanos permitido un salto hacia muy atrás.


Lucio Marcio Filipo, tribuno de la Romarepublicana, desveló en uno de sus discursos sobre las leyes agrarias, algo que los aristócratas tenían buen cuidado en mantener oculto: el poco número de hacendados que había en la ciudad. Cicerón montó en cólera afirmando que Filipo «habló muy demagógicamente» (Sobre los deberes, página 122 Editorial Altaya). José Guillén Cabañero, exquisito traductor y agudo comentarista de la obra, nos aclara el sumo enfado de Cicerón: lo peligroso del desvelamiento de Filipo no es tanto la revelación del escaso número de ricos (unos dos mil) sino «el descubrimiento del inmenso número de pobres y esclavos que fácilmente podían confabularse e imponerse a los señores». El irascible Cicerón, el azote posterior de Catilina,  había percibido la capacidad de intimidación que podían tener los pobres y los esclavos tras lo dicho por Filipo,  que tildó de «pernicioso». Es decir, el bribón no impugna los datos sino su publicitación.


Hoy, por otra parte, las cosas han cambiado: desde el Gobierno lo único que se hace es ningunear el informe de Oxfam Intermón: lo que no comenta La Moncloa, no existe. Pero ahí está el dato: en España, las 20 personas más ricas poseen tanto como el 30 por ciento más pobre, o sea: 14 millones. La pregunta que nos hacemos, así las cosas, es ¿qué capacidad de intimidación tiene esa inmensa masa? Y para ser más exactos: ¿qué capacidad de intimidación democrática tiene el pluriverso de las izquierdas, políticas y sociales, que teóricamente representa a tan ingente multitud?


Entiendo que la ausencia de intimidación democrática de las izquierdas conduce a un  conflicto de características sólamente técnicas, cuantitativas, por así decir; a un conflicto técnico donde no se ventila un modelo de sociedad o de centro de trabajo. Así las cosas, las izquierdas que no intimidan aparecen como izquierdas intimidadas. Visiblemente intimidadas.  Se crea, así, un círculo vicioso que, en parte, es descrito por el profesor Costas: «los pobres y, en particular, los excluidos tienen poca propensión a votar, o no votan. Se autoexcluyen políticamente». Ahora bien, siendo verdad esta consideración, también es cierto que las izquierdas políticas no han establecido una conexión con el mundo de los excluidos, cuya suerte sólo preocupa realmente a organizaciones solidarias y caritativas. Más todavía, es un dato que la política instalada se ha aprovechado de que «la desigualdad económica produce desigualdad política» (Costas), de un lado; y, de otro, la camama que estructuran no pocos, así en España como en los cuatro puntos cardinales del mundo, de que «cuando la desigualdad se agudiza, el discurso político introduce preocupaciones como el nacionalismo, el miedo a los inmigrantes o cuestiones religiosas de gran carga emocional para los pobres» (docet Costas). Y lo hace por si las moscas, no sea que aparezcan como movimiento intimidante.   




(1)                                           Véase Antón Costas en http://economia.elpais.com/economia/2014/10/31/actualidad/1414757399_744768.html




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