SALTO TECNOLÓGICO Y DESARROLLO SOCIAL
A causa de la persecución a que fue sometido tras la revolución de 1848 por los diferentes gobiernos reaccionarios de Europa, Carlos Marx tiene que exiliarse en Inglaterra. Allí se ve obligado a subsistir con colaboraciones periodísticas de actualidad. Para Marx, la actualidad social, laboral, la vida en las fábricas de aquellos comienzos de la Revolución Industrial, es materia prima fundamental para sus escritos. En 1853 escribe un artículo titulado La cuestión obrera en el que contesta al periódico The Economist y su análisis sobre el asunto de la pobreza y los bajos salarios en aquel momento[1]. El artículo ya deja ver aquella agudeza y combatividad del mejor Marx polemista. En unos días de huelgas y peleas de los tejedores del Lancashire, Marx comunica que el activista Ernest Jones ha visitado a los huelguistas y les ha dirigido un discurso en el que, entre otras cosas, ha dicho: «¿Por qué estas luchas? ¿Por qué en estos momentos? ¿Por qué habrá más? Porque las fuentes de vuestra vida están cegadas por la mano del capital, que apura la copa dorada hasta el final y no os deja más que los posos. ¿Por qué al cortaros el paso a las fábricas os cortan el paso a la vida? Porque no tenéis otra fábrica a la que ir ni otro medio de ganaros el pan […] ¿Qué otorga al capitalista tanto poder? Que tiene en sus manos todos los medios de empleo […] los medios de trabajo son, por tanto, los goznes sobre los que gira el futuro del pueblo […] Solo un movimiento masivo de todos los oficios, un movimiento nacional de las clases trabajadoras, puede lograr la victoria […] Dividid la lucha, hacedla local, y fracasaréis. Ampliadla a toda la nación, y seguro que obtendréis la victoria.»
Disculpad la extensión de la cita pero me parecía necesaria. El hecho ocurrió en 1853. ¿Alguien podrá decir que bastante de los razonamientos de Ernest Jones, y de Marx, están obsoletos? ¿Es acaso una situación ya desaparecida en la historia? Sin duda ya no existen en Inglaterra —ni en Europa— fábricas textiles donde trabajen miles de obreros, ya no se dan las condiciones de trabajo que Marx denunciara en ese artículo (entre otros el trabajo infantil y femenino en condiciones inhumanas, que los hemos trasladado a la geografía asiática y africana). Es evidente que Marx y Jones se dirigen a aquellos trabajadores asalariados a los que la Primera RevoluciónIndustrial había dado vida, aquellos que, provenientes de antiguos oficios artesanales o de los campos ingleses, inundaron Londres y Manchester en aquellos años del siglo XIX. Las transformaciones técnicas incorporadas al proceso productivo industrial se tradujeron, además de otros resultados positivos, en un empobrecimiento generalizado de las masas trabajadoras, en un debilitamiento de su capacidad salarial y, en definitiva en una marginación del progreso social. Pero el núcleo, el corazón del análisis y de la acusación de Jones-Marx sigue en pie. Han cambiado las condiciones pero permanece la sustancia. Hoy asistimos a un proceso similar: una nueva revolución tecnológica con influencia y efectos sobre los procesos productivos está transformando de forma sustancial el marco social establecido desde hace varias décadas. Ya no solo afecta a Inglaterra. Es una revolución tecnológica global, universal y de efectos todavía insospechados. Aunque ya estamos viendo algunos que tienen que ver con el desempleo masivo, la formación, la marginación de capas sociales clásicas y, sobre todo, la desigualdad.
Desde hace bastantes años se viene debatiendo y discutiendo acerca de esta revolución tecnológica. Desde diversas perspectivas académicas y metodológicas se han hecho previsiones que fracasaron, futuribles absurdos, análisis catastrofistas o, al contrario, previsiones donde todo iba a ser magnífico. Anotemos también el severo juicio de Bruno Trentin sobre el retraso de la cultura política de la izquierda europea acerca de este cambio que ha modificado el universo industrial fordista ya desde los años 70 del pasado siglo. Véase a propósito su lectio doctoralis en la universidad Cà Foscari de Venecia de 2002 que José Luis López Bulla ya tradujo en 2006 [leer discurso].

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