LA VERIFICACIÓN DE LA JORNADA DEL 18 DE FEBRERO

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Escribe el Conde Fosca

Recuerdo el trabajo en aquellas fábricas de antaño en la Sección de Verificación. Su objetivo era, tras una observación minuciosa que, por lo general, llevaban las mujeres, ver si habían defectos en la pieza (una media, un frasco de colonia o lo que fuera) que le llegaba a las manos. El objetivo de las verificadoras, siempre peor pagadas que los hombres, era que ningún producto saliera al mercado con tara alguna. Sin embargo, no había relación entre la importancia de ese trabajo y su remuneración.

Viene esto a cuento por la necesidad que tiene el sindicalismo –o así me lo parece-- de «verificar» la relación entre lo que convoca y lo que resulta. Habrá que convenir que, desde tiempos antiguos, el sindicalismo ha descuidado pormenorizar y valorar los resultados de la movilización convocada. No se me caen los anillos en dejar claro que este descuido forma parte del legado que las viejas generaciones dejamos a las que vinieron después.

Precisamente por la importancia de esta convocatoria del día 18 de Febrero se hace más necesario el balance de lo ocurrido. Un balance molecular, indicando detalladamente los niveles de participación, el estado de ánimo, las perspectivas que se abren y todo lo que sea de menester. En concreto, saber el estado de la cuestión. Séame permitida esta vulgaridad: sin datos es imposible proponer un trayecto. Sin datos no hay posibilidad de un horizonte razonadamente plausible. Y sobre todo, sin datos no estaremos en condiciones de saber si, tras el 18 de febrero, ha variado algo, aunque sea mínimamente, la correlación de fuerzas en torno a los objetivos que nos proponíamos.