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José Luis López Bulla Los salarios de los nuevos cargos públicos
José Luis López Bulla
Homenaje a Antoni Lucchetti



Los recientemente elegidos cargos municipales y autonómicos en las listas que han formado nuevos gobiernos estipulan se han fijado unos salarios para su plena dedicación en un abanico que va desde los mil y pico euros a los dos mil quinientos al mes. Todo un ejemplo de austeridad. De entrada, me interrogo si ello es sensato. Debo decir que no tengo interés personal en la cuestión. Mi única actividad es observar cómo se pone el Sol por Calella de la Costa.


Sin lugar a dudas la gran mayoría de las fuerzas que han formado nuevos gobiernos han traído una considerable fuerza ética que buena falta hacía en este país de tanta zahúrda. En la mayoría de los programas electorales de partidos y coaliciones figuraba, incluso con precisión, la futura fijación de los salarios de quienes ejercieran responsabilidades administrativas y de gobierno. De una parte se trataba de una respuesta concreta a la corrupción; de otra, se correspondía a la fijación indiscriminada de los salarios, especialmente de alcaldes, donde cada cual iba a la suya. Sabemos que, por lo general, los compromisos se están cumpliendo escrupulosamente.


Partamos sin ningún tipo de melindres de lo siguiente: la política, también la de izquierdas, no es una orden franciscana, aunque los que ingresan en una u otra lo hagan voluntariamente. Que haya personal púnico que ha declarado que «se ha metido en política pa tocarse los cojones» debe entenderse que no lo hacía por los salarios sino por las conexiones –directas o indirectas, oblicuas o perpendiculares--  con los diversos planetas del parné.


Entiendo, por lo demás, que los emolumentos que cada cargo público debe cobrar no pueden regirse por consideraciones franciscanas. Estas órdenes menores conventuales tienen otro ethos. Ni mejor ni peor. De entrada: no considero que los salarios que se han fijado –repito: entre los mil y pico euros y los dos mil quinientos--  se correspondan con la responsabilidad y la dedicación exclusiva a la actividad desarrollada. Es más, estimo que son cantidades poco serias. En ese sentido me atrevo a pronosticar que, andando el tiempo, se irá fijando percepciones más adecuadas, y entonces lo que es natural aparecerá como un abuso. Tiempo al tiempo.


Con estos salarios de hoy –seamos serios y no nos hagamos trampas en los respectivos solitarios--  se impide que participen en la política personas de alta formación y profesionalidad. No todos son como Antoni Lucchetti (del que hablaré más adelante). ¿Quién dejará una cátedra o un oficio altamente remunerado para ganar la mitad en la política? ¿Y cuánto tiempo, caso de hacerlo, durarán en el cargo aquellos que lo han hecho en esta ocasión?  ¿Y cuántos de los que ahora muy sinceramente perciben estos salarios franciscanos, andando el tiempo, sentirán la tentación de chicolear con el parné? Que nadie es de piedra lo ha demostrado la historia reciente y pasada. Y no doy nombres porque quedaría feo.


¿Por qué me he referido a Tono Lucchetti?  Lo cuento: era otoño de 1976 y estábamos en la complicada, aunque apasionante, tarea de transformar el movimiento de Comisiones Obreras en un sindicato. Me cupo la responsabilidad de formar el grupo dirigente catalán. Le planteo al amigo Tono que debe dejar su puesto de trabajo (donde ganaba como economista un buen jornal) para dedicarse en exclusiva a las tareas de organizar a los ingenieros, cuadros y mandos en el sindicato. Antes de que me responda le planteo el sueldo, que venía a ser menos de la mitad de lo que ganaba. Lucchetti pega un respingo –la Plaça de Catalunya está por testigo--  y responde: «Vale, tendré que apretarme el cinturón». Nunca le oímos una queja a nuestro amigo, que sabía que tan minúsculo salario tendría un largo recorrido. Digámoslo otra vez: no todos son como Antoni Lucchetti.


En resumidas cuentas: lo que no puede ser es que mi pensión de jubilado sea superior al ochenta por ciento de los cargos públicos que han salido elegidos por las diversas coaliciones en las pasadas elecciones. Yo me paso el día abanicándome mientras ellos están pechando con muchas responsabilidades.



P/S.--  En la foto podemos ver a Antoni Luccheti (con barba). Siento no disponer de otra foto mejor. 

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