Jordi Sivilla le tiene tirria a los comités de empresa
Cuando el excursionista político se pone las botas para viajar al centro corre el riesgo de pasarse del punto y seguir el camino por la derecha. No digo que siempre sea de esa manera, pero ya empieza a no ser infrecuente. Ayer Pedro Sánchez se desdecía de su promesa de derogar la reforma laboral. Hoy Vozpopuli nos anuncia que Jordi Sivilla estima presentar en el programa electoral del PSOE que la constitución de los comités de empresa no sea a partir de cincuenta trabajadores sino de cien (1). Le pregunto: ¿caballero, tanta hambre de centro tiene usted, no le parece más adecuado tener una chispa de más sobriedad?
Jordi Sivilla, según el periódico digital, ha manejado las fuentes de dos instituciones de abigarrado abolengo: el BBVA y el Círculo de Empresarios. Que se basan en los datos del Registro, de ahí un estudio que afirma «que existe una alta concentración de empresas en la horquilla entre los 45 y 50 trabajadores, y que a partir de ahí el número de sociedades desciende abruptamente. Es decir, hay un desincentivo evidente a que las empresas crezcan más allá de los 50 trabajadores. Por eso, el informe concluye recomendando que hay que retirar esos obstáculos». Subrayemos la palabra «obstáculos».
Con todo, al margen de la (hipotética) hambre de Sivilla al centro, las preguntas más serias que se le pueden hacer son: Oiga, ¿qué relación se ha probado entre eficiencia, productividad e internalización, entre ellas y el comité de empresa a partir de cincuenta trabajadores? ¿No tendría más sentido enfocar el asunto sobre la base del déficit tecnológico y el resto de los mecanismos de freno que obliteran la eficiencia, la productividad y la internalización en la mayoría de las empresas españolas?
Resulta chocante que Jordi Sivilla se haya apuntado –después de sus viajes del coro al caño y del caño al coro— a quienes miran los derechos en clave de fastidio y, todavía más, como un obstáculo. La cosa viene de atrás: primero se relacionó derechos con privilegios; ahora, los derechos son, además, un desincentivo.
Lo que ocurre, no obstante, es que lo chocante está adquiriendo para algunos una cierta carta de naturaleza. Lo que conduciría a que empieza a ser natural, por ejemplo, que promesas de tanta enjundia como la derogación de la reforma laboral formen parte del si te he visto no me acuerdo.
No se exagera si decimos que estamos anteotro intento de deregulation indisimulada. Que tiene su territorio en este caso en el de las relaciones laborales, pero que va más allá. Concretamente en el de la democracia. Porque afecta a centenares de miles de representantes del conjunto asalariado. Y, en consecuencia se deja en la cuneta a otros tantos centenares de miles de representados que pueden ver mermada su tutela. La cosa en sí es grave. Y mucho más en unos momentos de crisis de representación democrática en nuestro país. De manera que no cuesta mucho trabajo decir que estamos ante una cuestióndemocrática de mucho calado precisamente en un territorio tan necesitado de protección como son estos centros de trabajo. No estoy muy seguro de que Jordi Sivilla haya sopesado las cosas con el detenimiento y atención debidas. El maestro Bruno Trentin, siempre tan temperado en sus palabras, tal vez hubiera dicho que Sivilla “ha estado distraido”. Yo no lo diría de esa manera tan educada. Entiendo que se trata de un contagio de ideas extrañas (es más, contrarias) a la socialdemocracia. Que Sivilla ha mamado las fuentes del BBVA y del Círculo de Empresarios lo constata Vozpopuli. Y yo me juego lo que sea a que ni siquiera ha hablado con un sindicalista amigo, conocido o saludado.
Digamos las cosas por su nombre, en estos asuntos lo tiene mal el sindicalismo: si la propuesta de Sivilla figura en el programa electoral del PSOE, este partido –gane quien gane las próximas elecciones-- no lo tendrá difícil para que salga adelante. Lo conveniente, pues, es que alguien con real mando en plaza le haga ver a este caballero que su propuesta no tiene ni pies ni cabeza, o que el partido no necesita esos pies y esa cabeza.

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