Nos vemos en la plaza Marcelino Camacho a las siete de la tarde
Nuestras amistades sindicales de Madrid se han dirigido do corresponde pidiendo que un lugar público (avenida, calle o plaza) de la capital lleve el nombre de Marcelino Camacho. Vale decir que varias decenas de ciudades españolas llevan ya tan honroso nombre. Sin duda se trata de un reconocimiento de la ciudadanía de tales lugares a la memoria de tan augusta personalidad. También está fuera de dudas que dichas placas en el callejero urbano ha sido el resultado de la petición de las organizaciones territoriales.
Ahora se cumple el quinto centenario del fallecimiento de su muerte. Me pregunto si no sería buena idea que las uniones territoriales pidieran a sus ayuntamientos que se festejara la memoria de Marcelino poniéndole su nombre a plazas y calles de las ciudades o parques. Poco cuesta –más bien nada-- hacer dicha petición. ¿Quién iba a negarlo razonablemente? He dicho «razonablemente». Una sugerencia: habría que aprovechar el proceso electoral que está en curso, porque en estas situaciones a los políticos se les pone la cara con mejores apariencias para no infundir excesivas sospechas. Llámenlo oportunismo o sentido de la oportunidad, tanto monta. Aquí el vínculo entre los medios y los fines no es defectuoso. Afirmo que hay mil motivos para hacerlo, y no existe ninguno para no hacerlo.
Cómo me gustaría decirle a mis amigos que nos vemos en la plaza Marcelino Camacho a las siete de la tarde para tomarnos unos cañas.

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