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José Luis López Bulla El nuevo y extraño tripartito catalán
José Luis López Bulla


Homenaje a Antonio Pizzinato (en la foto a mano derecha)



Se cuenta que en cierta ocasión James Joyce dijo a sus amigos de tertulia: «Ya que no podemos cambiar el país cambiemos de conversación». Lo que no sabemos es si el autor del Ulises estaba desesperanzado o en ese momento procuraba ser realista. Un servidor no seguirá el consejo, y para lo que le queda en el convento quiere seguir en el intento. Así es que vamos a seguir hablando de las cosas catalanas, con la aproximada intención de desvelar algunos asuntos sobre los que,  hasta la presente, apenas –dispensen la presunción-- se ha dicho algo con cara y ojos.


Hasta hace bien poco tiempo ha existido un reparto de funciones entre Convergència Democràtica de Catalunya y Esquerra Republicana. No ha sido, desde luego, un reparto pacífico, porque siempre –disputándose un buen trozo del pastel--  se han mirado con el rabillo del ojo. ¿En qué consistía el reparto de funciones nunca explicitado, aunque visiblemente manifiesto? Los de ERC iban imponiendo el rumbo de la Política con mayúsculas, sea esto lo que fuere, disfrazados de oposición para no infundir sospechas; los herederos de Jordi Pujol, CDC,  a su vez, gestionaban la intendencia y administración de las cosas. Los primeros gobernaban la metafísica; los segundos tocaban pelo. Mas y los suyos iban asumiendo, con no poca perplejidad de sus notables,  el libreto con la parola scenica que iba indicando Junqueras. Este, por lo general, callaba y, más aún, votaba favorablemente en el Parlament la indigesta xamfainaque se servía desde CDC.


Hasta que llegó el momentum. O sea, la microdiscontinuidad que representó la CUP. En el resultado de las recientes elecciones catalanas el éxito, solo en escaños, de JPS tuvo dos inconvenientes: 1) que no bastaba el número de diputados de la coalición electoral Junts pel Sí para gestionar la metafísica, según los cánones de Mas y Junqueras; y 2) la aparición de la CUP como un doble incordio, vale decir, para el neoliberalismo de CDC en su administración de las cosas y para ERC que ve disputado su intento de hegemonía de la metafísica.



Estas novedades van a influir lo suyo en la nueva legislatura catalana durante el tiempo que dure. A riesgo de equivocarme aventuro la siguiente hipótesis: tendremos una ristra de leyes que serán impugnadas o suprimidas por el Tribunal Constitucional, un extraño calcorreo del coro del coro al caño y del caño al coro. 

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