Hay negociaciones secretas
En el recuerdo de Montserrat Roig
A principios de 1973 mi maestro, Cipriano García, y un servidor fuimos clandestinamente a París para solventar algunos cuestiones de la lucha antifranquista que teníamos pendientes. Nuestros amigos franceses nos alojaron en un piso en un piso de una banlieu. Era la casa de Monsieur Roig (que él pronunciaba Guach) cuyos padres, anarquistas, eran de origen valenciano. Me extrañó que hubiera cuatro enormes cuarentones vigilando en la puerta del vecino de al lado. Mi anfitrión me aclaró que eran unos camaradas del Partido comunista francés que custodiaban a una alta personalidad vietnamita que estaba en negociaciones discretas pero no clandestinas con un alto representante del gobierno norteamericano. En cierta ocasión, Nguyen Thi Binh, la egregia dama que negociaba en nombre de los vietnamitas, al saber que éramos españoles vino a saludarnos. Nos regaló un peine que, según la ilustre dama, se había fabricado con el ala de un avión norteamericano derribado. Cipriano García le dio el peine a Gregorio López Raimundo que ideó una campaña financiera de ayuda al partido: la organización territorial que recaudase más dinero tendría como premio el mencionado premio. La organización ganadora fue Mataró. ¿Dónde estará hoy ese peine?
Pero dejémonos de cosas de ayer y vamos a las de hogaño. ¿Si en los grandes momentos de conflicto se han mantenido negociaciones, disfrazadas de conversaciones o paliques o pegar la hebra, entre los litigantes, ¿no las va a haber en esta ocasión en que la cosa catalana parece –digo «parece»-- haber tomado un rumbo de no retorno? Ciertamente comparar la desconexión catalana con lo del Vietnam es algo estrambótico, pero ese no es el caso. Hay negociaciones, seguramente disfrazadas de conversaciones informales. Lo que implicaría que los intrerlocutores –a quienes llamaremos, de momento, Bouvard y Pécuchet-- están, en algún lugar discreto, platicando sobre una salida al conflicto. Encima de la mesa estarían las siguientes cuestiones: ¿qué tipo de jabón, lagarto o lux, se necesita para lavarle la cara a Artur Mas? ¿qué salida se le da a los problemas financieros de Convergència? ¿y cuántas toneladas de tierra se echa al papeleo jurídico que está en marcha para los asuntos crematísticos? No daremos más detalles acerca de la personalidad de ambos personajes: basta decir que Bouvard es un heterodoxo de la Brigada Aranzadi y Pécuchet tiene acrisolada fama de ser un mosquita muerta. Que ambos nieguen que están pegando la hebra, es cosa tan sabida como que Pedro negó tres veces al Maestro para salvar el pescuezo. Y bien que hizo.
En todo caso, duras son estas conversaciones. No seamos, sin embargo, morbosos y excesivamente exigentes. Lo que vale es la discreción en aras a que nos dejen de marear los romanos y los cartagineses. Buen trabajo, caballeros.

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