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José Luis López Bulla Podemos o los «motivos personales» de Pérez Royo
José Luis López Bulla


Casa Cornelio en Sevilla 



Javier Pérez Royo es una persona seria. Se supone que el grupo dirigente de Podemoses gente seria. El prestigioso catedrático sevillano aceptó la invitación del partido de Pablo IglesiasEl Joven de formar parte de la candidatura por Sevilla para las elecciones generales próximas. Don Javier, pasados unos días, ha declarado que rehúsa tan alto honor y se va «por motivos personales», y así lo confirma –mediante una escueta de prensa--  el partido que llaman morado. Entiendo que se debe una explicación al conjunto de la ciudadanía. Porque dichas razones, de tan repetidas, se han convertido en una metáfora que vale igual tanto para un cosido como un barrido.


Pérez Royo es una personalidad de la comunidad científica española, un profesor universitario de enjundia. Su fichaje  --dispensen el lenguaje banal en el que ha caído, no sabemos si definitivamente, la política--  provocó ríos de tinta. No era para menos. Los morados podían presumir, con razón, de haber incorporado a su lista a una personalidad con un tirón electoral de élites. Los socialistas, empero, se sumieron en el estupor: ¿qué ha pasado con nuestro Pérez Royo? No sólo el todo Sevilla habló por los codos, hasta Parapanda prestó atención al asunto. En todo caso, la espectacularidad del dichoso  fichaje se producía simultáneamente al del otro no menos relevante: el del teniente general don Julio Rodríguez.


Sabemos de buena tinta que ambas inclusiones en las listas electorales han creado un considerable malestar en las bases de Podemos. Que, en buena medida, se explica porque el grupo dirigente central hace de su capa un sayo, vale decir: no respeta las primarias y se comporta de manera verticista. Justamente lo contrario de lo que siempre había afirmado esta organización.


Mientras Pérez Royo no diga esta boca es mía, nos permitimos la licencia de proponer una explicación plausible: el catedrático sevillano (a quien no creo que le hayan hecho mella las presiones de sus amistades del PSOE, si es que las ha habido)  debe haber pensado –en tanto que jurista— que, no teniendo nada que ver con una decisión que quebraba las normas de Podemos, no quería acompañarla manteniendo su presencia en la lista que, además, era recibida con cara de pocos amigos. Ha tomado, pues, una decisión que no deja en buen lugar al grupo dirigente central. Así las cosas, si es que esta hipótesis es aproximadamente como la describo, a don Javier no le quedaba otra explicación que aducir el socorrido motivo de los socorridos «motivos personales», sobrevenidos o no.


Ahora bien, cabe otra hipótesis. Don Javier, que iba en el tercer puesto de la lista sevillana, pudo intuir que su elección no estaba asegurada o, peor todavía, que no saldría elegido: un líder de opinión como él tiene un fino olfato para detectar determinados acontecimientos. Recordemos que, en su juventud, ya apuntaba maneras de anticipación a los avatares políticos. De manera que el ilustre constitucionalista, sacando el blanco pañuelo, ha optado por lanzar un escueto «adiós, muchachos».     


Podemos no ha dado otras explicaciones. Mal hecho. Peor todavía, ha reincidido en la política de fichajes en substitución de las primarias. Todavía no se habían apagado los ecos del fracaso de la operación Pérez Royo cuando se produce otra: la pesca del viejo Luis Carlos Rejón, de la más tosca estampa de la izquierda que bosteza, aunque cabe la hipótesis de que este caballero –al igual que el tan citado én estos días Agustín de Hipona--  haya conocido en los últimos tiempos un consolador proceso de renovación y paz interior. Pero de ello nadie nos ha dicho nada.


Sea como fuere, me interrogo: ¿ha llegado doña Entropía al territorio Podemos? Sólo pregunto. Desde luego para un servidor todo ello me da que pensar. Solamente queda por imaginar cuándo algunos empezarán a cantar el viejo bolero que avisaba de la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue. En todo caso, bien es cierto que la educación sentimental a lo Antonio Machín no forma parte del imaginario de Podemos. Ni falta que les hace, francamente.



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