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José Luis López Bulla La reciente encuesta del CIS: una olla de perplejidades
José Luis López Bulla



Homenaje a don Julio Rey Pastor



Nunca le he visto la cara a un entrevistador de encuestas del CIS. Por lo tanto, no sé si es «alto y delgado como su padré, pero tiene bigote como su madré, morená saladá», que cantábamos con la lengua en poder de las uvas de Utiel en tiempos de antaño. Tampoco tengo referencia alguna de quiénes son los estudiosos del material que se les entrega, ni estoy al tanto de cómo se adoban los resultados en los figones de la cocina del CIS. No obstante, mi ignorancia de dichos asuntos no me lleva a desconfiar del trabajo de campo realizado y de sus resultados. Porque mi escepticismo no es al por mayor sino al detall. Se ha de ser desconfiado pero no en demasía.


Lo significativo de esa encuesta no son los resultados que se pronostican para cada formación política. Lo que me llama la atención es el voluminoso sector de los llamados “indecisos”, que sobrepasa el cuarenta por ciento. «Vaya tela» que diría, con las pestañas en acento circunflejo, un inquieto Eduardo Saborido, siendo esa tela de pana o de organdí. Un cuarenta y dos por ciento de indecisos en estos tiempos que corren es algo que, a dos semanas de los comicios, pone los pelos mirando a Venus.


¿Será una muchedumbre realmente indecisa o es que no desea darle cuatro cuartos al pregonero? ¿Se trata de un voto que, por fas o por nefas, no desea ser explicitado por el entrevistado? ¿O todavía es una opción que se debate entre un real o aparente territorio fronterizo, es decir, entre A y B que tienen, según el entrevistado, una proximidad política? ¿O más bien es una decisión  que no quiere ser compartida, por las razones que sean, con el de la libretilla en ristre? Más todavía, ¿hasta qué punto hay una relación entre esa respuesta y la abstención?


Sea como fuere estamos ante una indecisión de masas que puede admitir muchas explicaciones entrecruzadas. Lo que tal vez complique no poco las cosas a los aparatos y marmitones electorales de quienes están en la liza electoral, especialmente los que parecen tener más posibilidades de subir al podio.  Sin embargo, ¡ojalá me equivoque!,  la querencia que hasta la presente hemos vivido indica que la técnica de intentar rebañar votos seguirá siendo la estridencia y el chillerío de todos contra todos, muy en especial la de los partidos fronterizos. Que justamente provocan lo contrario. O la no menos conocida de elevar el diapasón de la propuesta o promesa impactante, aún a sabiendas, de que se cumplirá cuando las líneas paralelas se crucen.


Con todo, cautelosamente podríamos establecer algunas hipótesis de esa indecisión --¿o es perplejidad?--  de masas. 1) Podría ser que el tronco de la fidelidad hacia tal o cual partido ha perdido grosor considerablemente; y 2) que la volatilidad del voto tiene, de momento, un tranco no despreciable.



Pues bien, tal como están las cosas hasta el mismísimo don Julio Rey Pastor, príncipe de las Matemáticas, se las vería para construir unos algoritmos que se aproximaran un tantico al resultado electoral. 

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