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José Luis López Bulla El certificado eclesiástico de anti pederastia
José Luis López Bulla



Desde que el Papa Francisco empezó a revisar ciertos asuntos  y a meter mano en los más delicados se agudizaron los movimientos sísmicos en Roma y sus lejanos alrededores. La lucha, aunque aparenta delicados ademanes, es a degüello. Vaticanista, se diría. Por ejemplo, pongamos que Francisco afirma que el Sol no sale por Antequera, a continuación determinados representantes de la Curia movilizan al beaterio y al beaterío mundiales –beaterio, o lo que es lo mismo, la organización; beaterío, el movimiento--  para que organicen la mundial. Como es lógico, este es el principio de reacción que le sigue al de acción, que le debemos a Newton


Vamos a lo concreto. Francisco arremete contra lo que entiende ser la pandemia de la pederastia en la Iglesia. Entonces surge una cohorte de mitrados españoles y de otras latitudes que justifican la pederastia, afirmando que son los niños chicos los que provocan y añaden otros escombros de lógica viuda. Como Francisco no se ha caído de ningún guindo y es jesuita, por lo tanto, sabe cómo se las gasta doña Correlación de Fuerzas, moviliza a sus parciales. Hay que poner en marcha las fuerzas de regadío contra los nebulones de secano. Y, así las cosas, entra en movimiento el Obispo de Lleida, Salvador Giménez i Valls.


Don Salvador no se ha ido con chiquitas. Ha publicado una nota en la que exige a sus curas (empezando por él mismo) un certificado de no tener antecedentes de pederastia. Toda una patada en la mismísima  cruz de los leotardos de algunos sinvergonzones. Si lo hubiese leído en facebook, que es un amasijo de trolas, no lo hubiera creído. Lo he visto en El País de hoy mismo (1). Y, a menos que Cebrián no mienta también en este caso como es su costumbre, habremos de darle crédito.


Habrá, estoy seguro, algunos exigentes que afirmen que es una medida insuficiente porque no contemple la fecha de renovación del certificado. O por un quítame allá esas pajas, pero lo cierto es que se trata de cogotazo de parcial renovación de usos y costumbres que en la Iglesia han sido. Y si se me apura, es una renovación con hechos concretos y no retóricas sobre el sufrido papel que todo lo aguanta.


Conclusión, Rouco y sus hermanos harán bien en retirarse a sus áticos o conventículos. Porque Francisco es capaz de montar un quilombo de campeonato. Los agnósticos lo celebraremos y, agradecidos, estudiaremos la petición de algunos recién conversos: que el lunfardo sea declarado patrimonio universal de la Humanidad. 


Punto final: observen ustedes que les he dado un respiro no hablando nada de Venezuela y sus regiones.   



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