Marta Galego en el centro de la imagen.No lo dijo ningún periódico de alto copete. La noticia no debió interesar a ningún gerifalte ya sea del sector cabizbajo o del cantamañanismo de los medios. Tan sólo un humilde diario local le dio su debida cobertura. Hela aquí:
«Marta Galego arbitró el encuentro de la UE Valls contra el Cambrils Unió (Tarragona) en el campo del Vilar en la primera jornada del grupo 6 de Segunda Catalana. En el minuto 23, tras una decisión arbitral, un espectador le gritó que se fuera a fregar platos. »Galego aplicó inmediatamente la normativa de la FCF (Federación Catalana de Fútbol) "Cero insultos en la grada", detuvo el partido y se dirigió al delegado local de la UE Valls para pedirle que expulsara al espectador ofensivo, según publica el digital deportivo "El Travesser". »El espectador que fue expulsado, un socio habitual, tardó tres minutos en abandonar el campo, tras lo cual el partido se reanudó con una ovación del público dedicada a los tres árbitros y Galego anotó el incidente en el acta» (1).
Aplaudimos a rabiar a María Galego. No es fácil tomar una decisión de este calibre, que sólo se explica porque esta señora árbitro tiene la cabeza bien amueblada. O estas patologías sociales se combaten con energía o estaremos asistiendo a su extensión. De momento queremos valorar lo siguiente: el coraje de Galego en la aplicación de una norma, la existencia de esta misma norma y el comportamiento del público. Se supone que el socio macho-bronquista estará purgando por las esquinas del pueblo su estúpida bravuconería.
Ignoro si existe una normativa similar en otras federaciones territoriales. Si no fuera el caso, sería oportuno que se copiara una idéntica a la catalana. Esta petición es el objetivo esencial de esta entrada en el blog, porque estar rutinariamente a la espera del propósito de enmienda es de ilusos. En resumidas cuentas, es también con estos valientes y drásticos gestos como se dan los primeros pasos para interferir la violencia, el incivismo y la insolencia en los campos deportivos, cuya impunidad cree garantizada para sí el macho-bronquista.
