Antonio Baylos, Javier Tébar y un servidor: el libro que nos traemos entre manos
Les doy a mis amigos, conocidos y saludados eso que llaman una primicia: ya falta poco para que aparezca en las librerías un libro que estoy ultimando, «No tengáis miedo de lo nuevo; este título es un préstamo de una frase de Luciano Lama. Me honran con su presencia Antonio Baylos que generosamente hará el prólogo y Javier Tébar que lo concluirá con el epílogo. De hecho ha sido el profesor Gregorio Luri quien tozudamente se empeñó en que pusiera en orden y por escrito mis ideas sobre el sindicalismo y sus alrededores. Y hasta generosamente me buscó la editorial. No hay nada como tener buenos amigos. Me resistí todo lo que pude porque acabé hasta el colodrillo cuando escribí el libro Cuando hice las maletas. Pero el filósofo de Ocata insistió hasta doblarme la muñeca. Una paella en el puerto de El Manou y su correspondiente vino blanco vencieron definitivamente mis resistencias. Le doy las gracias muy de veras. Y espero que el ejercicio de redacción pueda estar a la altura de su amable y machacona insistencia.
Como pueden ver esta entrada en el blog es publicidad gratuita. La publicidad de un libro que está todavía en el horno. Y que, para picar la curiosidad del lector, ofrezco el primer tranco del libro. Es decir, la introducción. Hela aquí.
«No corren buenos tiempos para el sindicalismo. Sin embargo –o precisamente por ello-- decenas de miles de personas le dedican generosamente una considerable parte de su tiempo de vida. Son hombres y mujeres que, por lo general, tienen una alta cualificación profesional, empeñados en la noble tarea de la humanización y transformación del trabajo asalariado. En cierta ocasión, un dirigente sindical italiano, Ottaviano del Turco, afirmó que son «gente de otra pasta». Estoy de acuerdo. Desde hace cincuenta años he vivido --y compartido responsabilidades-- con ellos y doy fe de ello.
»Este libro pretende ser, sin protocolo alguno, un homenaje a las generaciones de sindicalistas que se sacrificaron, primero, por la consecución de las libertades democráticas en nuestro país y, después, por la consolidación de las mismas hasta el día de hoy. Y con ellos los juristas del trabajo, dignos de ese nombre.
»No son buenos tiempos para el sindicalismo, decimos. Junto a los grandes cambios de todo tipo que se están operando desde hace años, fracasada una vez más la operación de convertir al sindicato en un sujeto técnico, que acompañe de bracete a los poderes del empresariado y los poderes económicos, se ha recrudecido una ofensiva brutal contra los sindicatos y sus hombres y mujeres. La mejor forma de enfrentarse a ese desafío es el planteamiento de una auto reforma sindical permanente, ya que los cambios y transformaciones no son algo contingente; tales cambios ya no se dan de higos a brevas sino de manera sostenida, de ahí que el sujeto social debe responder con su propia criticidad alternativa. Las cavilaciones que se presentan en ese libro son un intento de acompañar el debate de los sindicalistas en ese volver a pensar su organización y eso que llamamos las relaciones laborales. Este repensamiento de la acción colectiva organizada, esta auto reforma, que se propone en este ensayo, tiene este objetivo central: el sindicalismo debe zafarse definitivamente del contagio del taylorismo que ha padecido a lo largo del siglo pasado. Por la sencilla razón de que si nos encontramos en otro paradigma, seguir manteniendo aquel contagio conduce a una acción reivindicativa ineficaz y lleva al sindicalismo a una especie de reserva india de los últimos mohicanos. Tres cuartos de lo mismo recomienda el insigne jurista del trabajo Umberto Romagnoli a sus colegas: «Es impensable que se pueda proponer el derecho del trabajo en este mundo, ya transformado, de la globalización y la financiarización con las formas que tuvo en el siglo pasado, propias de la industria fordista». La semejanza de ambas sugerencias se explica porque el derecho del trabajo sigue siendo –y es bueno que así sea-- una pareja de hecho como lo fue durante la mayor parte del siglo pasado.
»Salir del contagio del taylorismo, sostenemos. Este es el hilo conductor de mis cavilaciones. Lo que nos conduce a definir qué es exactamente ese sistema de organización del trabajo, y de esa manera tenemos el terreno despejado a partir de ahora. Nada mejor que tomar prestado qué entiende Bruno Trentínpor taylorismo. La referencia la sacamos de su libro canónico La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo. Dice Trentin: a) Estudio de los movimientos del trabajador mediante sudescomposición para seleccionar aquellos que son “útiles”, suprimiendo los “inútiles” aunque sean instintivos para reconstruir la “la cantidad de trabajo veloz que se le puede exigir a un obrero para que siga manteniendo su ritmo durante muchos años sin ser molestado”; b) Concentración de todos los elementos del conocimiento (del saber hacer), que en el pasado estaban en manos de los obreros, en el management que “deberá clasificar estas informaciones, sintetizarlas y sacar de estos conocimientos las reglas, las leyes y las fórmulas”; c) Apropiación de todo el trabajo intelectual al departamento de producción para concentrarlo en los despachos de planificación y organización; con la separación radical (“funcional”) entre la concepción, el proyecto y la ejecución; entre el thinking departament y la tarea ejecutiva e individual del trabajador que está aislado de todo el grupo o bien está en un colectivo. (Taylor repetía a sus obreros de la Midvale en 1890: “No se os pide que penséis, para ello pagamos a otras personas); d) Predisposición minuciosa, por parte del manegement, del trabajo a desarrollar y de sus reglas para facilitar su ejecución. Las instituciones predispuestas del management deben sustituir totalmente el “saber hacer” del trabajador y especificar no solamente qué es lo que debe hacerse sino “de qué manera hay que hacerlo en un tiempo precisado para hacerlo”.
»De este libro dijo Pietro Ingrao, el fascinante dirigente comunista italiano, que «debería ser el libro de cabecera de los sindicalistas». Recordemos lo parco y sobrio que siempre fue Ingrao en sus elogios. Y recordemos, además, que esta obra en castellano está publicada en sendas ediciones por la Fundación Primero de Mayo y la editorial Bomarzo.
»Salir, salir pues del taylorismo. Y entrar de lleno, con toda la capacidad crítica, en el nuevo paradigma. Soy del parecer que la cuestión principal del nuevo paradigma es la emergencia de la cuarta revolución industrial –propiciada por una vasta, veloz y versátil novísima tecnología— que está generando un espectacular proceso de innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios, cuyos tiempos ya no coinciden con los ritmos del ciclo económico; una economía global pensada según los cánones neoliberales, ciertamente. Por lo demás, digamos como amable sugerencia a nuestras amistades sindicales: «no tengáis miedo de lo nuevo», que pronunció atrevidamente Luciano Lama cuando dejó sus responsabilidades de primer dirigente de la CGIL.
»Quedamos, pues, en lo siguiente: la madre del cordero no es la globalización, sino la revolución industrial de esta fase con sus consecuencias de innovación y reestructuración, y de ahí debe partir el sindicalismo confederal desde el centro de trabajo, que llamaremos ecocentro de trabajo, en continua mutación.
»Primer aviso: esta observación inicial no está en la mirada de todo el sindicalismo europeo, lo que explicaría –aunque parcialmente-- el repliegue y desorientación desde el inicio de la crisis de 2008, a pesar de las gigantescas movilizaciones que se han dado en todo este periodo. No sólo repliegue sino enclaustramiento de la práctica sindical (y de sus movilizaciones) en cada Estado nacional, y dentro de éste (en algunos casos) la emergencia de brotes nacionalistas. Es más, lo chocante del caso es que, en todo este largo periodo, el sindicato europeo –agobiado por la crisis y el aprovechamiento que están haciendo las derechas económicas y sus franquicias políticas-- ha puesto en el congelador todo un cuaderno de grandes planteamientos: pongamos que hablo de la negociación colectiva a escala europea, por ejemplo. Más todavía, no es posible retomar la gran cuestión de la Europa social sin la existencia de una negociación colectiva europea, que fue un proyecto del sindicalismo europeo de los años noventa, que sigue celosamente guardado en los archivos esperando quién sabe qué ocasión.
»En resumidas cuentas, salir del taylorismo es un desafío en toda regla: de un lado, porque propone que el asalariado en el ecocentro de trabajo avance en el terreno de la humanización del trabajo y la reapropiación de sus conocimientos, que negaba el taylorismo; con lo que nos encontramos con las mejores tradiciones y raíces del movimiento sindical antes de la irrupción en escena del ingeniero Taylor; de otro lado, porque dicha salida supondría la eliminación gradual de los hierbajos que, como maleza, han ido suplantando aquellas raíces».
Y hasta aquí puedo decir: para el resto de los capítulos habrá que esperar a la publicación del libro.

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