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José Luis López Bulla Josep Borrell, candidato
José Luis López Bulla


Cuando los socialistas estaban haciendo el recuento de las primarias que Josep Borrell disputó a Joaquín Almunia, un servidor se encontraba en Cádiz. La base afiliativa del PSOE estaba convocada para dilucidar quién sería el candidato para la presidencia del Gobierno. ¿Se acuerdan?


Los periodistas del Sindicat de Periodistes de Catalunya estaban empeñados en construir un sindicato unitario de la profesión para toda España. Como yo tenía muy buena mano con estos amigos y compañeros fui invitado al Primer Congreso de Periodistas. Cádiz nos acogió amable y hospitalariamente. El lugar del encuentro fue la Casa de Tabacos, primorosamente restaurada. En un descanso tuve la ocasión de departir con Manuel Chávez, todavía presidente de la Junta de Andalucía. Le pregunté que quién iba a ganar las primarias. Su respuesta: «Almunia, no lo dudes». Mi respuesta le intrigó: «Vox praesindentis vox Dei».


Esa misma noche se celebraba la cena de clausura del Congreso. Por las razones que fuera, los amigos Enric Bastardes y Dardo Gómez, las cabezas visibles de los sindicalistas catalanes del SPC, me pusieron en la mesa presidencial donde se encontraban las autoridades gaditanas del PSOE. Había acabado el recuento de los votos; en las altas esferas socialistas reinaba la calma y la confianza de que Almunia sería el Enviado de Pablo Iglesias en la Tierra.


Casi a los postres se acerca un caballero y cuchichea en el oído del presidente de la Diputación. Este se queda de piedra y casi le da un jamacuco. Saqué media arroba de mi impertinencia y exclamé: «Ha ganado Borrell». Y añadí que la prueba era la cara compungida del presidente de la Diputación. En efecto, Borrell ganó. 


Después vino lo que vino. El secretario general perpetuo movió los hilos y Borrell acabó en el Limbo. De donde podemos sacar una primera conclusión: la consulta a las bases es aceptada, sólo y solamente, cuando conviene a quienes tienen el mando real. Borell –devorado por la teleraña de sus aparentes amigos y el acoso del Partido Apostólico-- dimite y Almunia se estrella en las elecciones generales.


Segunda conclusión provisional: los grupos dirigentes de alto nivel no estaba bien informados. Las bases socialistas ejercieron de criada respondona. Ahora bien, que los dirigentes no estuvieron informados no impidió que sacaran conclusiones. Con lo que las primarias sirvieron sólo cuando interesaban y con los resultados ya sabidos de antemano.


Ahora dicen los mentideros que Borrell sopesa presentarse a la secretaría general del partido. Ello demuestra dos cosas: primero, que sigue tan combativo como en su juventud; segundo, que no ha sacado las lecciones oportunas  del estilo visigótico de su partido.


O tal vez porque nuestro hombre todavía ignora aquel proverbio de nuestro Séneca, que podría ser aplicable al PSOE: «No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas». Por lo que a mí afecta le daré un consejo a Borrell: «Cuídese de los hidalgos de bragueta de su partido». Hágame caso, caballero, usted está más seguro, a nuestra edad, transportando troncos en el río de su pueblo.  Por lo menos, en esa noble actividad sus espaldas están seguras.



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