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Miquel Iceta Intervención en el desayuno informativo organizado por Nueva Economía Fórum
Miquel Iceta

INTERVENCIÓN DE MIQUEL ICETA EN EL DESAYUNO INFORMATIVO ORGANIZADO POR NUEVA ECONOMÍA FÓRUM (Madrid, 23.11.16)

 

Muy buenos días, señoras y señores,

Empiezo agradeciendo a Nueva Economía Fórum su invitación, a los patrocinadores su inestimable colaboración y a Ángel Gabilondo su cariñosa presentación, en la que se pone en evidencia la amistad que nos une.

Quiero agradecer la numerosa asistencia a este acto, al tiempo que debo disculpar a mis compañeros diputados y diputadas en el Congreso que no han podido acompañarnos por celebrarse hoy un pleno de la Cámara que se inicia con la sesión de control al Gobierno.

No me resisto a dar algún dato de presentación. Soy Miquel Iceta, primer secretario del PSC. Elegido el pasado 15 de octubre en un proceso de primarias al que concurrimos dos candidatos, encabezo una Comisión Ejecutiva que contó con el apoyo de un 88% de los delegados y delegadas al Congreso.

Por otra parte no soy un recién llegado a la política. En 1977 me afilié al Partido Socialista Popular Catalán y me incorporé por primera vez a la dirección del PSC en 1984.

El PSC representa electoralmente entre 500.000 y 600.000 catalanes y catalanas, como se ha demostrado en las recientes elecciones municipales, autonómicas y generales. Mantiene 123 alcaldías y está presente en los gobiernos locales donde vive el 64% de los catalanes, entre ellos las cuatro capitales de provincia, manteniendo en Lleida y Tarragona la alcaldía.

La relación entre Cataluña y el resto de España es uno de los tres principales problemas a los que nos enfrentamos. Los otros dos son la crisis económica, sus secuelas y la necesidad de impulsar la incipiente recuperación creando empleo y reduciendo las desigualdades, y la necesidad de recuperar la confianza en la política y las instituciones combatiendo y castigando eficazmente la corrupción.

Entenderán que me centre en el problema de la relación entre Cataluña y el resto de España. La posición del PSC es la siguiente: ni la independencia ni el inmovilismo son opciones viables ni sensatas. Nos oponemos frontalmente a dividir la sociedad catalana y a separar a Cataluña del resto de España. Por ello proponemos renovar el pacto de 1978 a través de una reforma constitucional federal cuyas líneas maestras acordamos con todos los socialistas de España el 6 de julio de 2013 en Granada.

Los socialistas catalanes queremos representar un catalanismo abierto e integrador, dialogante, pragmático y pactista, que rechaza tanto el inmovilismo como las iniciativas unilaterales que pretenden ignorar la legalidad. Queremos superar la disfunción democrática causada por la Sentencia del Tribunal Constitucional que alteró el Estatuto votado por la ciudadanía, al tiempo que queremos dar un nuevo impulso a la modernización del Estado, y deseamos proporcionar un marco de convivencia que pueda recibir el apoyo mayoritario de los catalanes y del conjunto de los españoles.

Ni defendemos la independencia ni reclamamos el derecho de autodeterminación. Y como hablamos de cambiar España, cuando hablamos de referéndum nos referimos a un referéndum en el que estarán llamados a participar todos los españoles.

Un referéndum en el que se someta a ratificación un ambicioso pacto político que debe alumbrarse en el periodo 2016-2020. Un pacto para muchos años, para seguir juntos y progresar juntos.

¿Qué elementos deberían incorporarse a esta reforma constitucional federal en lo que se refiere a la estructura territorial del Estado? Para simplificar, desde el PSC hablamos de “cuatro erres”. R de reconocimiento. R de reglas. R de recursos. Y R de representación. Dejo la primera R para el final.

Reglas. Para mejor distribuir las competencias, para evitar conflictos, duplicidades, solapamientos e interferencias. Para reconocer las competencias que recogen singularidades y hechos diferenciales.

Recursos. Fijando los grandes principios del sistema de financiación que debe ser suficiente, solidario, pero también justo y equitativo. Recogiendo los conceptos de esfuerzo fiscal similar y ordinalidad, así como la figura de los Consorcios Tributarios.

Representación. A través de un Senado o un Consejo federales. Que haga de la cámara alta un verdadero instrumento de integración y cooperación territorial. Que haga posible el gobierno compartido. Saben ustedes que federalismo aúna autogobierno y cogobierno. El cogobierno reside fundamentalmente en la cámara territorial, sea un Senado o un Consejo federal.

La primera R, reconocimiento, es la más compleja, a pesar de que no tiene coste económico alguno y forma parte de los intangibles. Queremos que la Constitución reconozca a Cataluña en su identidad y su aspiración. Los acuerdos de Granada lo explican así: “Creemos que en el federalismo se ubican las mejores soluciones para reconocer, respetar e integrar las diversas aspiraciones nacionales que conviven en España” (punto 16, página 6). Y apunta una posibilidad concreta que consiste en incorporar al texto constitucional los derechos históricos de Cataluña recogidos hoy en el artículo 5 del vigente Estatuto, que dice lo siguiente: “El autogobierno de Cataluña se fundamenta también los derechos históricos del pueblo catalán, en sus instituciones seculares y en la tradición jurídica catalana, que este Estatuto incorpora y actualiza al amparo del artículo 2, la disposición transitoria segunda y otros preceptos de la Constitución, de los cuales deriva el reconocimiento de una posición singular de la Generalitat con relación al derecho civil, la lengua, la cultura, la proyección de éstas en el ámbito educativo, y el sistema institucional en el que se organiza la Generalitat”.

Para muchos catalanes, y para el PSC, Cataluña es una nación. Esa definición forma parte de la tradición catalanista desde hace ya más de siglo y medio, está recogida en los documentos fundacionales del PSC, y se mantiene viva en nuestra cultura y nuestras leyes. Ustedes saben, por ejemplo, que el 11 de septiembre es la Fiesta Nacional de Cataluña, y que fue regulada por ley, aprobada en su día con el voto unánime del Parlament en 1980. Y no fue recurrida.

Para los socialistas catalanes, nación no es un concepto que lleve aparejado el de soberanía o el de Estado. Hay naciones que no son Estados. O mejor, naciones que comparten Estado con otras naciones.

España es plural, sí. España es diversa, sí. Algunos de los pueblos que la integran tienen una identidad diferenciada y tienen aspiraciones nacionales porque se consideran a sí mismos una nación, sí.

Pero la convicción de que España integra diversas naciones no es incompatible con considerar que España es una nación. Una nación de naciones como decía el socialista leonés Anselmo Carretero hace ya muchos años. Como señalaron Felipe González y Carme Chacón en un valiente artículo del año 2010: “La concepción de España como ‘Nación de naciones’ nos fortalece a todos”.

Algunos desconfían y dicen: hombre si queréis que se os reconozca como una nación es porque queréis ser un Estado independiente. Y nosotros decimos que, en Cataluña ciertamente hay muchos que sí que lo quieren, pero nosotros no. Nosotros queremos un Estado moderno que nos represente mejor y que defienda mejor nuestros intereses, no un Estado solo para nosotros.

Por eso decimos que ya tenemos un Estado que es el Estado español, dentro del cual se incluye la Generalitat de Cataluña, para la cual queremos el máximo de competencias para lograr el máximo autogobierno posible en el marco del proyecto compartido que se llama España en donde la soberanía reside en el conjunto del pueblo español.

¿Es esto tan difícil de entender? ¿Y por qué Cataluña es una nación? Pues, sencillamente, porque muchos catalanes lo sienten así. Es difícil encontrar una definición de nación que sea unánimemente aceptada. Para unos es sujeto de soberanía, para nosotros es sentimiento de identidad y de pertenencia.

Que muchos catalanes sientan que Cataluña es una nación, ¿la hace mejor o peor que otras Comunidades Autónomas españolas? No. Simplemente la hace diferente. Desde luego no hay muchas Comunidades españolas en las que haya partidos que prometan conseguir la independencia de forma unilateral y recojan casi un 48% de los votos.

¿Y es malo ser diferente? No debería serlo. De lo que se trata precisamente es de integrar y hacer compatibles las diferencias con la existencia de un proyecto compartido común.

¿Quién tiene miedo a reconocer que España es un país muy diverso con grandes diferencias entre unas zonas y otras?

  • El 40% de la población española vive en CCAA con lengua cooficial distinta del castellano para toda la comunidad (Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Euskadi, Baleares), lo que se incrementa a más de un 45% si tenemos en cuenta las protecciones específicas que tienen el bable en Asturias y el catalán en partes de Aragón.
  • El 22% de la población española es protegida por una policía diferente al Cuerpo Nacional de Policía.
  • El 16% de la población española tiene una gestión de las prisiones diferente del resto.
  • El 10% de la población vive en CCAA con sistemas fiscales diferenciados (Euskadi, Navarra y Canarias)

Yo creo que un estado moderno, de tipo federal, como el que tenemos y en el que queremos profundizar más para que sea más eficaz, es el mejor instrumento que se ha inventado hasta la fecha para que los diversos territorios con identidades, culturas y necesidades diferentes puedan convivir armónicamente.

En resumen, los socialistas catalanes creemos que Cataluña es una nación, una comunidad nacional, pero no abrazamos la causa de la independencia. No reivindicamos el derecho de autodeterminación y acabamos de ratificar en nuestro Congreso que la decisión respecto de qué es lo que ha de ser España corresponde a todos los españoles y no a una parte de ellos.

En fin, tiempo habrá para discutir cómo reconocer constitucionalmente la aspiración nacional de Cataluña, pero me gustaría haber dejado claro que para los socialistas catalanes la reivindicación de Cataluña como nación no implica una disputa sobre soberanía, ni un atajo a la autodeterminación, ni la quiebra de la igualdad de derechos entre todos los españoles.

No somos una especie de quintacolumna soberanista o independentista, quizá somos la última viga que resiste la presión que amenaza con derribar el puente de la esperanza de encontrar una solución no traumática al problema de la relación entre Cataluña y el resto de España.

Déjenme que haga un inciso en este momento. Ya hace 8 años que las personas que nos vamos sucediendo al frente del PSC venimos a Madrid a avisarles, a advertirles, de que algo muy grave está pasando en Cataluña.

Cuando el president Montilla, que también era primer secretario del PSC, advertía, ya en el año 2008, del riesgo de desafección en Cataluña hacia España no se le hizo mucho caso. Luego lo repitió Pere Navarro y yo creo haberlo dicho también en otras ocasiones en este mismo foro. Con idéntico éxito. Es decir, ninguno.

Hoy, ante el cariz que han tomado los acontecimientos, quiero creer que algunos en Madrid piensan que quizá deberían haber atendido más este tipo de advertencias.

¿Por qué digo que quizá somos la última viga? Pues porque en Cataluña existen básicamente 3 posiciones:

Una, la que representan Ciudadanos y el PP, que creen que el problema no es tan grave, que el paso del tiempo y el Código Penal lo resolverán. Otra, la que de quienes forman hoy la mayoría parlamentaria que nos gobierna en Cataluña que dice que ya ha desconectado de España. Su imaginario colectivo es lo que llaman República Catalana y en el que España ya no es más que un poder que, todavía (y el adverbio de tiempo es muy importante) les oprime y al que hay que buscar cada día cómo desafiar hasta derrotar.

Y yo digo que cuando desafiar al Estado y desobedecer a los jueces y tribunales se convierte para una parte significativa de la sociedad en una anécdota graciosa, algo muy grave está sucediendo.

Y, por último, estamos los catalanistas. Y, singularmente, los socialistas catalanes.

El catalanismo, esa idea dominante en los últimos 150 años en la política catalana y que consiste en luchar para conseguir el máximo autogobierno para Cataluña al tiempo que se participa en la modernización de España.

Durante mucho tiempo, esta postura catalanista era la defendida por el propio PSC, por CIU y por ICV; cada uno con sus matices.

Ahí quedan los logros de Narcís Serra democratizando las Fuerzas Armadas, los de Ernest Lluch implantando la sanidad universal, y los de tantos y tantos otros socialistas catalanes comprometidos en diferentes niveles en todos los gobiernos de España.

También el impagable esfuerzo de Miquel Roca y Jordi Solé Tura en la redacción de la Constitución. Y el esfuerzo de la antigua CiU de Roca y Duran contribuyendo a la gobernabilidad de España durante muchos años, colaborando con el PSOE y aún más con el PP.

Pero déjenme que les diga una cosa que aún no ha calado suficientemente en Madrid.

Hoy, tanto en las Cortes Generales, como en el Parlament de Cataluña, el único partido que representa hoy ese catalanismo pragmático y pactista es el PSC.

Nosotros somos el único partido que mantiene la voluntad de construir un proyecto en el que sea compatible conseguir el máximo autogobierno posible para Cataluña y, al mismo tiempo, participar en primera línea en el esfuerzo de modernizar España.

Porque CiU hoy ya no existe. Unió ha dejado de tener representación parlamentaria en Madrid y en Barcelona. El PDECat, los herederos de Convergencia, está planteando un referéndum unilateral de independencia junto con ERC y la CUP. Y los antiguos miembros de ICV, hoy inmersos en un proceso de confluencia con Podemos y otros actores como Ada Colau, están en proceso de definición y parece que se decantan por el soberanismo.

El último barómetro del CEO (noviembre de 2016) dice que un 5,7% de los catalanes quieren ser una región de España, al 24,1% ya le parece bien ser una comunidad autónoma, el 23,2% quiere un Estado dentro de una España federal y el 38,9% quiere un Estado independiente; mientras que el resto no sabe o no contesta.

¿Hacia dónde acabará decantándose ese 23,2% que quiere estar en España, pero de una manera diferente a la de ser una Comunidad Autónoma, si no hacemos reforma alguna? ¿Queremos sumar apoyos en favor del pacto o les empujamos hacia la ruptura?

¿Entienden por qué les digo que acaso el PSC y su apuesta federal por la que se decantan el 23% de los catalanes es la última viga del puente? Por eso les pido que nos escuchen y que nos ayuden. No es necesario que estemos de acuerdo en todo, pero sí en una cosa. En la disyuntiva “pacto o riesgo de ruptura” vamos a trabajar por el pacto.

Señoras y señores,

Nosotros conocemos los problemas y somos conscientes de los riesgos de tomar posiciones. Pero preferimos los riesgos derivados de mantener las posturas que nos parecen correctas a los riesgos derivados del absentismo, la claudicación o el silencio.

Por eso no vamos a renunciar a nuestro proyecto de construir una Cataluña mejor en una España diferente. Y una España diferente es una España que debe reconocer la singularidad de Cataluña, y también las demás singularidades que existen, al tiempo que asegura la igualdad de derechos de todos los españoles.

Nosotros queremos un trato diferente en lo que somos diferentes y un trato igualitario y justo en lo que debemos ser todos tratados por igual. Y con eso me estoy refiriendo a la financiación de los servicios públicos esenciales.

Ahora que parece que se va a abrir, ¡por fin!, la reforma del modelo de financiación de las Comunidades Autónomas quiero decir que nosotros coincidimos mucho con aquellos que defienden que los recursos destinados a financiar la educación, la sanidad y los servicios sociales, que son las grandes partidas del gasto del Estado del bienestar que gestionan las CCAA, han de ser los mismos, per cápita, para todos los españoles, residan donde residan. Y que, además, han de ser suficientes para la prestación de unos servicios dignos.

Lo que significa que las administraciones responsables de prestar servicios a los ciudadanos: la Administración General del Estado, las CCAA y los municipios, han tener asignadas las partidas suficientes para proveerlos en función de sus competencias.

También defendemos que los impuestos los pagan las personas, no los territorios. Aunque hay que mantener un equilibrio entre el conjunto de lo que los ciudadanos de un territorio pagan y lo que reciben. Por eso no vamos a dejar de defender la solidaridad interterritorial, que queremos que sea compatible con el principio de ordinalidad recogido también en los acuerdos de Granada.

Y quizá lo vamos a tener que hacer solos porque, en un ejercicio de inconsciencia política, el gobierno de la Generalitat parece que ha decidido inhibirse de esa reforma de la financiación. Quieren dejar a Cataluña sin voz en España, sin nadie que represente sus intereses.

¿Qué puede ser más demostrativo de ese espíritu de desconexión que renunciar a discutir la financiación porque prefieren verse ya como un Estado independiente? Un verdadero disparate.

¿Cómo volver a la vía del diálogo, la negociación y el pacto? Poco podemos esperar del gobierno catalán, decidido a romper en el plazo de un año. Tiene poco interés en arreglar problemas concretos, porque sólo busca aumentar su memorial de agravios. A pesar de todo les seguiremos instando a cumplir con su obligación de trabajar para todos. ¡A ver si toman ejemplo del País Vasco y del pacto PNV-PSE!

¿Y qué podemos esperar del gobierno de España?

Hasta ahora no le hemos visto buscar aproximaciones ni acuerdos. A veces ha parecido esconderse en un burladero como si su único papel fuese el de resistir. Pero es el más fuerte desde cualquier punto de vista. Y por eso le hacemos también responsable de la ausencia de diálogo. No debería escudarse en la falta de voluntad negociadora del gobierno catalán. Pues el gobierno de España lo es de toda España, de todos los españoles y, por tanto, de todos los catalanes. Y tiene la obligación de proponer alternativas que no se limiten a esperar a que el paso del tiempo resuelva el problema o a judicializarlo.

El gobierno de España, y si no lo hace el gobierno deberá hacerlo el Congreso de los Diputados, tiene que plantear que se abra ya el debate sobre la reforma constitucional. Y con mayor urgencia el gobierno de España debe trabajar para acordar la financiación, reducir la conflictividad competencial, tener una especial sensibilidad con respecto a los temas educativos, culturales y lingüísticos, acordar las inversiones, impulsar el corredor mediterráneo, mejorar la gestión del servicio de cercanías, revisando si conviene los términos de la transferencia. El gobierno de España, y si no lo hace el gobierno deberá hacerlo el Congreso de los Diputados, tiene que plantearse la necesidad de revisar algunas leyes orgánicas para profundizar en el autogobierno de las Comunidades: la Ley Orgánica del Poder Judicial, la Ley de Régimen Local, la LOMCE. Hay mucho por acordar y por hacer y el tiempo corre desgraciadamente en favor del conflicto. Por eso hablo de urgencia.

El socialismo catalán hubiese preferido otro gobierno en España. Pero reconoce la legitimidad del gobierno actual. Y precisamente porque queremos a Cataluña y la queremos en España, le pedimos al gobierno del PP que no se limite a esperar el desastre anunciado. Le pedimos que actúe, y nos ofrecemos en lo que se nos requiera para echar una mano. Lo sabe ya la Vicepresidenta y lo sabe el nuevo Delegado del Gobierno en Cataluña.

En nuestra opinión, la disyuntiva es clara: pacto o riesgo de ruptura. Y el socialismo catalán, como siempre, trabajará por el pacto. Nos gustaría contar con la ayuda de muchos para conseguirlo. Desde Cataluña y también en el resto de España.

Y ofrecemos también la colaboración de los municipios en los que gobernamos, a empezar por la ciudad de Barcelona que reclama también un mayor compromiso del Estado en materia de inversiones y equipamientos culturales.

Dejo para el debate las cuestiones que por razón del tiempo han quedado fuera de mi intervención. Y sin duda la situación del PSOE y las relaciones entre el PSC y el PSOE merecerán alguna pregunta.

Muchas gracias por su atención.

 

 

Font: Miquel Iceta
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