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José Luis López Bulla Repprobada la cúpula de la Justicia
José Luis López Bulla
El Congreso de los Diputados reprobó ayer al Ministro de Justicia, Rafael Catalá. El caballero, un par de minutos más tarde, declaró que no dimite. El hombre de Pontevedra tampoco lo cesa. También el Congreso exigió la destitución de la extraña pareja: la de Maza que ejerce dudosamente de Fiscal general del Estado y la de Moix que simula actuar como Fiscal anticorrupción.


No me dejan otra explicación que la siguiente: el Gobierno los necesita para seguir protegiendo, dentro de lo que pueda, al partido que está abierto en canal con ese enorme archipiélago de la corrupción. Dentro de lo que pueda que, cada vez más, es poca cosa. Porque el Gobierno dispone de menos cortafuegos que nunca.


Que no sea cesado el Ministro --y que no dimita-- sólo tiene un nombre: es un escándalo. Especialmente cuando se trata de un ministerio tan sensible como es el de Justicia. Que el gobierno sea reincidente (ocurrió lo mismo con la reprobación del beato Fernández Díaz)  expresaría la sospechosa relación del Partido Popular con la democracia. Así pues, no debe calificarse todo ello de error sino de opción política, ya consolidada. De un quehacer para intentar taponar las vías de agua de ayer, hoy y –se supone— las que todavía no han aparecido. Son tantas vías que no es descabellado pensar que dicho partido es irreformable.


Lo extremadamente chocante es el carácter pétreo del Partido Popular. Nadie rechista, nadie dice, al menos públicamente aquello de «hasta aquí hemos llegado». Posiblemente se tema la supervivencia política personal de quien o quienes podrían hacerlo. O, no se puede descartar, a la vigencia de la práctica de la omertà, el tenebroso código de honor siciliano. Ahora bien, bien podría ser que el problema fundamental no está tanto en los diversos masoveros que todavía podrían alzar la voz, sino en el carácter del partido. Y, según se mire, en el carácter de los llamados «partidos de notables». Que están gobernados por una férrea estructura verticalista que gestiona la existencia de diversas banderías a las que se deja hacer siempre y cuando no impugnen la autoridad sagrada del premier.


Ustedes dispensen pero, así las cosas, la reforma de la democracia es un cuento chino si no se aborda prioritariamente la reforma de los partidos políticos. 



Delenda est Carthago

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