Remando a contra corriente en torno al terrorismo

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Hace tiempo que hemos dado por buena la costumbre de que, tras un atentado terrorista, los partidos políticos en liza suspende, durante un día, la campaña electoral. Es lo que ha ocurrido en Londres. Es una actitud que se ha normalizado sin saber exactamente por qué.

Reflexionemos desapasionadamente sobre el particular. ¿Existe relación entre lo uno y lo otro? Podríamos decir que se trata de una expresión de luto. Pero, por otra parte, hay un consenso generalizado en admitir que no se puede admitir que el terrorismo no puede marcar la agenda de vida de la ciudadanía. Que esta debe continuar viviendo en normalidad cívica. De ahí que no se suspendan las actividades culturales y recreativas, pues ello significaría auto condicionarse ante el terrorismo. Precisamente por ello, tras cada atentado, decenas de miles de personas acuden en manifestación solidaria –incluso sin convocatoria previa-- a donde han caído las víctimas en Niza, París, Berlín y ahora en Londres.

Pregunto: ¿por qué un acto electoral, entonces, debe suspenderse? ¿Acaso porque se considera que puede ofender a las víctimas y a sus allegados? ¿Acaso se estima que un acto electoral es una frivolidad que contradice el dolor que suscita todo atentado? Este argumento, sin embargo, no se compadece con la normalidad del funcionamiento de los cines, teatros y toda la diversidad de la vida en convivencia. De ahí que, por pura inferencia, sostengo (hasta que no se me den razones que me obliguen a cambiar de posición) que, si la vida normal es también una reacción de repudio del terrorismo, la normalidad de la vida democrática en todas sus expresiones debe mantenerse igualmente.