En las covachuelas del Palau de la Generalitat han caído como una jarra de agua fría las palabras del lehendakari Urkullu: «Se celebre lo que se celebre, la consulta carece de las garantías debidas» (1). Obsérvese que el mandatario vasco no pronuncia la palabra referéndum. Y no digamos hasta qué punto han provocado alferecía entre los ojalateros que rodean a Puigdemont. (Lector, no confunda nunca a un ojalatero con un hojalatero. Durante la primera guerra carlista, los combatientes del pretendiente llamaban ojalateros a los cortesanos de don Carlos que, lejos del combate, pronunciaban muy a menudo: «¡Ojalá ganen!»; «¡Ojalá ataquen y ganemos!»).
Pues bien, los ojalateros se han quedado de piedra. Un ´amigo´ de toda la vida, uno de los nuestros, nos propina un puntapié en todas las espinillas. No es un vendido a Mariano Rajoy, es el lehendakari. Y se lamentan por lo bajinis con aquello de «¿qué hemos hecho nosotros para merecer esto?». Más todavía, «¿cómo es que Urkullu coincide con Joan Coscubiela en la minucia de las cuestiones de procedimiento?».