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José Luis López Bulla EL MUNDO SEGÚN JUAN RUBIO-RAMÍREZ O "LA VERDAD VERDADERA"
José Luis López Bulla



Javier Tébar Hurtado

El domingo pasado, Belén Chiloeches, la reportera de CNN+ que hace años cubre las noticias desde diferentes ciudades de los EE.UU. para este canal de televisión, entrevistaba al economista español Juan Rubio-Ramírez. Rubio-Ramírez es doctor en economía por la Universidad de Minnesota (2001) y Associate Professor del departamento de Economía de la Duke University (Durham, North of Carolina). El campo de especialización de sus investigaciones son las políticas macroeconómicas y la macroeconomía cuantitativa. Es así mismo editor asociado de las revistas académicas Journal of Economics Dynamics and Control, de Journal of Applied Econometrics y de Spanish Economic Review, y en algunas informaciones aparecidas en Internet también se dice de él que es asesor de la Reserva Federal estadounidense.


Además es co-director -junto con Jesús Fernández-Villaverde, doctor en economía por la Universidad de Minnesota (2001) y profesor de la University of Pennsylvania- de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea)-Caja Madrid. Esta cátedra, según se nos asegura, “nace con el objetivo de elaborar y divulgar conocimiento científico de alta calidad. Sus intereses se centran en el estudio de aspectos macroeconómicos referentes a España y su contexto internacional”. De ello se infiere que Rubio-Ramírez es una economista brillante y suficientemente preparado para sostener afirmaciones sobre la situación de la economía mundial, en general, y de la española en particular. De hecho, ha venido interviniendo en el diagnóstico sobre “la gran recesión” iniciada en 2008, y ofreciendo, junto con otros economistas de reconocida solvencia académica, diferentes análisis y soluciones. A lo largo de los últimos meses, Rubio-Ramírez, como una de las voces autorizadas, ha insistido reiteradamente las escasas posibilidades de que el gobierno de Rodríguez Zapatero pueda cumplir la promesa de recorte del gasto público, tal como prevé el plan de austeridad que tiene como objetivo recortar el déficit. Hasta aquí, muchos coincidiríamos con él, aunque pudiéramos discrepar respecto al papel que puede concedérsele al déficit público en el contexto de la crisis económica que vivimos.


Pero volvamos a la entrevista que el pasado domingo, 2 de mayo, mantuvo Rubio-Ramírez con Chiloeches en el Canal+. Es cierto que el intercambio de impresiones que mantuvieron se produjo en la hora del resopón y, como en todos los informativos estuvo intercalada con la marea de petróleo en la costa de Luisiana, las movilizaciones sociales en Grecia y la aprobación del plan de rescate de la deuda griega, las elecciones en el Reino Unido, etc., etc. Es decir, en esa especie de centrifugado informativo, fragmentario y fragmentado que tan bien ha sabido expresar el humorista gráfico “Peridis”.Venciendo el cansancio en los párpados, debido a la hora de los postres, el mundo según Rubio-Ramírez me hizo no abandonar, por un momento, este mundo nuestro, ciertamente lleno de problemas, como si dijéramos un “valle de lágrimas” en donde el efecto del recalentamiento del Planeta, paradójicamente, no hace más que inundarlo de ellas. Pues bien, a las preguntas –aunque alguien que inicia la digestión de una buena dieta mediterránea, como era mi caso, podría pensar que era en realidad “a los dictados”- de la periodista sagaz, el economista Rubio-Ramírez comenzó a lanzar afirmaciones en forma de desvarío sobre la imposibilidad de cumplir el compromiso de recorte del gasto público y reducción del déficit por parte del gobierno español. Lo sorprendente no es que cuestionara con argumentos la imposibilidad o no de cumplir las promesas o las deficiencias en el diseño y aplicación de las políticas económicas del ejecutivo socialista –la reciente aprobación de la reducción de un número de altos cargos y la desaparición de empresas públicas, en su dimensión micro, son de hecho un argumento para la crítica-, lo llamativo de esta charla distendida entre la periodista y el experto, es que Rubio-Ramírez, en un tono voluntariamente campechano, sabiendo dejar de lado, como correspondía en este caso, el aparato conceptual y el instrumental analítico -algo que, sin duda, la ciudadanía ignorante en una ciencia como la economía debemos agradecerle- se lanzó en un “slalom” vertiginoso que le llevó de la crítica a la política económica a la certificación de la muerte del “Estado del Bienestar”. Ahí queda eso… Mi hermano y yo, todavía con el postre hinchándonos los carrillos, nos miramos al unísono y farfullamos, en medio del atasque: “for favor, ¿Qué ha dicho?” Sí, ambos comprobamos, porque así lo repitió a la repetición de la pregunta periodística: que el “EB” o el “WS” –o como ustedes quieran llamarlo- no tenía lugar en un futuro resplandeciente…, Afirmación algo sorprendente en un experto de la solvencia académica y de la corta pero brillante carrera que hemos referido ya líneas arriba. Claro, se preguntarán ustedes: ¿Cómo se dio el paso de gigante para llegar de aquel problema concreto y bien delimitado del incumplimiento de la promesa del presidente del gobierno al más general y sin duda enjundioso problema del “Welfare State” y su herrumbroso final? ¿Cuáles fueron las predicciones analíticas que ofreció la voz autorizada de Rubio-Ramírez? Y sobre todo ¿Qué vamos a hacer, si podemos hacer algo, claro, para hacer frente a esta especie de remake con título aproximado: “2013. La odisea del Estado”? Como telespectador recibí dos mensajes; tampoco se pueden pedir más, dirán algunos, a una breve entrevista televisiva fuera del horario prioritario de las emisiones. Efectivamente, no se pueden pedir más y no se puede ofrecer más con menos.


Los dos argumentos son: a) la educación, la sanidad, las pensiones –“¡para ahí!”, le dijo mi querida tía, que es pensionista por la banda baja-, es decir, los sistemas de protección social que –según sus propias palabras- “ofrece gratuitamente (sic) el Gobierno (sic)”, rectificó rápido y raudo “que no son gratuitos y ofrece el Gobierno (sic)”. “¡Vaya un gran descubrimiento!”, alertó mi señora madre, jubilada por el régimen de autónomos, que dejó la calceta al lado, convencida que, ante aquellas afirmaciones, ella podía opinar libremente de la economía nacional e internacional y del estado de cuentas públicas, etc., etc. b) Como el “Gobierno” (sic) no podrá hacer frente al gasto social –“hay que decir la “verdad”, siempre la “verdad””- según Rubio-Ramírez la “gente” –fíjense, que aquí muy adecuadamente el eminente economista no habla de la “ciudadanía”, puesto que la población migrante sí entra en la categoría científica “gente” pero no en la segunda categoría politológica-, como digo, la “gente” tendrá que saber que va a pagar por la educación, por la sanidad, por los servicios que le ofrece el “Gobierno” (sic). Conclusión: en la sociedad post-comunista el Estado del Bienestar ha llegado adonde iba, como al Cíclope Polifemo le ha sido cegado su único ojo. Una vez nos hayamos desembarazado de esa especie de zombie en que se ha transformado el Estado hoy, alcanzaremos por fin tasas de crecimiento económico que de otra forma no sería posible.


Hacerlo cuanto antes nos llevará al paraíso donde nos espera el “mito del desarrollismo” (a mi por lo menos me parece evidente que esta idea general sobre la economía es lo que explicaría que Rubio-Ramírez, no digo el resto de firmantes, sea uno entre el centenar de expertos que propusieron el pasado mes de abril una reforma laboral que incluya la eliminación del contrato temporal y la creación de un único contrato indefinido en el que las indemnizaciones por despido sean progresivas). Cuando le comento que leí semanas atrás esa noticia, me pregunta mi hermano (que tiene 48 años, año y medio de sellos del INEM y dos archivadores llenos de currículums enviados de los que solamente ha recibido el 5% de respuestas del tipo “su perfil no es el adecuado”): “Pero ¿Es que este Rubio-Ramírez también es experto en el mercado laboral y en sus reformas?”. “Al parecer sí, es un expertif…”, le contesto intentando tranquilizarlo.


El último mensaje que ofreció en su entrevista esta voz autorizada que es Juan Rubio-Ramírez de los nuevos economistas “españoles en el mundo” es el siguiente: alcanzar ese paraíso económico requiere que las decisiones no sólo se tomen ya, sino que se ejecuten inmediatamente. Es una carrera contra-reloj. Cómo hacerlo, está claro: todo al mercado, nada, o lo menos posible, al Estado. Es curioso que como receta –así, dicho campechanamente- se nos vuelva a decir que para combatir la enfermedad que padecemos –y ya declarada la invasión- volvamos a inocularnos el mismo virus que ha invadido nuestro cuerpo a la espera de una inmunidad transitoria frente al ataque patógeno. No sé si en la ciencia económica esta lógica es habitual, pero el “sentido común”, o mejor el “buen sentido” en este caso de Karl Polanyi entre otros autores serios, nos indica que sociedad y economía están entretejidas. Lanzar agresivamente sobre la sociedad los modelos econométricos puede ser una manera de buscar soluciones o de crear más problemas, sobre todo si la sociedad no entra en los modelos dinámicos o estáticos que se emplean como si se tratara de una alquimia sin costes. Algo que no parece ver el ojo de algunos economistas, entre ellos el de Rubio-Ramírez, aun contando con un refinadísimo instrumental econométrico con el que, a menudo, producen “realidad”, olvidándose que su fin es formalizarla, traducirla pero no decretarla. Su insistencia en los “incentivos políticos” como elemento de freno a las reformas, según él escasos, cuando no nulos, para poder abordar de frente la crisis, no dejan de ser una ironía si tenemos en cuenta su propuesta, a no ser que también piense que los “incentivos políticos” están todos “concentrados” –como en el caso del gasto público- en manos del “Gobierno” (sic). Descubrir que la protección social pública no es “gratuita” ya lo decía Perogrullo, ahora bien, decir que la paga el “Gobierno” simplemente es falso: el gobierno gobierna el gasto de lo que pagamos y recibimos los contribuyentes (casi me sonroja decirlo). La cuestión que deja fuera el ojo del experto es quién paga y cuánto paga, es decir, la redistribución de la renta, pero supongo que ni la fiscalidad ni su carácter progresivo o no interesan a aquellos que han decretado formalmente, no una nueva crisis, ya larga, si no el fin del Estado del Bienestar.


En sus respuestas a la sagaz periodista Chiloeches –“¿Entonces el Estado del Bienestar está cuestionado en estos momentos?”. Le pregunta al profesor Rubio-Ramírez- no parece haberse detectado problema alguno para pensar en reforma financiera alguna, para el control de los desmanes de una mano que se ha transformado en “muñón invisible”. En definitiva, si las soluciones ofrecidas por Rubio-Ramírez -brillante Associate Professor de una prestigiosa universidad de Carolina del Norte- pasan por la “privatización” de los sistemas de protección social y el pago de esos servicios como única solución al déficit público y el control de gasto, alguien debería comunicarle que lo que está haciendo no es prospección –ningún economista serio ni siquiera cualquier ciudadano que pasa por ahí lo definiría hoy como un “pronóstico”- si no retrospección, o sea, analizar el pasado, y en ese sentido puede propiciarse un debate de gran interés e incluso podría contribuir a pensar en cómo podría ser el futuro. Con el inicio de la crisis, economistas reconocidos pero también serios, como Stigler y Krugman, aunque también otros, se esté de acuerdo con ellos en algunos aspectos y en desacuerdo con otros, si plantean algo de fondo es que nada será igual, o mejor dicho, nada se podrá pensar de la misma forma que se hacía antes de la “Gran recesión”.


El mundo según Rubio-Ramírez (por lo menos en el mundo que dibujó en la entrevista emitida por CNN+) nos habla de recetas conocidas, de visiones generales del campo económico desgastadas, nos habla de decir “la verdad”, quiero interpretar que no nos habla de la “verdad” en términos científicos, entonces sería simplemente esperpéntico; de “ser valientes”, supongo que se referirá a los gobernantes, porque si habla de la gente menuda, y mucha de ella lo está siendo, sería simplemente indignante. Al parecer es posible que hoy, como ayer, la “verdad sea revolucionaria” o se presente como tal. Pero decir, aunque sea supuestamente, “la verdad” no tiene el efecto de interrumpir el “maleficio”, en este caso la crisis. “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero” decía en sus disertaciones Juan de Mairena, pero lo decía para hacernos ver que el “ser” o la “fuerza” de la “verdad” no tiene nada que ver con el “decir” de la verdad.
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[1] Jorge Larrosa, “Notas sobre la verdad del poder y el poder de la verdad”, Enraonar, Quaderns de Filosofia, núm. 31, 2000, pp. 53-67.





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