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José Luis López Bulla LOS MAPAS DE BERLINGUER Y LAS GAVILLAS DE TITO MÁRQUEZ
José Luis López Bulla


La muerte del querido compañero Tito Márquez me trae un recuerdo –más bien una anécdota-- que me explicaron de Enrico Berlinguer. Un amigo me contó que vio en el despacho del dirigente comunista italiano un enorme mapa de Italia con chinchetas de diversos colores encima del nombre de ciudades y villas: las de color rojo significaban que existía una organización consolidada; las azules representaban que las cosas iban mejorando; y las blancas venían a decir que el asunto estaba en pañales. Más o menos lo siguiente: la evidencia de lo sencillo y la necesidad de estar constantemente encima de las cosas. Como es natural, aquella simbología iban cambiando en función del trabajo diario.


Tito Márquez –“el archivo viviente” de Comisiones Obreras de Catalunya, según han dejado escrito cariñosamente Carmen Martorell y Paco Rodríguez de Lecea en este mismo blog— tenía todo el mapa de las chinchetas en su ordenada cabeza. Y, utilizando su lenguaje de antiguo jornalero del campo, no se cansaba de repetir la metáfora “hay que ir amarrando las gavillas”. O sea, organizar hasta el Lucero del Alba. Pues bien, el sindicalismo confederal tiene –también en estos momentos— una gran oportunidad de “amarrar más gavillas”, de fortalecerse con más mujeres y hombres, de potenciar la organización estable. Yendo al grano: de afiliar a miles y miles de personas en eta coyuntura.


Tengo noticias –por lo que leo en los más diversos medios digitales y por todo tipo de conversaciones-- que cada día que pasa se celebran asambleas (unitarias unas con Ugt, otras de cada sindicato) organizando pormenorizadamente la huelga general del 29 de septiembre. Ni los sofocos del verano impiden esa ajetreante actividad. Pues bien, esa relación “en caliente” es propicia, de manera natural, a convocar al personal, a llamarlo a la afiliación. Explicando que la fortaleza de los trabajadores y trabajadores también se mide por la potencia cuantitativa de su afiliación estable. Cierto, se me dirá que son cosas sabidas. Por supuesto, pero –de tan conocidas como son— acabamos descuidándolas o no atendiéndolas suficientemente. Porque, a veces, “lo sabido” acaba disfrazándose de rutina. Y entonces las gavillas acabarían, abandonadas, en los
balates, que diría Tito Márquez.




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