Cautela, mucha cautela, pero también apertura de miras y responsabilidad histórica. Ambas cosas son necesarias ante el anuncio hecho público ayer, por parte de ETA, de que adopta un cese unilateral de la violencia.
Comprendo, como no, el escepticismo con el que mucha gente ha recibido este posicionamiento. Pero aun así quiero pensar que estamos ante una oportunidad sino única sí al menos singular. Explorémosla, sin ingenuidades (el pasado reciente nos demuestra cuan frustrante es tener demasiadas expectativas en este tema, y cuan doloroso es cuando estas se manchan de sangre), pero asumiendo que se trata, quizás, de una nueva ventana que puede apuntar hacia un camino de paz.
Algunos matices pueden hacernos pensar que ello es así. Por ejemplo, cabe tomar nota de que no se trata de un simple 'alto el fuego', sino, insisto, de un 'cese de la violencia', así como del hecho de que por primera vez ETA hace un anuncio no en respuesta a ninguna negociación ni diálogo con el Gobierno español, sino a una explícita petición del entorno de la izquierda abertzale que le reclamaba dicho posicionamiento hace tiempo para poder así afrontar la cuestión vasca en clave política, y no militar.
Por otro lado, la petición explícita de que la Unión Europea se implique en el proceso me lleva también a plantear a las instituciones europeas que no cierren los ojos ante esta situación, y a los grupos y partidos políticos, tanto del Estado como europeos, que sepamos leer este gesto en su justa medida: eso es, sin euforias desmedidas que puedan llevarnos al desencanto caso de verse frustradas, pero tampoco con el negativismo irresponsable que antaño (y también ahora) parece llevar a algunos a criticar cualquier avance por el simple hecho de que pareciera que 'contra ETA' viven mejor.
El objetivo final debe ser, no lo olvidemos, una paz duradora para Euskadi y para Europa en su conjunto, y ello debe conllevar, como no, la desaparición de ETA y por tanto el abandono de las armas. Me da la impresión, y espero no equivocarme, que en el entorno abertzale hay una gran convicción, quizás como nunca la haya habido, de que ya no hay espacio para la violencia armada y de que ya sólo cabe la batalla política.
La prudencia ante este anuncio es por tanto necesaria, y está más que justificada, pero ésta no debería llevarnos a la inacción. Antes al contrario. Ahora, como nunca, es el momento de actuar, con responsabilidad y sabiduría. Ojalá esta vez sea la buena, pero si no lo es, que no sea porque no hemos hecho todo lo posible.