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Àngels Martínez i Castells. Aprender hoy de Rosa Luxemburgo
Àngels Martínez i Castells.
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Vienen elecciones, y si siempre es interesante recordar el pensamiento de Rosa Luxemburgo, seguramente ahora más. Aunque sea obvio, no me importa repetir una vez más que se trata de una ecomista excepcional, que ya en "La acumulación de capital" (¡una obra publicada en 1912!)  nos da muchas de las claves necesarias para entender crisis como la que padecemos. Su valor teórico es innegable. Aprendí con ella, hace muchos años, en la Facultad de Económicas, que el Tomo II del Capital se entendía mucho mejor con una lectura en paralelo de la que se considera su gran obra económica. Y, gracias a ella, reivindico sin falsas ambigüedades que lo que vivimos como crisis de globalización es, de hecho, una nueva crisis del imperialismo.

David Mulhmann, psicoanalista y sociólogo, se lamenta en el artículo publicado en L'Humanité  que mientras se multiplican los estudios sobre Rosa Luxemburgo en Alemania, en EEUU y en América Latina – donde la teórica marxista está considerada como esencial para la reflexión socialista, en Francia no se le ha dedicado, en los últimos 30 años, ningún trabajo de importancia, a pesar de tanto las personas preocupadas por los derroteros de la socialdemocracia como por la recuperación del socialismo, podrían aprender cosas interesantes si interpretaran, desde nuestros días, su pensamiento y su obra.  Este es el artículo de Mulhmann:

¿Habrá realmente que sorprenderse que las clases populares deserten cada vez más de la izquierda y que abandonen sus aparatos institucionales y de lucha ? Por un lado, cada vez que accede al poder la social-democracia es impotente para llevar a cabo eficazmente su programa de redistribución de la riqueza (cuando todavía se atreve a plantearlo), y por otra parte la reticencia de la gente frente a los expertos de un futuro prometedor aparece muy legitima tras el fracaso de la URSS, sin que haga falta evocar a no se sabe qué “alienación” a la “ideología dominante” para explicar la apatía.

Se podrá reconstruir una izquierda de masas a condición de volver vincularla con la inspiración emancipadora que la fundó : aquí esta la principal enseñanza que nos legó Rosa Luxemburgo, y por ello sus ideas no dejan de ser profundamente actuales. En el contexto de Alemania del principio de siglo pasado, percibió con una lucidez ejemplar el proceso burocrático de integración de las elites social-demócratas en el aparato de estado, integración que las llevó a volverse autónomas de las masas hasta volverse en contra de ellas, capitulando ante la guerra imperialista del 1914. Por otra parte ella entendió en 1918 que la política de restricción de las libertades públicas y de la democracia decidida por los bolcheviques, daría un golpe mortal a la revolución rusa porque el impulso liberador que había conducido al proletariado a derribar el zarismo iba a dar luz un capitalismo de estado aún más represivo.

Leer y descubrir a Rosa Luxemburgo en 2010, no es un ejercicio de nostalgia, y tampoco es querer aplicar su doctrina como tantas “lecciones” sobre la situación contemporánea. Es más bien dotarse de los medios intelectuales para reconciliar la exigencia de emancipación social con la necesidad de la libertad política, el marxismo y la democracia. El propio Marx nunca separó la lucha contra la explotación de la lucha contra las opresiones y leyendo bien sus escritos sobre la Comuna de París, es posible considerarlo un «teórico del anarquismo», según la expresión del gran marxólogo francés Maximilien Rubel. La autodeterminación popular y el programa de autogestión generalizado no dejan de ser la apuesta y el objetivo socialistas ; no hay «Salvador Supremo» como cantaba «la Internacional» y el socialismo será obra de los propios trabajadores. O no será.

Rosa Luxemburgo representa un antídoto potente contra todos los « socialismos » que sólo buscan mantener o reemplazar una elite dirigente por otra. Es finalmente el sentido de la humorada de Gilles Deleuze : hablar de un « gobierno socialista » ya es una contradicción en los términos. Sin ir tan lejos, hay que dar por sistema prioridad a la acción autónoma y a la intervención directa de los actores de las luchas en el campo social y político ; hay que oponerse a los reflejos tradicionales de los llamamientos al orden hacia un camino de moderación. Ésta es también la condición, por la promoción de una « praxis pura » de la cual hablaba en el mismo periodo que Rosa Luxemburgo el filosofo marxista Karl Korsch, que se puede esperar hacer emerger una teoría critica renovada y adaptada a las condiciones actuales de la lucha de clases, y que hoy en día faltan tan cruelmente frente a un marxismo-leninismo esclerótico. Ya vemos, estamos lejos del «ética del cuidado» últimamente anunciada por el Partido Socialista , para quien se tiene que mantener el salariado, la explotación, las diversas formas de dominación con la buena garantía de un estado protector.

Se habrá necesitado un siglo de luchas en el imaginario colectivo recordaba Luis Althusser para que el «pobre» se vea por fin a sí mismo como proletariado, es decir, actor de su propia historia. Con el «cuidado» volvemos a la época del cartismo, a la doctrina social de la iglesia, a una política de caridad que en su momento Michel Foucault nos recordó sus conexiones con la reacción.

Pero Rosa Luxemburgo tampoco tiene que ver con las evidencias de una cierta izquierda radical a propósito de las formas de la transformación socialista, para la cual la nacionalización de la economía representaría siempre la vía real : ninguna reflexión sobre la democracia en las empresas, el fracaso histórico de la vía soviética, o el potencial totalitario del capitalismo de estado. Rosa Luxemburgo nos invita a re pensar todo. Una buena razón para (re)descubrirla.

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Original francés artículo : Rosa Luxemburg face au projet de la gauche pour 2012,  traducido por Jean Lacoste.

Addenda:

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