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Àngels Martínez i Castells. Lynn Parramore, Bradley Manning, Wikileaks y la tortura
Àngels Martínez i Castells.

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El grado de civilización de una sociedad puede ser juzgado al entrar en sus prisiones.
~ Fiódor Dostoievski

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"En los primeros días de los Estados Unidos un grupo de bien intencionados cuáqueros de Filadelfia se propusieron reformar el sistema penitenciario. La idea era que los presos no tuvieran que sufrir el hacinamiento, caos y corrupción de las cárceles existentes. Pensaron que si los recluían en celdas de aislamiento recobrarían su salud mental y espiritual a través de la reflexión. Y construyeron la cárcel de Walnut Street, sin ventanas, donde se privaba a los prisioneros de conversación, de contemplar la calle... nada perturbaba su penitencia, esperando que “quedarse a solas con dios, les rehabilitaría”.

Pero hubo un pequeño problema. Muchos de los prisioneros se volvieron locos, y la cárcel de Walnut Street se cerró en 1835.

Sin embargo, la palabra “penitenciaría” pasó a formar parte del lenguaje, y la idea de encerrar a los presos en régimen de aislamiento no murió. Parece tan razonable --mucho más que las cadenas de presos o los amontonamientos en prisiones… Y de nuevo se abrieron cárceles construidas en base a la teoría de que la soledad puede conducir a los delincuentes hacia la salvación.

Charles Dickens tenía un gran interés en las condiciones de las cárceles ya que fue testigo del arresto, por deudas, de su padre en una cárcel victoriana. Cuando se enteró de la última innovación de América, quiso verla por sí mismo. En la Penitenciaria del Estado de Filadelfia pudo ver en régimen de aislamiento unos espectros humanos que miraban fijamente, con mirada vacía, las paredes de sus celdas. Llegó a la conclusión de que el aislamiento es una tortura, y escribió:

“Creo que pocos hombres son capaces de valorar la enorme tortura y agonía que supone este castigo terrible, prolongado durante años... considero que esta lenta y diaria manipulación con los misterios del cerebro es infinitamente peor que las torturas del cuerpo: y aunque no se muestre de forma palpable a la vista y al tacto como las cicatrices de la carne, aunque sus heridas no salgan a la superficie, y aunque no provoque gritos que el oído humano puede oír; lo denuncio como un castigo secreto e impropio de la humanidad."

Dickens, un hombre que había visto muchas inhumanidades en su vida, consideraba el régimen de aislamiento "rígido, estricto, cruel sin esperanza... y equivocado."

Eso fue 1842. Desde entonces, montones de estudios científicos, junto con los relatos vívidos por las víctimas, han confirmado lo que ya era obvio para Dickens. El aislamiento es peor que los huesos rotos y la carne desgarrada. Cuando se priva a los seres humanos de contacto social, incluso por unas pocas semanas, se quiebra su capacidad de concentración, se lesiona su memoria y las personas se desorientan. Con el tiempo, muchos prisioneros experimentan una rabia explosiva, alucinaciones, catatonia, y acaban auto mutilándose. Algunos se vuelven irremediablemente locos. Lejos de conseguir seguridad, que es la justificación más comúnmente citada, el aislamiento amplifica los impulsos violentos, convirtiendo a los prisioneros en bombas de relojería, mucho más peligrosos para la sociedad humana de lo que nunca fueron (véase el documental de National Geografic sobre el tema.) (…)

Salvo la pena de muerte, el aislamiento es la sanción más extrema permitida por la ley. Como la esclavitud y toda forma de crueldad institucionalizada, debe ser desterrada a los anales oscuros de la historia como un ejemplo de lo que sucede cuando la humanidad fracasa. Pero, por el contrario, el gobierno de Estados Unidos lo utiliza como método de terror y coacción con a un ciudadano que ni siquiera ha sido declarado culpable de un delito.

Según varios periodistas han documentado con valentía, reuters_salon.jpgBradley Manning, de 22 años de edad, del Ejército de EE.UU., fue acusado de filtrar documentos clasificados a Wikileaks, y lleva detenido en confinamiento solitario durante los últimos siete meses a pesar de no haber sido condenado por ningún delito, comportarse de forma modélica en la cárcel y no haber dado señales de violencia ni haber cometido faltas disciplinarias. Manning ha estado solo en una celda durante 23 horas al día, sin posibilidad de hacer ejercicio, privado de sueño. Se le ha negado incluso una almohada o sábanas para su cama. Según informa Glenn Greenwald, "el personal médico administran dosis regulares de antidepresivos a Manning para evitar que su cerebro se resienta de los efectos de este aislamiento." Y todavía no se ha fijado la vista de su causa.

El mensaje del gobierno de EE.UU. a sus ciudadanos es claro: haced sonar el silbato y vuestro cerebro quedará mutilado incluso antes del juicio.

Pero puede ser que para vergüenza del gobierno de los EE.UU., nuestra humanidad dormida se despierte. El régimen de aislamiento - la tortura, porque tenemos que llamar las cosas por su nombre - de Bradley Manning está iluminando, irónicamente, toda esta brutalidad y el peligro del autoritarismo. Las Naciones Unidas han abierto una investigación sobre el caso Bradley, y el tambor de indignación en la blogosfera suena con más fuerza cada día. Sea lo que sea lo que se piense de Manning y su participación en las filtraciones de WikiLeaks de información clasificada, nada justifica la tortura. Como sostiene Greenwald, estas prácticas debilitan la posición del gobierno de Estados Unidos, tanto en el extranjero como en el interior del país. Otros países lo pensarán dos veces antes de aceptar las solicitudes de extradición a un lugar donde se sanciona el trato inhumano a los prisioneros. Su posición moral en el mundo se debilita, mientras que la ciudadanía estadounidense, que ya sospechaba de la existencia de abusos de poder después del 11 de noviembre, se alarma al tiempo que su confianza en la justicia se deteriora.

Encerrar a seres humanos en régimen de aislamiento no es una medida que se corresponda con su depravación, sólo denuncia la nuestra".

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lynn-parramore-web-headshot-1.jpgOriginal en inglés aquí.
Lynn Parramore
es Editor de New Deal 2.0, Media Fellow en el Roosevelt Institute, y Co-fundadora de Recessionwire.

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