WILFREDO PARETO ESTÁ EN EL CIELO
Mi madre adoptiva, la tita Pilar, era muy devota de las ánimas del Purgatorio. Cada vez que yo hacía una trastada, con un cierto afán de ir indicando modales futuros, exclamaba desconsolada: “Ay animicas mías, animicas del Purgatorio”. Tras lo cual un servidor seguía erre que erre pues ya era sabedor de la poca influencia que tenían aquellos seres ante el Señor de la Salud, que veneramos en la ciudad de Santafé, capital de la Vega de Granada. Ahora, don José Ratzinger –aprovechándose de que la tita Pilar ya no se encuentra en este valle de lágrimas-- ha dado en declarar que el Purgatorio, el Cielo y el Averno no existen físicamente, y son sobre chispa más o menos un “estado de ánimo”. Seamos claros: si eso se hubiera dicho en tiempos de la tita Pilar, el beaterio (la estructura organizada) y el beaterío (el movimiento de viejo tipo) santaferinos se hubiera alzado contra las nuevas disposiciones eclesiales.
Que el Cielo no exista físicamente me trae sin cuidado: allí no dejan fumar. Lo que indica que los santos de procedencia popular (José el carpintero, Pedro el pescador y otros de origen proletario) han perdido influencia ante los cabildeos de otros inquilinos mesocráticos. Sin embargo, me inquieta la disolución del Purgatorio: ¿perdió Dante el tiempo escribiendo, por ejemplo, las endechas de Sordello cuando cantó aquello de “Ahi serva Italia, di dolore ostello / nave sanza nocchiere in gran tempesta / non donna di province, ma bordello”, esto es, afirmando que aquel país es una nave sin piloto y que, además, es un burdel? Ahora bien, puede que se trate de una venganza del Ratzinger contra Dante. Porque, sabido es, de que el poeta llamó a uno de los antecesores de don José “vil cloaca”. ¿Quién sabe?
Me ha sentado mal, no obstante, que se haya liquidado de un plumazo el Infierno. Se trata de un lugar donde, por supuesto, dejan fumar y el orujo forma parte de los servicios públicos y gratuitos. Más todavía, donde hay –según se dice-- gentes de gran valía: lo contrario de la insipidez del Cielo. Allí las privatizaciones están en el orden del día.
Lo dicho, con la derogación del Infierno (sin debate colectivo previo) Ratzinger quiere privarnos de que, una vez allá, podamos pegar la hebra con Euclides y decirle: “Maestro, su demostración de que la serie de los números primos es infinita es un prodigio de razonamiento; eso es un teorema como Dios manda y no esa chuchería de Pareto, el que está en el Cielo”. Radio Parapanda. Invertir los papeles Habla Josep Maria Rañé.
Font: