LA MADRE ÁNGELA BULLA PRECURSORA DE LOS DESPIDOS EN LA ENSEÑANZA RELIGIOSA
Homenaje a Ramon Plandiura.
A principios de la democracia tuve que vérmelas con un caso que significó un precedente de gran importancia. Pilar Costa, profesora de Matemáticas, fue despedida del Colegio de Lestonac en Mollet del Vallés, una ciudad próxima a Barcelona, en aplicación del llamado Estatuto de Centros. La profesora, según las monjas, era atea o algo por el estilo. El asunto me pillaba además muy de cerca, no solo por motivos sindicales sino también personales. Una monja de las que estaban militantemente en el ajo era mi tía Ángela Bulla, hermana de Pilica, mi madre. Una actitud chocante porque la Orden, en los últimos tiempos de la Dictadura, se había manifiestado con visible tolerancia; y una actitud extraña porque mi tía Ángela era muy ducha en las Ciencias Exactas hasta el punto de resolver las integrales abelianas como el que lava y, según ella, mantener una correspondencia con don Julio Rey Pastor. Con esas credenciales fui a verla y, seguramente tras santiguarse, le dijo a la hermana portera que no tenía ningún sobrino, y que ella no era la Madre Bulla sino la Madre Bul.la. [De esta manera recuperaba la fonética original de raíces italianas para distanciarse definitivamente de un servidor].
A partir de aquel momento, Ramon Plandiura, un prestigioso iuslaboralista experto en los temas de Enseñanza, y yo mismo intuimos que todo ello nos traería muchos dolores de cabeza en los años venideros. Y, en efecto, se abrió la veda, se inició una barra libre que fue utilizada profusamente por los Altos funcionarios de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. En Canarias hubo una plaga de despidos por idénticos motivos que llevaron a la Madre Bulla (o Bul.la) a darle a la escoba de los despidos. Que fueron anulados por el Tribunal de Justicia de Canarias. Los jerarcas eclesiásticos sabían que si ellos despedían pagaba el Estado.
Así las cosas, la barra libre se extendió como mancha de aceite: una profesora malagueña de Religión fue despedida “porque no asistía a misa y, además, se iba de copas” (sic). Otra profesora de la misma asignatura fue puesta de patitas en la calle porque había hecho huelga, que había sido convocada con todas las de la ley. Se mantenía el teologúmeno de que los obispos despiden y el Estado paga: vale decir, el resto de los mortales mediante los impuestos. En suma, mi tía Ángela –la madre Bulla o Bul.la, según se prefiera— fue una adelantada a su tiempo: usaba las matemáticas para el despido, caro o barato, que pagaban los contribuyentes; que conste, no era fenicia sino de Santa Fe, capital de la Vega de Granada. Con toda probabilidad Dante le habrá reservado un lugar adecuado en el círculo más pertinente: tal vez en la ottava bòlgia.
Ahora el Tribunal Constitucional ha hablado nuevamente y ha dicho que EL PAÍS- La Iglesia no puede prescindir de docentes por 'pecar . Otro triunfo del Derecho del Trabajo. Al menos, en esto, podemos decir con aquel antiguo aquello de “Jueces hay en Berlín” [Es gibt noch Richter in Berlin] Pero los naipes marcados siguen en la manga de los Altos funcionarios de la Iglesia mientras el Concordato, esa estantigua preconstitucional, siga haciendo mohatreramente de las suyas. Igual que hizo, tiempo ha, mi tita Ángela Bulla o Bul.la, que de ambas formas puede y debe decirse. Con la condición de no renegar de nadie.

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