Pocos países han sufrido y están sufriendo tanto los embates de las políticas neoliberales como el Reino Unido. Sin embargo, el arzobispo de Canterbury se permitió hacer un elogio a la caridad esta Semana Santa que debo reconocer me ha dejado sin palabras (creo que es la indignación la que no me deja articular ni una sílaba). Lean conmigo y digan si exagero:
El Jueves Santo, día de la Última Cena según la Biblia, cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, y según puede leerse en The Guardian, sugirió que banqueros, políticos y directores de periódicos deberían estar legalmente obligados a pasar un par de horas cada año de trabajo con los pobres y necesitados a fin de recordar el propósito de su poder y la riqueza. (No especificó si con sus guardaespaldas habituales o no, pero la verdad es que el arzobispo no se puso demasiado desagradable, porque un par de horas al año entre la gente de pocos o nulos medios de vida tampoco representan ningón agobio.)
En su charla en la BBC Radio 4 que fue, de alguna manera, un viaje a la Edad Media, cuando no existían derechos de ciudadanía y la caridad era el único y escasísimo apaño para tanta miseria, el doctor Rowan Williams insistió: "¿Por qué no promulgar una nueva ley por la que todos los miembros del gabinete y los líderes de los partidos políticos, editores de periódicos nacionales y los cientos de financieros de más éxito del Reino Unido pasen un par de horas cada año sirviendo comidas en una escuela primaria pública? ¿O limpiando los aseos de una residencia? ¿O caminando por las calles de una populosa ciudad por la noche, como un sacerdote cualquiera,dispuesto a recoger y absorber algo del caos y la confusión humana con la que se encontrará, especialmente entre los jóvenes?"
Me atrevo a sugerir que no se siga el consejo del arzobispo. Aunque sea por dos horas graciables al año, puede significar todavía más pérdidas de lugares de trabajo para las mujeres que, por un salario ridículo, atienden las necesidades de personas ancianas o de niños en las escuelas y las residencias públicas. Pero el arzobispo parece vivir en otra realidad, donde los contratos de trabajo en precario y los derechos laborales no existen, porque continuó: "No tengo duda alguna de que algunas de nuestras figuras públicas ya hacen este tipo de cosas en privado, y eso es bueno para ellos. Pero tal vez tengan que hacerlo en público y no poder vanagloriarse, porque no tendrían otra opción. Sería bueno en dos sentidos: recordaría a nuestros líderes las necesidades reales a nivel de base, de manera que esas necesidades nunca volvieran a ser frías estadísticas, y nos recordaría a todos para qué deben servir la política y el gobierno."
O sea, ¿que para saber que la gente tiene problemas para alimentarse, que las escuelas públicas están siendo abandonadas por los recortes presupuestarios, que un porcentaje muy elevado de los ancianos en el Reino Unido padecen desnutrición (como recogen incluso documentos oficiales de la Unión Europea) los poderosos deben dedicar un par de horas al año a recorrer los "bajos fondos"? Me apuntaría a la idea del señor Arzobispo si fuera al revés: que sólo dos horas de un día de los 365 días del año dejaran de servir mesas, estar entre los jóvenes "confusos" y se desesperaran en las calles a la espera del servicio público de transporte.
Pero no es esa la intención. Al contrario. Se trata de excusar la falta de civismo responsable y cotidiano, de 24 horas al día. Se trata, por el contrario, de mitificar los tiempos en los que nadie pagaba impuestos (y los poderosos mucho menos) y sólo cuando la miseria era insostenible se repartían algunas monedas, desde lejos, y entre bendiciones de la multitud. Así nos sigue contando el artículo que la Reina asistió al servicio de Jueves Santo en la Abadía de Westminster, y distribuyó bolsas de color rojo y blanco que contenían unas monedas especiales, en una tradición de siglos de antigüedad. Williams dijo que esta costumbre servía para recordar a los grandes el propósito de la riqueza y el poder. Y añadió:
"El poder existe, en la iglesia,el estado o en cualquier otro lugar, para que la gente común pueda ser cuidada, especialmente aquellos que no tienen recursos para cuidar de sí mismos. Al ver a la Reina hoy honrando a algunos de sus súbditos, vale la pena recordar que el objetivo del poder supremo en el universo es que debemos ser alimentados, respetados y amados." Y concluyó preguntándose cómo utilizan el poder que tienen los monarcas, los políticos, los magnates e inluso los arzobispos.
Pues ya saben el programa: ni impuestos, ni derecho al voto, ni derechos de ciudadanía, ni redistribución de la renta, ni pleno empleo... que con dos horas al año los podersos del Reino Unido den una ojeada a nuestra triste vida (dedicarían más tiempo a la caza del zorro si se volvera a legalizar) y si tenemos suerte, el Jueves Santo quizá nos tocará alguna de esas monedas (seguramente sin valor legal) que la Reina distribuye en bonitas bolsas de rojo y blanco.
Como no me gusta escribir tacos en el blog, lean ustedes lo que les apetezca (y no se corten) en mi comentario final: ¡vaya narices lo que hay que aguantar!