LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS Y GARCILASO DE LA VEGA

Ya veremos en qué quedan las votaciones en los próximos comicios tanto locales como autonómicos. Pero, salga lo que salga, una cosa me parece necesaria: la reorientación de las izquierdas españolas hacia un itinerario de unidad de acción. Ese recorrido no tiene por qué eludir las diferencias de unos y otros. No debe tampoco obviar los contrastes entre ellos. Ni siquiera debe desdibujar el conflicto áspero. Pero debe saber, sin embargo, que las experiencias –de antesdeayer, ayer y hoy--, basadas en el mors tua vita mea, no sólo fueron inútiles sino contraproducentes para ambos en su conjunto. Más todavía, que en los tiempos que corren cualquier consideración del mantenello y no enmendallo conduce a amplias mayorías de la derecha y al camino de una hipotética hegemonía de éstas.
Como no nos hemos caído del guindo, sabemos con Antonio Baylos, que hay una fuerte enemistad para conseguir dicha unidad de acción: "la inexistencia de programa de reformas por parte de la socialdemocracia europea, y especialmente de la española. Pero tampoco va mucho más allá un planteamiento de la izquierda alternativa que continuamente rechaza la cultura del gobierno como un peligro de contaminación de su identidad como fuerza política de repudio de lo existente. Para todos nosotros, sin embargo, es posible un espacio de convergencia entre la izquierda sobre puntos de partida comunes y medidas de reforma claras. Y ese espacio común es más fácil de abordar en los niveles de determinación de la acción política más cercanos al ciudadano, en los ayuntamientos y en las Comunidades autónomas". Se trata de responsabilidades (desigualmente) compartidas. Ahora bien, la parte de responsabilidad de cada cual debe entenderse para sí mismo como su particular cien por cien.
Digo que no nos hemos caído del guindo: sabemos hasta qué punto toda referencia a iniciar un camino de unidad de acción es visto por unos y otros (en el mejor de los casos) como una piadosa jaculatoria o incluso es recibida con un estrepitoso ardor iracundo. Pero la memoria histórica nos viene a decir que sólo y solamente en momentos unitarios es cuando las izquierdas han estado a la altura de lo que dicen ser y de los objetivos que persiguen. Los ciegos y los sordos disimulan que no lo ven y que no lo oyen.
Hubo un tiempo –que ya nos parece lejano-- de cainismo sindical. Un servidor fue testigo de aquellos aciagos momentos del “Mientes, Marcelino”, “Te equivocas, Nicolás”. Pues bien, a pesar de la desproporción injustificada entre decir que se miente y responder que se equivoca, nosotros –sindicalistas de Comisiones y Ugt-- empezamos a darle vueltas a la cabeza: no se podía mantener un encontronazo sistémico entre los dos grandes sindicatos que, peor todavía, recorría el pluriverso de los trabajadores con igual saña. Porque la pretendida mentira y la hipotética equivocación conducía al precipicio al conjunto asalariado y al sindicalismo confederal. Y, gradualmente –no sin asperezas en cada casa— fuimos transformando aquella zahúrda en unidad de acción de resistencia para, posteriormente, transformarla en unidad de acción como proyecto. Primera conclusión: la unidad de acción y su (correspondiente) acción en la unidad son beneficiosas. Aunque con cierto retraso pasos en ese sentido está dando el sindicalismo francés, pero no el italiano que lleva años sumido en una crisis algo más que epidérmica.
Pues bien, salvando las distancias entre la acción sindical y la política, ¿por qué las izquierdas españolas no se contagian un poco del estilo de Ugt y Comisiones Obreras? Ya hemos dicho que no concebimos relaciones políticas como una cuestión bucólica o versallesca. Simplemente, siendo cada cual como prefiere ser ¿es posible establecer unos mínimos de entendimiento? De no hacerlo, el mismísimo Garcilaso de la Vega volverá a recordarnos el final de su soneto XXIII: “Marchitará la rosa el viento helado. / Todo lo la edad ligera / por no hacer mudanza su costumbre”. O la misma queja del décimo soneto: “Si no, sospecharé que me pusistes / en tantos bienes porque deseastes / verme morir entre memorias tristes”.
En resumidas cuentas, contagiarse un poco de los actuales usos y costumbres del sindicalismo confederal podría iniciarse a través de la paciente construcción de redes culturales informales, de una convivencia entre culturas capaz de dialogar entre ellas –con la transparencia del lenguaje y el respeto mutuo— sin pagar el peaje del patriotismo de organización y del sectarismo ideológico. Lo contrario es reafirmar la ley, enunciada tiempo ha por el Apotegmas, talabartero de Parapanda: la unidad de la izquierda es inversamente proporcional a los ataques que reciben los trabajadores y las capas populares.
Radio Parapanda. Nuestro amigo Antonio Lettieri escribe “El origen social de la crisis” en: http://www.1mayo.ccoo.es/nova/files/1018/Informe36.pdf

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