EL MACHO CABRÍO Y EL DESFILE ANTE EL PAPA

La prensa de hoy da cumplida noticia del viaje de don José Ratzinger, altísimo funcionario de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a la vez que más alto mandatario de un Estado que es de este mundo, a España. Y da cuenta de algunos de los fastos que se celebrarán en Madrid. Por ejemplo: el desfile de una compañía de la Legión con banda de música y escuadra (más de 150 militares en total) el día 19 de agosto. Afirma la gacetilla que “las mismas fuentes aseguraron que las dietas, manutención, traslado y alojamiento de los legionarios serán costeados por la organización del evento y no recaerán en los presupuestos de Defensa”. A falta de otros detalles comentaré lo que conozco hasta la presente.
Si la visita de este caballero la organizan unos particulares (al menos, esa es la versión oficial), ¿qué pito toca la Legión en ese acontecimiento? Que Chacón autorice el desfile de los militares pone en rotundo entredicho su sedicente cultura renovadora, al tiempo que provoca una estética más acorde con el tenebrismo hispano de tiempos muy antiguos. A no ser que haya caído en la trampa que le han tendido los Apostólicos: expiar los pecadillos del Saco de Roma, cuando –según enseñan historiadores de la Real Academia del Gremio— la soldadesca española y una división de lansquenetes alemanes (protestantes, además) dejaron la Ciudad Eterna hecha un asco en 1527, afrentando a Clemente VII, antecesor de don José Ratzinger. Fue, según tan pendenciera cofradía de historiadores, una viril, reñida, noble competición entre los españoles y los alemanes por demostrar quien tenía el escroto más demoledor a mayor gloria de Carlos I de España y Quinto de Alemania, que no se olvide era la misma persona. O sea, dos (y no tres) en uno. Así pues, debe tratarse de una expiación.
Sea como fuere, el caso es que tan grotesco tenebrismo –dejemos, de momento, aparte el caso de involucrar al Ejército de un estado aconfesional en la mañana agosteña de Madrid cuando calienta el sol allá en la Castellana-- que tan grotesco tenebrismo, decía, estará presidido por el macho cabrío de la Legión: no se olvide que presidir viene de praesidere (el que va delante). Lo que debería interpretarse como una reparación al animalejo de marras, tradicionalmente relacionado con brujas, izas, rabizas y colipoterras, algunas de ellas perseguidas con saña por el docto Instituto de la Inquisición. Una reparación que, ignoramos, tal vez no haya sido observada por don José Ratzinger.
Dicho lo cual, el desfile tiene una novedad: al menos en ese momento –el momento de sudar la guerrera, el correaje y las botas— se producirá una privatización de esa aguerrida mesnada. Pues un grupo de particulares (de privados) costeará las dietas, manutención, traslado y alojamiento de los legionarios. También, suponemos, del forraje del macho cabrío. Que, es un suponer, ofrecerá un tinte castizo desfilando por la calle de Alcalá con los nardos apoyaos en la cadera. En fin, la Casa de Guisa aplaudiendo a rabiar desde el panteón do moran sus huesos. Mientras tanto se posterga la condición de cadáveres de quienes sólo aparentemente estaban criando malvas.

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