ADIEU, MONSIEUR PIERNODOYUNA

Nota Editorial. Cola d´Asino, nuestro amigo del Napolesado, nos ha enviado esta fábula no sin el temor de encontrar una negativa por nuestra parte en publicarla dado el carácter jocoso de la misma. Se le ha hecho saber que este es un blog libre do caben las más diversas aportaciones. Y, como prueba, aquí se edita. La traducción del texto –del napolitano al castellano— ha corrido a cargo de la Escuela de Traductores de Parapanda, no sin advertirnos arretrancadamente que tal vez el autor haga referencia a una próxima despedida de alguien de campanaillas.
Publicamos los últimos textos de despedida recibidos en la oficina RCD (Recogida Central de Despedidas www.rcd.it )
“Hasta aquí ha dado de sí el Súper Ferrari Especial. De nuevo, en esta última edición del Gran Prix para obtener el título de Piloto Más Loco del Mundo, Piernodoyuna y su perro Patán han vuelto a ser derrotados. Y todo es más duro, después de haber saboreado las mieles del triunfo. No es un consuelo que los Hermanos Macana, los dos conocidos cavernícolas y su Roucomóvil hayan quedado los primeros. De nada han servido los habilidosos puenteos, las trampas sutiles, que hombre y perro han puesto a sus rivales, a los cinco restantes autos que llegaron a finalizar la carrera. Hombre y perro han sido víctimas de sus propias tretas. Ni siquiera Hanna Barbera y su grupo de guionistas, creadores de la serie allá por 1968, han podido evitar la despedida. Ahora la soledad es esto y no otro cosa. Quedará París o su lugar natal o si no el Puente de Alcántara (“Pontem perpetui mansvrvm in secula mvndi”), para que el intrépido piloto nunca realmente reconocido pueda analizar la carrera con serenidad.
Pitu Cebrero. Cronista del ARCA”.
“Es justo decirlo, ahora cuando asistimos a un espectáculo, cuando ven proclamada su inocente victoria personas cubiertas de gestos cómplices mientras se destruye el honor mismo, se intenta macular a una persona sin mácula. A aquellos que ahora (¡qué fácil es!) dicen de nuestro veloz piloto que resultó ser el engendro de dos antiguas momias, unidos mitad por mitad, que cobraron vida inexplicablemente, como si se tratara del barón Ashler.[1] Falsarios, cronicón de campanario y cementerio viejo que nunca entenderán nuestra nueva Civilización. Es la injuria y el oprobio, las voces melifluas, de quienes preparan sus labios para la “Gran Succión” que se avecina, dirigida hacia el sacrificio inhumano del infeliz Estado del Bienestar.
Emiliano Ola, fiscal retirado”.
“Querido amigo Pierre,
Ni Hanna Barbera ni el manga japonés son aficiones que compartimos, nuestro gusto por Disney es algo inamovible. Ni siquiera una vida en la jungla, que tú y yo conocemos bien y a la que hemos sobrevivido, nos hará cambiar. El amor a nuestro pueblo es una canción, ni el estruendo de los tambores ni las mofas nos convencerán de lo contrario. Yo doy a tu figura la encarnación del fielato que dejará en el país la impronta del nuevo antihéroe de la calle… Su vagar por entre la ciudadanía, su espíritu aventurero y audaz, su treta inefable a los mercados… Pero además, nadie saldrá a despedirnos, solamente el ovejero, el viejo perro Patán, cosas que pasan… como cantaba el gaucho Cafrune… Mientras tanto, algún día vendrá la lluvia, casi como una justicia poética, pero una lluvia de verdad…
Acepte, señor presidente, mi más hondo respeto y pesar.
Travis, taxista en paro”
[1] El barón Ashler era aquel personaje de manga de una popular serie japonesa de los años setenta, muerto en el capítulo 78, tras un intento de ataque suicida fallido al estrellar su segunda fortaleza submarina contra el protagonista, Mazinger Z.
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